El próximo 10 de febrero arranca el año del dragón según el calendario agrícola chino, un período que culminará el 28 de enero de 2025, cuando dará inicio el año de la serpiente. Esta festividad, una de las más importantes de China, paralizará por completo el país y marcará una de las migraciones humanas más grandes del mundo, la llevada a cabo por millones de personas que se desplazan a sus poblaciones de origen para reunirse con sus familiares.

Sin embargo, aunque los chinos se desean ‘feliz año nuevo’es algo más que una nochevieja como la que celebramos en occidente.  En realidad es el primer día de un nuevo ciclo en un complejo sistema de medición del tiempo basado en períodos de 60 años.

¿Qué es exactamente lo que conocemos como Año Nuevo chino? ¿Cómo se organiza el calendario? ¿En qué se diferencian los horóscopos chinos de los signos del zodíaco? Te lo explicamos:

No se llama Año Nuevo, sino Fiesta de la Primavera

El nombre oficial de esta celebración es Fiesta de la Primavera, o chūnjié (春节), pues marca el inicio de esta estación según el calendario agrícola chino. Una festividad que no solo se celebra en China, sino que también lo hace en otros países asiáticos, como Corea, Vietnam o Japón.

En el gigante asiático esta fiesta tampoco es estrictamente un año nuevo al uso, sino que es una celebración que se alarga durante una quincena, en concreto, hasta la Fiesta de los Faroles, celebrada el decimoquinto día del primer mes.

Entonces, ¿por qué se conoce como Año Nuevo? Porque su celebración se corresponde con el primer día de un ciclo temporal que se divide en 24 períodos solares, el primero de los cuales, llamado lìchūn (立春), tiene lugar aproximadamente entre los días 4 y 18 de febrero del calendario gregoriano.

No es un calendario lunar, sino lunisolar

Aunque la Luna influye en el cálculo de dichos ciclos, el calendario agrícola chino no es estrictamente lunar ni solar, sino una mezcla de ambos. El satélite terrestre tiene un papel relevante en la medición de los ciclos, y es que, en la antigüedad, la observación de las fases lunares era una forma muy útil de contar los días, lo que explica, por ejemplo, que los meses del calendario agrícola empiecen siempre por una luna nueva.

Sin embargo, igual que muchas otras civilizaciones, los antiguos chinos también se basaban en el Sol para calcular los períodos anuales. Para comprobarlo, podemos comparar el tiempo entre los ciclos lunar y celeste.

Así, el año solar corresponde al tiempo transcurrido entre un equinoccio de primavera y el siguiente, que es exactamente 365,2422 días (365 días 5 horas 48 minutos y 45,10 segundos). Dividido entre 12 meses, nos da un resultado de 30,43 días por mes. Por otra parte, si calculamos el tiempo transcurrido entre dos lunas llenas sucesivas, el mes sinódico, advertimos que nos faltan días, y es que 12 meses sinódicos equivalen a 354,3672, 10,87 días menos que un año solar.

La diferencia se va acumulando hasta generar un mes bisiesto, que se va repitiendo hasta alanzar los 7 cada 19 años. Ese ‘arreglo’ convierte al calendario agrícola chino en un híbrido entre calendario solar y lunar, lo que lo diferencia de otros almanaques estrictamente lunares, como el musulmán.

Está basado en un calendario agrícola con ciclos de 60 años

Entonces, ¿cómo se ‘llenan’ esos días que faltan hasta completar el calendario? En realidad, el calendario agrícola chino es el resultado de un sistema de medición del tiempo llamado tiāngān dìzhī (天干地支) cuyo origen se remonta a hace casi 4.000 años, durante la dinastía Shang (1766-1045 a.C.)

Los reyes de aquella época solían consultar oráculo inscrito en caparazones de tortuga con fines adivinatorios, con lo que este sistema funcionaba como una suerte de calendario que resumía los acontecimientos que se iban repitiendo a lo largo de un ciclo. Funciona combinando dos secuencias paralelas: la de los tallos celestiales (tiāngān), que constan de 10 unidades de igual longitud, y el sistema de ramas terrestres (dìzhī), que consta de 12 unidades iguales.

