Un día de mediados de diciembre de 1933, Thubten Gyatso (1876-1933), el XIII dalái lama, se sentía indispuesto. Su médico personal le comunicó que estaba enfermo, así que le aconsejó que reposara. El oráculo de Nechung, un médium al que se le atribuyen poderes para invocar a los espíritus según la tradición budista tibetana, le administró una medicina que acabó empeorando su estado. No está claro si aquel error fue deliberado o involuntario, pero unas horas más tarde, el máximo líder político y espiritual tibetano exhalaba su último respiro.

El suyo había sido un mandato relativamente tranquilo y en cierta medida próspero. Los últimos días de la dinastía Qing habían dado a los tibetanos la oportunidad de disipar a las entonces fragmentadas tropas chinas, mientras que una cierta prosperidad vivida en las primeras décadas del siglo XX había posibilitado la entrada de ciertos elementos modernos en el Tíbet, como la electricidad y el teléfono.

Pero aquellos años de buenaventura parecían quedar atrás, y tanto el propio dalái lama como las creencias tibetanas parecían augurar un tiempo convulso. Los tibetanos creen que la muerte de una persona en domingo o martes puede traer alguna enfermedad a la familia. Como el dalái lama no tenía familia, se consideraba que la desgracia se cerniría sobre todo el pueblo tibetano, con lo que urgía encontrar una reencarnación en el menor tiempo posible.

Thubten Gyatso había sido nombrado dalái lama con solo 3 años de edad, con lo que, según la tradición tibetana, la decimocuarta reencarnación debía de estar al llegar, si no lo había hecho ya. La cuenta atrás había empezado.

La reencarnación: una ardua travesía basada en indicios

Según la tradición tibetana, más que una reencarnación, la del dalái lama es una emanación, ya que, de alguna manera, se basa en indicios que proceden de Su Santidad antes de abandonar el cuerpo.  Los tibetanos otorgan el título de Tulku (Cuerpo de Emanación de Buda), a aquellos maestros que han dominado la muerte a través de la reencarnación y el conocimiento del lugar de su nuevo nacimiento. Se trata de una tradición que hunde sus raíces antes de la llegada del budismo al Tíbet y que usa no solo para la designación del dalái lama, sino también para otros lamas que tienen relación con seres iluminados.

«La reencarnación es lo que ocurre cuando alguien renace después de la muerte del predecesor. La emanación es cuando hay manifestaciones sin que la fuente haya fallecido». Khyentse Wangpo

Tal y como describe el propio dalái lama en su portal oficial, “una vez creado el sistema de reconocimiento de los Tulkus, se desarrollaron diferentes maneras de proceder. Entre las más importantes se encuentran: el hecho de que el predecesor dejara una carta con predicciones, instrucciones e indicaciones sobre lo que podría ocurrir; el que una reencarnación relate y hable de su vida anterior con detalles exactos; la identificación de pertenencias del predecesor y el reconocimiento de personas allegadas a él. Además, hay modos adicionales como el pedir una adivinación a maestros espirituales fidedignos, consultar a oráculos terrenales que hablan a través de médiums en trance y observar las visiones que se manifiestan en los lagos sagrados de los protectores, como el Lhamoi Latso, un lago sagrado al sur de Lhasa”. Casi todos esos preceptos se dieron en su propia reencarnación.

Primeras pistas: el cuerpo inerte del XIII Dalai Lama mira hacia el este

Así, los maestros designados con el título de Tulku conservan una capacidad innata de dejar indicios para encontrar a su sucesor. En el caso del XIII dalái lama, los tibetanos encontraron algunas de esas pistas el mismo día de su muerte. Según se relata en la biografía autorizada escrita por Mayank Chhaya (Dalai Lama, hombre, monje, místico; Mayank Chhaya. Grijalbo, 2009), en el momento de su fallecimiento el líder espiritual “ofrecía un aspecto contemplativo […] mirando al sur […]. Misteriosamente, su cabeza se inclinó hacia el este. Uno de los monjes lo advirtió y la dirigió suavemente hacia el sur. Al día siguiente, la cabeza volvía a apuntar hacia el este”.

Esta misma fuente hace eco de otros dos indicios que aparecen en informes oficiales de la época. Un pilar de madera seca de un templo desarrolló en la base un hongo con forma de estrella y una flor de dragón brotó como por arte de magia en un patio central del palacio. Además, en el cielo apareció una congregación de nubes en el nordeste que parecían marcar en camino a seguir.

el presagio del lago Lhamoi Latso

Año y medio después del fallecimiento del último dalái lama, Reting Rimpoche, lama del monasterio Reting, una figura implicada en la búsqueda de las reencarnaciones de lamas, decidió buscar más indicios en el lago Lhamo Latso, situado a 1.500 metros de altitud a unos 150 kilómetros de Lhasa. Se dice que, tras un largo período de contemplación, visualizó las tres letras tibetanas ‘A, Ka y Ma’ en la superficie del lago, seguido de unas visiones de una estructura de tres plantas con un tejado dorado y paredes de azulejos verdiazules, así como un sendero angosto que rodeaba una pequeña colina que remataba en una pequeña casa.

