Los saurópodos, los populares dinosaurios de cuello largo, fueron los gigantes de su tiempo. Pero ninguno impresiona más que el Patagotitan mayorum, que no solo ostenta el récord de ser el dinosaurio más grande que se conoce sino también el animal terrestre más grande que ha existido nunca. Este coloso es la estrella de la exposición Dinosaurios de la Patagonia, que se puede ver hasta el 2 de junio en el CosmoCaixa de Barcelona, tras lo cual iniciará una “gira” por los centros CosmoCaixa de otras ciudades españolas.

Un gigante entre gigantes

Patagotitan mayorum es el miembro más prominente de los titanosaurios, un grupo de saurópodos que vivieron durante el período Cretácico en casi todo el planeta. Se les suele considerar los dinosaurios más grandes que han existido, pero era un grupo variado en el que también había especies de menor tamaño. Una característica que les distinguía de otros saurópodos eran sus amplios huesos pectorales, dándoles una apariencia muy robusta.

Este gigante podía alcanzar más de 37 metros de longitud – 42, según las previsiones más optimistas – y 20 de altura con el cuello erguido, convirtiéndolo en el mayor animal terrestre que ha pisado la superficie del planeta. En cuanto al peso es más difícil de calcular, pero quienes lo han estudiado lo sitúan entre 44 y 77 toneladas dependiendo del método de cálculo que se aplique. El Patagotitan en particular se diferenciaba de otras especies por su cuello ancho en la base y sus patas más cortas (a pesar de lo cual, un húmero por sí solo mide 1,67 metros), lo cual le habría dado un aspecto bastante desproporcionado.

Vivió hace entre 102 y 95 millones de años en lo que hoy es la Patagonia argentina – de ahí su nombre –, que durante el Cretácico Superior era un ecosistema de bosques y llanuras aluviales. Debido a su enorme tamaño habría pasado la mayor parte del día alimentándose; pero gracias a su largo cuello podía alcanzar diversas cotas de los árboles, permitiéndole así estar mucho rato en un mismo lugar sin tener que moverse: esto era fundamental para reducir su gasto energético.

Una fortaleza andante

Debido a su tamaño y complexión, este animal no tenía depredadores naturales una vez que ya era adulto. Para que nos hagamos una idea, el mayor dinosaurio carnívoro con el que coexistió fue el Gigantosaurus carolinii, un alosauroideo que medía unos 12 metros de longitud y pesaba unas 7 toneladas: sin duda un monstruo para otras especies, pero una preocupación menor para una fortaleza andante como era el Patagotitan.

Además de su descomunal talla, estos gigantes contaban con un arma mortífera: su poderosa cola, que al igual que otros saurópodos usaban como un látigo. Aunque era más corta que en otras familias como los diplodócidos, su complexión robusta habría sido capaz de destrozar a cualquier atacante lo bastante desesperado como para elegirlos como presa. Además, dicha cola poseía unas protuberancias óseas que la convertían en un arma letal.

Un factor clave de su ciclo de vida era su rápido crecimiento: estos animales salían del huevo sin ser mucho más grandes que otros grandes dinosaurios, pero su infancia y juventud eran una carrera acelerada hacia la edad adulta: en un año podían llegar a ganar dos toneladas de peso. Y tenían una muy buena razón para ello, ya que su etapa juvenil era precisamente el único momento en el que eran vulnerables los depredadores: una vez alcanzada la edad adulta estaban a salvo de ser comidos, motivo por el cual se cree que podían ser los dinosaurios más longevos.

Se desconocen los motivos exactos que llevaron a la extinción a un dinosaurio aparentemente invulnerable, pero puede que el secreto de su éxito fuera también su perdición. Tal vez los ecosistemas en los que vivía fueron incapaces, a largo plazo, de sostener una especie que necesitaba cantidades ingentes de vegetación y que era poco menos que invulnerable en su forma adulta. Cambios en el clima, sequías e incendios habrían tenido un impacto importante en unas criaturas que dependían de tener una fuente de alimento constante. Y es que ser una fortaleza andante también tiene un “coste de mantenimiento” difícil de asumir.

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