Así, emparejando cada tallo con cada rama, se identifican las principales unidades de tiempo del calendario, desde los días hasta los años. Cada uno de estos segmentos se clasifica a su vez en función del yin y el yang, los dos conceptos propios del taoísmo usados para representar las dos fuerzas complementarias y opuestas que explican el universo. Así, dan lugar a las siguientes combinaciones:

Tallos celestiales:

jiă (yang)乙 (yin)丙bĭng (yang)丁dīnd (yin) 戊 (yang)己 (yin) 庚gēng (yang)辛xīn (yin) 壬rén (yang) 癸guĭ (yin)

Ramas terrestres:

(yang) 丑chŏu (yin) 寅 yín (yang), 卯măo (yin) 辰 chén (yang) 巳 (yin) 午 (yang) 未wèi (yin) 申shēn (yang) 酉 yŏu (yin) 戌 (yang)亥 hài (yin). 

Por si fuera poco, las 12 ramas terrestres que también se corresponden con los 5 elementos:

Metal: 申shēn, 酉 yŏuMadera: 寅 yín, 卯măoAgua: 子 ; 亥 hàiFuego: 巳, 午Tierra: 辰 chén, 戌 xū,chŏu, 未wèi.

Combinando los tallos celestiales y las ramas terrestres, se establece un ciclo que se repite cada 60 años (una cifra que corresponde con el mínimo común múltiplo de 10 y 12). A esto se le llama ‘ciclo sexagenario’ y es la base sobre la que calculaban el tiempo los antiguos chinos basándose en las observaciones de los astros.

Toda gira en torno a esos períodos, también las combinaciones de los distintos signos del horóscopo chino, formados por 12 animales y 5 elementos, que multiplicados -adivinad- vuelven a dar 60. Así, cada nuevo año según el calendario agrícola no es más que un nuevo peldaño en ese ciclo de 60 años que se va repitiendo. 

Aunque el tiāngān dìzhī (天干地支) data de hace miles de años, sigue estando vigente en la actualidad. Por ejemplo, para averiguar qué nos deparará un período de tiempo determinado o cuál es el mejor momento para organizar ciertas actividades, como puede ser emprender un negocio o hacer un viaje.

También es la base de las predicciones del cálculo de los ocho caracteres del nacimiento: el llamado shēngchén bāzì (生辰八字) una cifra formada por el año, el mes, el día y la hora de nacimiento de una persona y que todavía se usa para predecir qué futuro depara a un recién nacido.

En el imaginario colectivo de los antiguos chinos la coincidencia tiene más peso que la causalidad. Ello explica, por ejemplo, que el azar pueda calcularse y predecirse, una premisa que no solo está recogida en el tiāngān dìzhī, sino también en el Yì jīng, el Clásico de los Cambios, un libro oracular datado de hace más de 3.000 años formado por 64 hexagramas, cada uno de ellos compuestos 6 líneas, continuas o discontinuas, que sirven para determinar 64 suposiciones distintas. Así, esta concepción de que ‘todo está escrito’ es consustancial con el pensamiento oriental desde tiempos remotos.

Así funciona el horóscopo chino

Más allá del cálculo de cada período, si hay algo que caracteriza a los ciclos del calendario tradicional chino es la identificación de cada fase con un animal del horóscopo. Su origen se remonta a la dinastía Qin, hace más de 2.000 años. 

Cada año está regido por un signo del horóscopo chino, cada uno de los cuales está representado por un animal asociado a determinados rasgos. Existen 12, igual que los de la astrología occidental, pero a diferencia de esta, su intervalo no varía con los meses sino con los años, siendo esta su distribución:

estos son los  12 animales del horóscopo chino

Rata:    1972, 1984, 1996, 2008, 2020

Buey:    1973, 1985, 1997, 2009, 2021

Tigre:    1974, 1986, 1998, 2010, 2022

Conejo:  1975, 1987, 1999, 2011, 2023

Dragón:  1976, 1988, 2000, 2012, 2024

Serpiente:1977, 1989, 2001, 2013, 2025 

Caballo:   1978, 1990, 2002, 2014, 2026 

Cabra:   1979, 1991, 2003, 2015, 2027 

Mono:     1980, 1992, 2004, 2016, 2028 

Gallo:   1981, 1993, 2005, 2017, 2029 

Perro:   1982, 1994, 2006, 2018, 2030 

Cerdo:     1983, 1995, 2007, 2019, 2031 

Y volvemos a la teoría combinatoria. Cada signo se complementa a su vez con uno de los cinco elementos relacionados con la astrología china: metal, madera, agua, fuego y tierra. Cada animal se clasifica a su vez con el ciclo binario del yin y en yang.