Aquellos indicios apuntaban claramente que el XIV dalái lama había llegado al mundo, pero ¿dónde había que buscarle? ¿Qué significaban aquellos augurios? El misterio empezaba a desvelarse, por lo que todavía quedaban muchas preguntas sin resolver.

El oráculo de Nechung y el Panchen Lama guían el camino

Las autoridades religiosas tibetanas estuvieron dos años más debatiendo sobre los indicios, con lo que recurrieron al oráculo de Nechung para que invocara a los espíritus de las deidades protectoras. Así, el oráculo dio instrucciones de enviar tres equipos de búsqueda en tres direcciones: Dakpo, en el sudeste; Kham, en el este, y Ambo, en el nordeste. En septiembre de 1938 -casi 5 años después de la muerte del XIII dalái lama- partía por fin la expedición en busca de la reencarnación de la máxima figura del budismo tibetano.

La siguiente pista la dio el panchen lama, la segunda entidad después del dalái lama, quien identificó a tres niños como posibles reencarnaciones. Uno de ellos había fallecido, mientras que el otro resultó ser un fiasco. El último de los candidatos era un pequeño llamado Lamo Thondup nacido en un pequeño poblado llamado Taktser (cerca de la actual ciudad de Haidong, en la provincia china de Qinghai).

Para no cometer errores, envió a dos emisarios: el lama del monasterio de Sera Keutsang Rinpoche y su ayudante, Tsedrun Lobsang, quienes partieron de Lhasa hacia el este. Cuando llegaron al monasterio de Kumbum, quedaron boquiabiertos al ver un templo de tres plantas con azulejos verdiazules y un sendero que rodeaba una pequeña casa, tal y como indicaban la visión del lago Lhamoi Latso . De todos modos, decidieron idear una elaborada estratagema para poner las cosas difíciles al posible reencarnado.

“Ese rosario es mío”, la revelación del pequeño Dalái Lama

Al llegar a Lhasa, el abad se vistió con un hábito común, mientras que Lobsang se enfundó prendas más ceremoniales par parecer el jefe del grupo. Cuando la comitiva entró en Takser, todo el pueblo salió a recibir a aquellos emisarios de Lhasa. Sonam Tsomo, la madre de Lhamo, permaneció en el umbral de su casa, ignorando que la comitiva se dirigía hacia allí.

Según relatan las crónicas de la época, cuando el abad tomó asiento, el niño saltó a su regazo, le cogió el rosario y exclamó “Es mío”. Keutsang Rinpoche le dijo que podía quedárselo si reconocía al abad, algo que el pequeño Lhamo hizo al instante. “Sabía que me estaban poniendo a prueba -respondía el dalái lama Mayank Chhaya casi 60 años después de aquel suceso- pero como era un niño no podía enterarme del todo. Recuerdo claramente cómo se iluminaron sus rostros. […] Era como si siempre hubiera estado allí”. Sin embargo, la comitiva todavía tardó en tomar una decisión.

“Sabía que me estaban poniendo a prueba, pero como era un niño no podía enterarme del todo». 

Enviaron una misiva a Lhasa y recibieron la orden de someter al pequeño a otra prueba: debía identificar los objetos que habían pertenecido al último dalái lama. Se aseguraron de mostrarles parejas de objetos muy parecidos, para desconcertarle, pero el pequeño separaba con facilidad los verdaderos de los falsos. “Era como si estuviera contemplando cosas con las que ya estuviera familiarizado”, sentenciaba el dalái lama.

Y así fue como, después de que Lhamo superara sin problemas las diversas pruebas, el equipo de búsqueda se dio cuenta de que las letras “A, Ka Ma hacían referencia a Amdo, Kumbum y la ermita de Karma Shar-ston, respectivamente. Todas las piezas parecían encajar. Comunicaron a la familia que su pequeño era la reencarnación de un importante lama -aunque no dijeron de quien se trataba- e iniciaron los preparativos para el largo viaje a Lhasa.

El 21 de febrero de 1940, Lhasa celebraba con júbilo la llegada del XIV dalái lama. Diez años después, a los 15 años de edad, asumiría todo el poder político del Tibet. Pocos podían imaginar entonces que unos años más tarde cruzaría los Himalayas en dirección a la India para no regresar jamás.

