A medida que las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero calientan el planeta, aumentan las tasas de intensificación de los ciclones tropicales. Así lo confirmó un estudio publicado en la revista Nature pocos días antes de que el huracán Otis pasase de categoría 1 a categoría 5 de forma inesperada y tocase tierra en la costa de Acapulco (México).

Hasta el momento no se han reportado víctimas mortales, pero el impacto en la infraestructura de la ciudad ha sido devastador y sin precedentes: «No se tiene constancia de ningún huracán de esta intensidad en esta parte de México», expone el comunicado oficial del Centro de Huracanes del Pacífico Central, organismo dependiente de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés).

Los ciclones tropicales están dentro del repertorio de fenómenos meteorológicos predecibles: de hecho, cada año se publican los pronósticos de la temporada en un informe que contempla no solo su posible frecuencia y su comportamiento, sino también su potencial para convertirse en huracanes. Sin embargo, Otis es el ejemplo de que, cuando se trata de la naturaleza, siempre hay un porcentaje de incertidumbre en las estimaciones.

Tras el evento, los expertos atribuyen el arrasador paso del huracán por el sur de México al fenómeno de la intensificación rápida (RI, por sus siglas en inglés), la cual se traduce en un aumento de la velocidad del viento igual o superior a 56 km/h en menos de 24 horas. Así, la rapidez con la que se desarrolló Otis no permitió que la población se preparase para recibir un huracán de tal categoría. 

¿Cómo se produce la intensificación rápida de un huracán?

Solo el huracán Patricia, el cual tocó tierra en la costa de Jalisco y Colima en 2015, ha superado en cifras la RI de Otis, que aumentó su velocidad en 185 km/h en 24 horas y pasó así a categoría 5, la más elevada de la escala Saffir-Simpson. El aumento de Patricia fue de 193 km/h en 24 horas.

Pero estos dos no han sido los únicos en exhibir este comportamiento en los últimos años: Ian (2022), Ida (2021) y Dorian (2019) son algunos de los ejemplos que los meteorólogos toman para dar explicación al fenómeno de la intensificación rápida.

Hay dos elementos principales que intervienen en este proceso de intensificación: la temperatura del mar -que, en el caso de Otis, no era excepcionalmente cálida para los valores habituales de la época-, y unas condiciones atmosféricas que presenten cizalladura del viento baja y ausencia de aire seco. «Cuando estos factores se alinean, un ciclón tropical puede absorber energía de la superficie del mar y convertirla en energía cinética, lo que resulta en un rápido aumento de la velocidad del viento y la presión central», explica la meteoróloga Mar Gómez para National Geographic España. 

Además, las condiciones propiciadas por el fenómeno de El Niño, el cual trae consigo un aumento de las temperaturas considerable a nivel mundial, ha conllevado un repunte en los índices de calentamiento global que hace aumentar las probabilidades de que se generen huracanes. 

La relación entre la intensificación rápida y el cambio climático

Se sabe que un huracán se forma cuando las aguas  del océano superan los 26ºC, pues a partir de este valor se produce una evaporación significativa y un aporte de humedad al sistema tormentoso que hace que llegue a tener una constitución sólida y acabe formando un huracán. Teniendo en cuenta este factor clave, diversos estudios pronostican que las elevadas temperaturas del océano, que han aumentado aproximadamente 0,88 °C desde el período 1850-1900 hasta la década 2011-2020, dibujan un escenario futuro en el que los huracanes serán cada vez más intensos. 

Del mismo modo, tal y como apuntan los resultados de la investigación mencionada anteriormente, existe una relación de causalidad entre el aumento de la temperatura global y el crecimiento de la tasa de intensificación rápida de los huracanes, lo que lleva a preguntarse cómo los peligros a los que se enfrentan ciertas áreas oceánicas tropicales pueden evolucionar si el clima se vuelve todavía más cálido. 

En este sentido, es una tarea sumamente compleja saber cuándo se intensificará un huracán, si es que lo hace. «Es complicado ya que se produce de forma muy repentina y no da tiempo a alertar a la población», apunta Mar Gómez. Así, frente a este gran reto, la NOAA ya está experimentando con un nuevo modelo de predicción llamado Sistema de Análisis y Pronóstico de Huracanes (HAFS, por sus siglas en inglés) que promete proporcionar advertencias más tempranas de la  intensificación rápida y, por lo tanto, evitar los grandes costos económicos y sociales de huracanes como Otis. 

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