Al contrario que su buen amigo Einstein, Max Born sí creía que Dios jugaba a los dados. Y es que, además de coronarse como una de las grandes mentes detrás de la mecánica cuántica, Born también pasó a la historia de la ciencia como uno de los mayores impulsores de la teoría probabilística. Sin embargo, a la hora de recordar su legado, muchas veces parece eclipsado por los nombres de los científicos que fueron coetáneos a él, como Werner Heisenberg, Erwin Schrodinger, Wolfgang Pauli o Niels Bohr, quienes se alzaron también con un gran reconocimiento.

No obstante, a pesar de mantenerse en las sombras, las aportaciones de Born a la física y las matemáticas fueron indispensables para establecer la mecánica cuántica, aunque el reconocimiento por ellas tardó 28 años en llegarle, pues no fue hasta 1954 que la Academia Sueca le otorgó un Premio Nobel por su trabajo. De hecho, hay incluso quienes piensan que, a pesar de que finalmente existió un reconocimiento, este no es suficiente, y consideran de que Max Born debería compartir el título de padre de la mecánica cuántica con Niels Bohr, Wolfgang Pauli, Heisenberg y Max Planck.

CUM LAUDE

“Una de las grandes tristezas de mi vida es que no conocí a mi abuelo”. Son palabras de la actriz Olivia Newton John, nieta de Max Born e hija de Irene Born, uno de las vástagos del físico polaco. En total, el ganador del Nobel llegó a tener un total de tres hijos, todos fruto de un único matrimonio con Hedwig Ehrenberg que comenzó en 1912 con un íntima boda en un jardín de Göttingen, en Alemania.

Sin embargo, Max Born nació algo lejos de ese municipio, pues lo hizo en Breslau, Polonia, en el seno de una familia judía. Estudió física en la Universidad de Breslau – actualmente conocido como Breslavia – pero pronto se desplazó por diversas ciudades de Europa debido a la facilidad de movimiento que le ofrecía el curso universitario. De esa forma, Born pudo pasar diferentes semestres estudiando en otros ambientes educativos, como en la Unviersidad de Zúrich o en la Heidelberg. Sin embargo, una vez graduado se decantó por la Universidad de Göttinger para especializarse.

Fue justamente en esa institución en la que logró doctorarse Cum Laude en matemáticas y donde, además, conoció a algunos de los grandes matemáticos del momento con los que forjó una gran amistad. Estos eran David Hilbert y Hermann Minkowsky. La compañía mutua y los constantes debates científicos consiguieron explotar al máximo las capacidades de cada uno de ellos, ampliando su reconocimiento más allá de los muros de la universidad. Fue también en este periodo cuando tuvo su primer contacto con Einstein, a través de uno de sus primeros artículos sobre relatividad especial, el cual intrigó a Born hasta tal punto que comenzó una investigación al respecto.

EXILIO Y ACADEMIA

Su asentamiento en Göttingen se mantuvo hasta comienzos de la Primera Guerra Mundial. En ese momento, el científico aceptó una cátedra en la Universidad de Berlín, en la que por fin pudo conocer en persona a Albert Einstein y, no solo eso, entablar una cercana amistad. Fue un periodo que sirvió a ambos para trabajar juntos en diferentes puntos de la relatividad espacial y de las matemáticas detrás de esta. No obstante, al poco tiempo regresó a la academia para asumir la dirección del Instituto de Física Teórica en la Universidad Johann Wolgang Goethe de Frankfurt. Fue un periodo en el que también entró en contacto con Elisabeth Bormann, quien colaboró con él en el desarrollo de los primeros haces atómicos, cuyas mediciones fueron pioneras en el camino libre de los átomos y el tamaño de las moléculas.

Sin embargo, en 1933, con el ascenso al poder del nazismo, su puesto en una universidad alemana se encontró de frente con su condición de judío. Born se vio obligado a emigrar al Reino Unido, en donde adoptó la nacionalidad británica y asumió un trabajo como docente en la prestigiosa Universidad de Cambridge y, posteriormente, en Edimburgo. Finalmente, en el año 1954 pudo regresar a Gottingën, donde permaneció como investigador, llegando a establecer una importante teoría cuántica del campo magnético.

Fue justo ese año en el que se le galardonó con el Premio Nobel, reconociendo toda una vida de dedicación. No obstante, aun a día de hoy es una decisión que sigue levantando polémica pues, al fin y al cabo, el premio llegó casi 28 años después de sus primeras aportaciones a la mecánica, por lo que muchos académicos opinan que el premio debería haber sido en conjunto con Bohr en el año 1922. De esa forma, ambos se habrían beneficiado del título de “padres de la mecánica cuántica”

AMISTAD CON EINSTEIN

A pesar de que sus encuentros se fueron reduciendo, la amistad y el intercambio de cartas entre Born y Einstein se mantuvo a lo largo de toda su vida. Entre ellos existía, no solo una gran conexión, sino también una fuerte colaboración intelectual. Y es que, a pesar de sus enfoques contrapuestos en el terreno de la física, con Born centrado en la teoría cuántica y Einstein revolucionando la teoría de la relatividad, encontraron siempre un terreno común en el que poder discutir y nutrir todas sus ideas. En sus cartas se revelan grandes intercambios de pensamientos, investigaciones e ideas de todo tipo y, justamente, es en ellas en las que se discute aquella famosa de expresión de “Dios no juega a los dados…”, opinión que Born no compartía.

Se trata de una correspondencia que, no solo ilustra la colaboración de la física teórica en un contexto puramente científico, sino que también destaca la conexión humana y el apoyo que se brindaron mutuamente a lo largo de los años.

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