Tal y como afirmaron Albert Einstein y David Hilbert, Emmy Noether puede considerarse, tranquilamente, como la mujer más brillante de toda la historia de las matemáticas. De hecho, los estadounidense Leon M. Lederman y Chistopher T. Hill afirman que algunos de los teoremas más importantes jamás enunciados que guiaron el desarrollo de la física moderna con los elaborados por esta brillante matemática. Incluso, se aventuran a posicionarlos al mismo nivel que el famosísimo Teorema de Pitágoras.

Si esto es así, ¿por qué sabes de sobra quien es Pitágoras pero el nombre de Emmy Noether casi no te suena? Pues bien, entre otras cosas, porque el primero tuvo el camino mucho más allanado que la segunda. Así es que, a pesar de revolucionar por completo el mundo del álgebra, posicionar las matemáticas como una herramienta que resuelve problemas universales y no casos concretos y enunciar un teorema que dio sentido a la Teoría de la Relatividad, esta matemática sigue sin ser reconocida.

UNA MATEMÁTICA TARDÍA

Sin embargo, al contrario que muchas otras personalidades del mundo de la ciencia, Emmy Noether no demostró su vocación por las matemáticas desde la niñez. De hecho, de pequeña demostraba tener un talento innato para la danza y la música, tocando el piano con destreza. A los dieciocho años obtuvo certificados especiales en inglés y francés, con la idea de dedicarse a la enseñanza de ambos idiomas, y se matriculó en la Universidad de Erlangen como una de las únicas dos mujeres entre mil estudiantes, para aprender historia y lenguas modernas.

No obstante, en el año 1904, sin saber exactamente por qué, se cambió a las matemáticas. Quizás fue por influencia de su padre, el matemático Max Noether, quien la mantuvo en contacto a lo largo de toda su vida con la disciplina; o quizás, fue causa de las sesiones de astronomía a las que acudió como oyente durante sus primeros días de Universidad. Fuera cual fuera el motivo, ese año Emmy Noether se estrenó como matemática, sin saber aún que llegaría a ser una de las mentes más prestigiosas de toda esa rama.

Una vez cursó sus estudios, Emmy Noether expuso su tesis, convirtiéndose en la segunda alemana en obtener el doctorado de matemáticas en toda la historia. Sin embargo, su vocación de convertirse en profesora se vio limitada por su condición de mujer: simplemente pudo optar a dar algunas clases puntuales como sustituta de su padre. Aun así, Emmy desarrolló una fuerte investigación alrededor de su tesis basada en el álgebra, llegando a publicar una extensión de la misma en el año 1911. Este trabajo llamó la atención del matemático David Hilbert, quien la invitó a trabajar junto a él en la Universidad de Göttinger, en aquel momento, centro de investigación matemática de fama mundial.

PROFESORA SIN SALARIO

A pesar de todo, esta nueva oportunidad no mejoró mucho su nivel laboral. En Göttinger, la mayoría de los miembros de la facultad la ninguneaban afirmando que era vergonzoso que, existiendo hombres calificados para ello, una mujer tuviera que hacerse cargo de las enseñanzas universitarias. ¿Por qué tenía una mujer que hacer un trabajo para el que no estaba cualificada y que perfectamente podía realizar un hombre con mayor calidad?

De hecho, en sus primeros años como profesora, Emmy no contaba con plaza ni salario: durante mucho tiempo tuvo que ser mantenida por su familia, quien pagaba su manutención. Incluso en las pocas ocasiones que pudo optar a dar una clase, estas aparecían anunciadas como impartidas por el profesor Hilbert, quedando el nombre de Noether relegado al cargo de ayudante.

Ahora bien, la situación comenzó a cambiar tras la Primera Guerra Mundial, la cual finalizó aportando una serie de cambios sociales que situaban a la mujer en una posición un poco mejor. Así es que Emmy Noether consiguió una plaza como profesora adjunta y, tres años después, fue nombrada como “profesora no funcionaria extraordinaria”. Es decir, una maestra sin paga. No fue hasta el año 1923 que recibió su primer salario, tras casi 20 años de trabajo.

La situación, sin embargo, solamente duró unos 10 años, pues en 1933, el gobierno de Hitler prohibió a todos los judíos ejercer de profesores en las universidades. La medida afectó a Emmy, pero ella se negó a darse por vencida y reclutaba a sus alumnos en su propio apartamento para continuar instruyéndolos en diferentes áreas de las matemáticas.

 Poco tiempo después, a finales de ese mismo año, sus colegas de Estados Unidos le buscaron asistencia y oportunidad laboral en el extranjero, por lo que Noether se desplazó al otro lado del Atlántico para continuar desarrollando su carrera. Allí la situación volvió al punto inicial: primero relegada a dar clase en el colegio “para señoritas” Bryn Mawr y, posteriormente, discriminada por sus compañeros en Princeton.

UNA MENTE BRILLANTE

Pero todas esas limitaciones de género no le prohibieron a Emmy dejar un legado inigualable en las matemáticas. Entre algunas de sus aportaciones destacan sobre todo dos: el desarrollo del teorema de conservación conocido como Teorema de Noether, así como el trabajo en álgebra abstracta. Concretamente, el primero le sirvió para poner fin a uno de los grandes problemas que presentaba la Teoría de la Relatividad de Einstein.

 Y es que, en junio de 1915, pocos meses después de la incorporación de Noether a Göttinger, Albert Einstein dio en esa misma Universidad una serie de conferencias sobre su teoría general de relatividad, aún incompleta. Einstein asumía que en su teoría la energía se conservaba de igual forma que en la teoría clásica, pero justo esa afirmación parecía suponer un fallo, el cual Hilbert afirmó que se debía atribuir al propio teorema. Sin embargo, Emmy Noether demostró que el error no era en realidad un error, sino que simplemente era una característica de la propia teoría consecuencia de las simetrías que involucraba: las cuantificó dando una conexión lógica entre las simetrías y las leyes de conservación.

Por otra banda, Emmy se crio en un contexto histórico en el que las matemáticas estaban sufriendo una gran revolución. Los científicos de los siglos anteriores trabajaron en desarrollar métodos muy específicos para problemas concretos, como por ejemplo las ecuaciones cúbicas o de cuarto y quinto grado. Sin embargo, el trabajo de Emmy en álgebra fue indispensable para que la concepción de esta disciplina se moviese a sistemas más abstractos, donde fuese posible usar las matemáticas para resolver problemas más universales.

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