Nuevos tiempos, nuevas reencarnaciones

En 2023, 90 años después del fallecimiento del XIII dalái lama, la preocupación por la reencarnación vuelve a sobrevolar sobre el budismo tibetano. El pasado mes de marzo Tenzin Gyatso presentó en Dharamsala, la ciudad del norte de la India donde permanece en el exilio desde 1959, a un niño de ocho años que asegura que es la reencarnación del último Jetsun Dhampa, uno de las figuras más importantes de la religión tibetana, cuyo último representante falleció en 2012.

Uno de los encargados de guiar esa iluminación fue la misma figura que dio con él mismo hace hoy 85 años: la decimosexta reencarnación del oráculo de Nechung, quien se había reunido en numerosas ocasiones con el pequeño y con sus padres. manifestó recientemente a un periodista de The Economist que se habían cuidado mucho de mantener el secreto para evitar la injerencia de China, una de las mayores preocupaciones del líder tibetano después de la elección del panchen lama, la segunda figura más importante del budismo tibetano.

la controvertida elección del panchen lama

Hace 28 años, el dalái lama identificó a uno niño de 6 años como la reencarnación del panchen lama. Sin embargo, las autoridades chinas, recelosas de que pudiera convertirse en un futuro líder en el exilio, capturaron al pequeño a los pocos días. Nada se ha sabido desde entonces del que ha sido considerado como el preso político más joven de la historia contemporánea. El Gobierno chino lo sustituyó, nombrando por su cuenta su propia reencarnación: un monje llamado Gyaltsen Norbu que hoy ejerce con toda la pompa de su cargo en calidad de reencarnación de panchen lama, pero que carece de poder fáctico, ni en Lhasa ni en Dharamsala.

¿Un Dalai Lama americano?

Teniendo en cuenta esos precedentes, hay un detalle importante en el reciente nombramiento del Jetsun Dhampa: su país de nacimiento. El propio dalái lama había comentado hacía años en una conferencia de prensa que estaba convencido de que la reencarnación de la importante figura del budismo tibetano ya se encontraba en Asia. Pero en este caso había nacido mucho más lejos. Concretamente en Florida.

Aunque el líder religioso se ha mostrado hasta la fecha elusivo en lo referente a su propia reencarnación, ha manifestado en más de una ocasión que solo puede adelantar que su sucesor nacerá en un país libre, lo que excluye, según su interpretación, a China y al Tíbet. Ello alimenta todavía más las elucubraciones. Es posible que el próximo dalái lama sea nativo de un lugar situado a miles de kilómetros de distancia de Lhasa. Podría ser parisino, romano o texano… podría ser un hombre o una mujer…

También ha dejado abierta la posibilidad de elegir su propia reencarnación mientras esté todavía vivo, emulando a la última fumata blanca del Vaticano. Incluso ha fantaseado alguna vez con la posibilidad de que él sea la última reencarnación del dalái lama. Sea cual sea su decisión, ha afirmado a los medios de comunicación que la dejará por escrito a su círculo más íntimo cuando cumpla 90 años. 

China tiene otros planes

Sin embargo, como ya sucedió con el último panchen lama, todo parece indicar que su voluntad choque diametralmente con la voluntad de China, cuyo Gobierno afirma tener la última palabra en la reencarnación de las figuras religiosa. En 2008, la Oficina Estatal de Asuntos Religiosos del país publicó un reglamento llamado “Medias de Gestión de la Reencarnación de los Budas Vivientes’ basado en una antigua normativa de la dinastía Qing e la que ponía negro sobre blanco cuáles debían ser las condiciones para la elección de los líderes de distintas confesiones, entre ellos, el dalái lama. El quinto punto de la batería de 14 propuestas es tajante e indica claramente que corresponde a Pekín la última decisión.

Aunque el Gobierno de China nunca abunda en demasiados detalles sobre sus intenciones políticas, se sabe que a lo largo de este año las autoridades de Pekín han reanudado sus planes para el futuro del Tíbet del próximo dalái lama. Según apuntaba recientemente The Economist, a principios de este año, un equipo de altos funcionarios empezó a preparar el secreto del máximo representante del budismo tibetano, mientras que los medios estatales han renovado su interés por piezas sagradas del budismo como la ‘urna dorada’, una reliquia del siglo XVIII de la dinastía Qing a la que se la atribuyen poderes para seleccionar a los lamas.

A sus 88 años de edad, Tenzin Gyatso empieza a escribir las últimas páginas de su convulsa regencia desde su exilio en Dharamsala. Es posible que el XV dalái lama ya haya nacido. Quizá hace tiempo que está entre nosotros. Puede que únicamente lo sepan el oráculo de Nechung, o los líderes de Pekín. Pero cabe recordar que la última reencarnación se anunció 7 años después del fallecimiento del XIII dalái lama. El camino hacia la iluminación siempre lleva sus tiempos.

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