El hielo marino del océano Ártico, hábitat natural del oso polar, podría desaparecer en las próximas décadas. Así lo indicaba tan solo unos meses atrás un estudio publicado en la revista Nature Communications, que señala la acción del hombre sobre el planeta como principal responsable. 

Este escenario ocurriría independientemente de las maniobras puestas en marcha en el Acuerdo de París de 2015, con el objetivo de frenar el calentamiento global a un máximo de 1,5ºC por encima de los niveles preindustriales y así tratar de evitar las consecuencias que este deshielo tendría en el clima: alteración de las corrientes marinas, intensificación de los huracanes, aumento de las temperaturas, y mucho más. 

Pero, más allá de los propios cambios que está sufriendo la Tierra, esta situación produce nuevas preocupaciones. Por un lado, se predice cómo el ser humano podría querer beneficiarse de una tierra inhóspita que hasta ahora ha sido muy poco explorada y, por tanto, está por explotar. Por otra parte, la peculiar zona del Ártico es hogar de ecosistemas sensibles que ya sufren las consecuencias del deshielo, y que podrían no adaptarse a las próximas temporadas de verano. 

el caso del oso polar

El oso polar (Ursus maritimus) es un mamífero marino que depende enormemente del hielo, principalmente para alimentarse y así cubrir sus necesidades energéticas. Su gran tamaño, que en edad adulta puede llegar a superar los 2,5 metros con un peso de casi 700 kilos, sirve para albergar una gruesa capa de grasa que protege del frío y sirve como reserva en sus travesías para obtener alimento. 

Este sustento es, en gran medida, la foca marina, animal con el que comparten hábitat. En las zonas de hielo que se desplazan por el océano, el oso polar acecha y da caza a las poblaciones de focas que salen a respirar, obteniendo así una gran fuente de energía. Sin embargo, en ocasiones también toman un papel carroñero, pudiendo consumir cadáveres de ballena.

Debido al deterioro de su hábitat, la temporada de caza es cada vez más corta y difícil, y se calcula que por cada semana de hielo que se pierde en los inviernos del Ártico, los osos polares pierden alrededor 7 kg de grasa. Así es como este ser vivo ha llegado a situarse en la lista de animales en peligro de extinción

Pero, ¿qué pasará cuando el Ártico se quede sin hielo en las temporadas de verano, que además se están prolongando? Un nuevo estudio publicado en Nature Communications ha analizado el comportamiento de los osos polares en tierra para arrojar luz sobre esta cuestión, y los resultados son realmente desesperanzadores. 

UNA CONSTANTE LUCHA POR LA SUPERVIVENCIA

La falta de hielo ha obligado al oso polar a tomar caminos de tierra con mucha más frecuencia, llevando a los científicos a preguntarse si se adaptaría a una vida en este terreno. Algunos de ellos incluso habían especulado que, ante la falta de hielo, este podría adaptar sus costumbres haciéndolas mas parecidas a las de otros tipos de oso, hibernando y cambiando su dieta. 

Para resolver estas cuestiones y averiguar más sobre los peligros que amenazan la supervivencia de esta especie, un grupo de especialistas ha monitorizado a 20 osos polares en Manitoba, Canadá, durante un periodo de entre 19 y 23 días de la temporada de verano durante 4 años seguidos (2019 a 2022), analizando los cambios en su comportamiento, dieta, gasto energético diario y composición corporal. 

Ante la escasez de alimento del periodo estival, los individuos seleccionados adoptaban tres tipos de estrategia distintas: nadar mayores distancias para cazar, reposar para conservar energía o buscar buscar alimento en tierra, como bayas, cadáveres de aves y caribúes, o vegetación. 

Los resultados del estudio plantean que a pesar de esta aparente adaptabilidad, e independientemente de la estrategia abordada, los osos polares mostraban grandes cambios en su composición corporal, aumentando su gasto energético diario y perdiendo una masa corporal de entre 400 gramos a 1,7 kilogramos por día, que en muy pocos casos se compensaba con los hallazgos de comida. 

Además, también se ha podido comprobar que las características de los osos polares y otros tipos de úrsidos, como los osos pardos, son realmente diferentes a pesar de sus obvias similitudes físicas. Durante un ayuno prolongado como la hibernación, estos últimos metabolizan sobre todo la grasa corporal, con pocos cambios en su masa. En cambio, durante los periodos de descanso en tierra observados en los osos polares del estudio, la mitad de estos perdieron más masa magra que grasa corporal

Estos complejos cambios en su composición corporal condicionan su capacidad de almacenar energía y el riesgo de hambruna en los osos polares durante sus periodos en tierra, que no parece que vayan a dejar de prolongarse. Concretamente en la zona de estudio, el periodo anual sin hielo ya ha aumentado tres semanas desde 1979

Con estos cambios en el clima y los hábitats, los cerca de 25.000 osos polares que quedan en el Ártico no solo perderán sus estrategias de caza habituales, sino también su camuflaje en la nieve y el hielo proporcionado por su pelaje blanco. Además, otros animales que habitan en las zonas terrestres contiguas podrían verse impactados por su caza en tierra durante periodos de tiempo más largos. 

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