Los ciervos son considerados animales de bosque, aunque a veces podamos encontrarnos con ellos alimentándose en las praderas. ¿Sabes por qué les gusta este hábitat? La respuesta se construye sobre tres puntos clave: los bosques les protegen contra los depredadores, les proporcionan comida y además, funcionan como un colchón térmico.

En temporada de calor, los árboles -con sus sombras- sirven a los ciervos para protegerse del sol y mantener su temperatura corporal sin tener que desplazarse demasiado en altura. En el caso contrario, cuando llega la lluvia, la nieve y el frío, las copas de los árboles de hoja perenne mantienen el aire caliente bajo y el suelo seco, gracias a la capa de hojas.

Los árboles de hojas caducas (pierden las hojas en otoño) no son tan buenos refugios térmicos. No obstante, algunos producen frutos -como las bellotas-, por lo que también son zonas potencialmente útiles para los ciervos durante el invierno, estación en la que escasea la comida.

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