Coloquialmente, se conoce como “momento Eureka” a aquel instante en el que se nos presenta la solución a un problema – intelectual normalmente – irresoluble hasta entonces. Es común que, en las obras fantásticas, películas o narrativas, se presente a los científicos gritando esa famosa expresión cuando descubren la respuesta a un enigma que los venía atormentando desde hacía décadas.

Sin embargo, ¿sabías que, teóricamente, el primero en utilizar esa expresión para mostrar la alegría ante un descubrimiento fue Arquímedes? Y lo creas o no, esa no es la parte más impresionante de la historia: tras lanzar el épico alarido salió corriendo desnudo por todo un palacio.

UN CIENTÍFICO REPUTADO

Quizá conozcas a Arquímedes por su famoso principio fundamental de la hidrostática o por sus investigaciones en mecánica clásica, debido a las cuales se le atribuye la famosa frase: “dame una palanca y un punto de apoyo y moveré el mundo”. Aunque el legado que dejó tras su muerte en la física fue inigualable, su reputación mientras vivía en Grecia no quedaba atrás: era un respetado científico y un intelectual de confianza para el rey de Siracusa, Hierón II.

Así, según los relatos de Vitruvio, se cuenta que en cierta ocasión el rey ofreció mucho dinero a un artesano local con el objetivo de que este le preparase una corona a partir de oro puro. No obstante, al recibir su producto, el rey sospechó que el artesano le había timado y que, en realidad, se había guardado una parte del oro, no utilizándolo todo en su preciada joya. Consternado ante el dilema, Hierón le planteó sus dudas a Arquímedes, al tiempo que lo instaba a buscar la manera de descubrir si su corona contenía realmente todo el oro por el que había pagado el monarca.

En un primer momento, Arquímedes lo consideró como una causa perdida: ¿cómo iba a saber la cantidad de oro que poseía la corona si no podía fundirla? Sin embargo, mientras tomaba un baño una noche, se quedó fijamente mirando cómo el agua se desplazaba al mismo tiempo que él se introducía dentro de la bañera. En cuestión de segundos, la solución le surcó la mente como una estrella fugaz: si introducía un objeto dentro del agua y medía lo que se alteraba la altura del agua, podría determinar su volumen y, por lo tanto, su densidad.

EL MOMENTO EUREKA

El hallazgo emocionó tanto a Arquímedes que, deseoso de compartir su descubrimiento salió inmediatamente de la bañera corriendo y gritando “¡Eureka!¡Eureka!”, lo cual en griego antiguo significa “¡Lo he encontrado!”. Ahora bien, su excitación fue tanta que el científico olvidó que, antes de salir del baño, lo conveniente habría sido vestirse, por lo que se movió por todo el palacio soltando alaridos sin nada de ropa encima.

Cuando llegó hasta donde estaba el rey, Arquímedes decidió sumergir primero la corona en agua para, a continuación, repetir el procedimiento con la misma cantidad de oro que el rey había entregado al artesano. Según él, si el agua desplazada por ambos objetos era la misma, la cantidad de oro que poseían también debía serlo. Y no se equivocó: Arquímedes sumergió ambos elementos para sorprenderse al averiguar que el agua desplazada por la corona era mucha menos que la de la corona, por lo que el artesano efectivamente había engañado al rey.

El monarca acusó de esa forma al pueblerino de haberlo timado, lo que llevó a este a confesar que así era, que había quitado una parte del oro donado para quedarse con él, agregando plata a la corona para que el robo pasase desapercibido. Sin embargo, el ingenio y la destreza de Arquímedes fue mayor.

EL PRINCIPIO DE ARQUÍMEDES

Con esa curiosa anécdota, además de narrar uno de los primeros momentos Eureka, se ilustra de forma muy sencilla uno de los descubrimientos más importantes de este científico griego: el principio de Arquímedes. Este teorema fundamental sirve para explicar como un objeto sumergido en un fluido experimenta una fuerza hacia arriba igual al peso del fluido desplazado por el cuerpo. En otras palabras, ilustra a la perfección que un objeto solo flotará si su peso es igual o menor al peso del agua que desplaza (o de cualquier otro fluido). Se trata de una teoría fundamental para entender los procesos de flotación – como los que aparecen en la navegación –  y porqué algunos objetos se hunden y otros no

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