Así, los años pares corresponden con yang, mientras que los impares, yin. Así, cada horóscopo se le atribuye una de estas dos fuerzas. El dragón, por ejemplo, siempre será yang, mientras que la serpiente es yin. Los elementos se combinan con ambas fuerzas para no alterar la armonía. 

Dragón: igual de admirado que temido

Actualmente nos encontramos cerca del final del actual ciclo, que comenzó en el año 1984 y acabará en 2044. Si seguimos el calendario, en 2024 es el turno del dragón de madera. Este animal, el único mitológico de los 12 que componen el horóscopo chino, es una criatura llena de fuerza y vitalidad, aunque también tienen la mala reputación, pues se le asocia con tener un temperamento fuerte y se le atribuye la capacidad de exaltarse con suma facilidad.

Por ello, los años del dragón suelen ser igual de temidos que admirados en China. Por ejemplo, en 1976 tuvo lugar el terremoto de Tangshan, que segó la vida de más de medio millón de personas, mientras que en 1988 se produjo el devastador seísmo en Yunnan.

Pero como yin tiene su yang, las supersticiones siguen teniendo un peso importante en China, donde todavía hoy se considera que un nacimiento en el signo del dragón traerá buenos augurios para la familia. Ello explica, por ejemplo, que los años del dragón suelan traducirse en aumentos significativos en los picos de población del país.

Así, los nacidos bajo este signo son bautizados como ‘bebés dragón’. Tal es la superstición que, en 2012, último año de este horóscopo hasta la fecha, las parejas chinas planificaron el nacimiento de sus descendientes para hacerlos coincidir con tan importante año, lo que dio pie a un aumento significativo del a tasa de nacimientos registrados en ese período. 

Mala suerte para los nacidos bajo el siglo del dragón

Pero nacer en el año del dragón no es precisamente una buena noticia desde el punto de vista del horóscopo chino, pues aquellos que celebran su cumpleaños bajo este signo esto es, los que a partir del 10 de febrero de 2024 cumplan 12, 24, 36, 48 años o edades correspondientes a otros múltiplos de 12, no lo tendrán fácil según la leyenda china.

La lógica nos lleva a pensar que el siglo de tu año de nacimiento traerá buena suerte, pero en la cultura tradicional china es todo lo contrario. La razón es lo que se conoce como běnmìngnián 本命年, el mal augurio que se achaca a quienes su horóscopo coincida con el celebrado ese año.

Y es que los 12 signos se basaban en las divisiones del ciclo orbital de Júpiter, no en el movimiento aparente del Sol con respecto a la esfera celeste, como ocurre en el zodíaco occidental. La estrella opuesta a la órbita joviana cada año del ciclo se personifica como un general celestial, o Dios del Ciclo, que según la mitología china  ayudaba al emperador de Jade a controlar el mundo de los mortales.

Así, estos generales, llamado tàisuì 太岁, pueden sentir celos al ver que otros comparten su mismo signo, con lo que pueden tomar represalias contra ellos fàntàisuì 犯太岁. Es lógico, pues, que los más supersticiosos no solo no celebren, sino que teman, la llegada del año con su signo. Para ellos se recomienda realizar ofrendas y plegarias a los dioses ultrajados.

Para quienes no crean en los mitos milenarios, basta con celebrar el día a día, teniendo en cuenta que, al fin y al cabo, “todo pasa y todo queda”, y que, según la tradición de los antiguos chinos, nuestras vidas no son más que una minúscula parte de un eterno ciclo sexagenario que todo lo explica y que siempre vuelve a empezar. 

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