En las noches de campo, cuando el sol se retira detrás del horizonte, y la oscuridad se adueña del cielo, pueden verse pequeños puntos luminosos revoloteando de forma desordenada, tal y como si se tratase de estrellas en movimiento: las luciérnagas. Estos pequeños insectos alados llevan cautivando la atención de miles de observadores con su atractivo brillo intermitente desde hace cientos de años.

Se trata de un animal que, como muchos otros, posee la curiosa capacidad de producir luz, conocida en la naturaleza como bioluminiscencia. Es un proceso en el que intervienen de forma conjunta la bioquímica, el metabolismo de estos pequeños insectos y la propia evolución, plasmando un testimonio de lo más asombroso de la adaptación de la vida en la Tierra.

LA BIOLUMINISCENCIA

La luz que emiten las luciérnagas nace en su abdomen y tiene la característica de ser una producción lumínica que no genera calor. El sistema nervioso es el encargado de regular todo este proceso de bioluminiscencia, el cual ocurre dentro de unas células específicas, conocidas como fotocitos y que se encuentran en la parte más baja del abdomen. Pero, ¿cómo son capaces estos pequeños insectos de producir luz?

Pues bien, las luciérnagas cuentan en estas células especializadas con una sustancia muy concreta llamada luciferina. Este compuesto es capaz de reaccionar con otros elementos químicos cuando llegan a los fotocitos en un proceso que libera energía en forma de luz. Esos elementos químicos pueden ser diversos, como el magnesio o el adenosín trifosfato, pero destaca sobre ellos el oxígeno.

De esta forma, en la respiración, las luciérnagas toman oxígeno el cual se reparte por todo el cuerpo. Sin embargo, al llegar a estas células abdominales especializadas, reacciona con la luciferina presente, dando lugar a la reacción de bioluminiscencia y emitiendo luz hacia el exterior.

DARWIN Y LAS LUCIÉRNAGAS

Aun así, ¿cuál es el objetivo de que las luciérnagas brillen? ¿Por qué emiten ese brillo? Pues bien, es justamente la evolución y la adaptación al medio y al entorno la que tiene la respuesta a esa pregunta. Parece ser que, según los expertos, la bioluminiscencia de las luciérnagas aparecía únicamente en las larvas como una forma de “avisar” al resto de animales de su sabor amargo y desagradable y, de esa forma, defenderse de los depredadores y asegurar su evolución.

Sin embargo, con el paso de los años, esa luz fue adquiriendo otras funciones, por lo que las luciérnagas comenzaron a mantener la bioluminiscencia más allá de su periodo larvario. Así, actualmente se atribuye esa iluminación al mecanismo de atracción sexual entre estos insectos. Cada tipo de luciérnaga cuenta con un patrón de destello de luz diferente, de forma que esta actúa como una señal de identificación ante posibles y compatibles parejas sexuales.

Además, algunas luciérnagas depredadoras han desarrollado la capacidad de imitar ciertos patrones que corresponden a hembras de otras especies, de forma que, al acercárseles otros machos confundidos y atraídos, pueden comérselos con facilidad. Se trata de un comportamiento de adaptabilidad y mimetismo asombroso.

ESCARABAJOS SINGULARES

Pero, más allá de la fascinación que pueda transmitir la bioluminiscencia de estos insectos, las luciérnagas presentan otras características que los convierten en unos animales de lo más singulares. Por ejemplo, ¿sabías que son un tipo de escarabajo? Y es que se trata de miembros nocturnos de la familia de los lampíridos, o Lampyriadae

Además, son un grupo de lo más extenso: en todo el mundo se conocen alrededor de 2.000 especies de luciérnagas diferentes, aunque en España solamente se han identificado 8 de ellas. Y, lo más curioso de todo, es que cada una cuenta con un patrón lumínico completamente distinto al del resto. Sin embargo, a pesar de existir tantos miembros diferentes, su esperanza de vida es escasa: se estima que los adultos viven, únicamente, alrededor de una semana.

Aun así, marcan el territorio que habitan y no se quedan inadvertidas pues, debido a su alimentación basada en invertebrados y diferentes babosas, se piensa que una larva de luciérnaga en desarrollo puede llegar a consumir hasta 70 caracoles. Nada mal, la verdad, para un insecto que no va a llegar a superar los 25 milímetros de largo.

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