¿Te imaginas describir el movimiento de los astros en función de la melodía que emiten? Parece una locura, ¿verdad? Pues debes saber que para el astrónomo Johannes Kepler era toda una realidad. Y es que este científico visionario del siglo XVII desarrolló su pensamiento en una época donde las órbitas de los planetas se creían circulares y divinamente perfectas, aunque los datos astronómicos no acababan de coincidir con esa creencia. Él desafió las ideas establecidas, encontrando una relación armónica en esos movimientos y plasmándolo en su obra Harmonices Mundi.

Se trata de un libro publicado en el año 1619, escrito enteramente en latín. A lo largo de sus páginas, Kepler discute, debate y argumenta acerca de la armonía, la musicalidad y la congruencia de las formas geométricas y de los fenómenos físicos. La obra alcanza su clímax en la sección final, donde el científico plasma su mayor descubrimiento, posteriormente llamado Tercera Ley del Movimiento Planetario.

JOHANNES KEPLER: UN PENSADOR REVOLUCIONARIO

Johannes Kepler es un científico que hace honor a su fama: fue una figura clave en la revolución científica, así como uno de los mejores pensadores y astrónomos de su época. En la Universidad de Tubinga, en Alemania, donde estudió teología y astronomía, su profesor de matemáticas lo puso en contacto directo con el sistema heliocéntrico desarrollado por Copérnico en el año 1543 mientras que el resto de estudiantes asumían como cierto el sistema geocéntrico de Ptolomeo, el cual situaba a la Tierra en el centro del Universo.

Es así como Kepler se volvió un seguidor del pensamiento copernicano y dedicó la mayor parte de su vida al estudio y entendimiento de los movimientos planetarios. De esa forma, comenzó planteando una teoría basada en la geometría pitagórica y en la idea de que todo lo creado por Dios debía ser divino y completo, que afirmaba que las distancias de los planetas al Sol venían dadas por esferas en el interior de poliedros perfectos.

Sin embargo, al estudiar los datos de los que disponían, se dio cuenta de que los movimientos planetarios no podían ser explicados mediante ese modelo, pues algo fallaba. Fiel a su idea de círculos perfectos, probó con todas las esferas y formas circulares existentes, sin conseguir obtener un modelo que se adaptase a la realidad. Frustrado, pasó a plantear un modelo basado en óvalos, en cual también fue un fracaso. Finalmente, usando las elipses como fundamento del movimiento planetario encontró los resultados concluyentes con los datos experimentales.

Así, usando ese nuevo modelo de órbitas elípticas, Kepler revolucionó la astronomía del momento planteando tres leyes del movimiento planetario que conseguían explicar, por fin, en qué consistía la dinámica de los planetas y astros y cuál era su fundamento. Sin embargo, lejos de alegrarse por su descubrimiento, se dice que Kepler adoptó un sentimiento de decepción y que no paraba de preguntarse: “¿Por qué elipses habiendo círculos?”

LA MÚSICA DE LAS ESFERAS

De esas leyes, la más impactante fue la tercera, pues consiguió relacionar las trayectorias de los planetas entre sí. Se enuncia de la siguiente forma: “El cuadrado de los períodos de la órbita de los cuerpos celestes guarda proporción con el cubo de la distancia que hay respecto al Sol”. Es decir, que dividir el cuadrado de lo que tarda en dar una vuelta al Sol, entre el cubo de lo que mide el semieje mayor de su órbita, será una constante siempre.

Se llamó la ley armónica y fue todo un hito en astronomía, pues permitió unificar, predecir y comprender todos los movimientos de los astros. Para desarrollarla, Kepler se inspiró en un concepto filosófico conocido como la armonía de las esferas, el cual se basa en que los movimientos de los cuerpos celestes son, en realidad, una forma de música.

El primero en tratar esta idea fue el matemático Pitágoras, quien identificó que el tono de una nota musical era inversamente proporcional a la longitud de la cuerda que había producido el sonido. Bajo este planteamiento, propuso que el Sol, la Luna y el resto de los planetas producían su propio “zumbido” al moverse por la órbita planetaria, tratándose de un sonido que dependía de ese movimiento.

LA ARMONÍA DE LOS MUNDOS

De esa forma, en su obra de cinco partes de 1619, Hamonices Mundi, o La Armonía de los Mundos, Kepler postula que los intervalos musicales y las diferentes armonías son las que describen el movimiento de los únicos seis planetas que eran conocidos por aquel entonces. Obviamente, él no creía que ese sonido que emitían fuese detectable por los oídos ni audible, sin embargo, si afirmaba que podía ser escuchado por el alma en un modo metafísico. De hecho, en la obra plasma la idea de que un creador cristiano, un Dios central, es el autor de ese sistema, el que está dando lugar a esa conexión tan perfecta entre geometría, astronomía y música.

En la primera y segunda parte del libro, Kepler hace un breve análisis de su idea inicial, donde las órbitas y las distancias de los planetas se podían explicar mediante una estructura de poliedros perfectos. En la tercera, el astrónomo retrocede hasta el descubrimiento hecho por Pitágoras sobre la relación entre la melodía y las cuerdas, desarrollando la idea de que por ese tipo de relaciones escuchar música es tan placentero para los humanos.

En el cuarto capítulo, Kepler establece una base metafísica para ese sistema y establece una analogía entre las velocidades de los planetas y la música polifónica. Así, afirma que los planetas con mayor excentricidad, los que deben tener una mayor variación en su velocidad producen más notas. Por ejemplo, expone que las velocidades máxima y mínima de la Tierra está en una proporción de 16 a 15 y, por tanto, varía en un semitono, lo que se traduce en que nuestro planeta “canta” las notas Mi-Fa-Mi.

Finalmente, en la quinta parte de su obra, Kepler reflexiona sobre la relación que existe entre esas velocidades orbitales para cada planeta, comprobando que, al compararlas entre ellas, se crean ciertas armonías matemáticas. De esta afirmación desarrolla directamente su famosaTercera Ley del Movimiento Planetario.

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