No pienses en un elefante rosa. No pienses en su trompa, ni en sus patas que se posan en el suelo cual pilares que soportan un enorme y pesado cuerpo rosado. El mero hecho que nos nombren un objeto o una acción es suficiente como para activar una serie de procesos en nuestra mente que nos llevan a pensar en ello. Esto no solo ocurre con objetos imaginarios, sino también con acciones, como pensar en respirar.

Pasado un rato, o tras una distracción, el objeto o la acción desaparecen de nuestros pensamientos. Ahora bien, una vez hemos creado al elefante rosa, podrá volver en algún momento si se dan los estímulos necesarios. Afortunadamente, un elefante rosa no es un pensamiento intrínsicamente malo, puede ser incluso divertido imaginarse a un paquidermo de un color tan peculiar, pero hay recuerdos traumáticos que puede que no sean tan agradables tenerlos en la cabeza.

Recuerdos y subconscientes

En psicología existe cierto consenso de que reprimir los recuerdos tiene efectos negativos. Según se pensaba, tratar de reprimir un recuerdo lo que acaba provocando es el efecto contrario. Si volvemos por un momento al elefante rosa, cuando nos dicen que no pensemos en ese elefante, irremediablemente acabamos pensando en él. Ahora bien, donde empiezan los traspiés de la ciencia y nos adentramos hasta las rodillas en terreno pantanoso es cuando se comienza a hablar de subconscientes.

Es decir, que ese elefante rosa, ahora mismo, aunque no estemos pensando en él, está en nuestra mente condicionando nuestro comportamiento. Esta idea freudiana también se ha abierto camino en la sociedad y ha sido durante mucho tiempo una de las bases de la psicoterapia. La idea tras este método es que para sanar la mente es necesario revivir los recuerdos para enfrentarse a ellos. Es decir, que tenemos que revivir al elefante rosa, abrazarlo, y convivir con él de forma sana.

¿Pero esto funciona?

La respuesta a esta pregunta es extremadamente compleja. Los recuerdos traumáticos pueden causar cambios tanto en la conducta como la bioquímica cerebral a niveles que no comprendemos en su plenitud. En la actualidad, las terapias que más eficacia demuestran experimentalmente para sanar la mente son las cognitivo-conductuales. Estas terapias se basan en modificar las conductas de la persona con una serie de ejercicios para comprender los pensamientos o acciones nocivas y transformarlos en hábitos saludables. Ahora bien, en ocasiones también se necesita ayuda farmacológica para que la terapia sea eficaz.

Como prácticamente todo en nuestro cuerpo, la mente se puede entrenar. Por poner un ejemplo, podemos observar el deporte del ajedrez. Hay gente que tendrá una mayor capacidad innata para descifrar las mejores jugadas de un tablero de ajedrez. Ahora bien, si esa persona no ha jugado nunca, no tendrá nada que hacer contra una persona con menor capacidad pero que lleve 10 años practicándolo a nivel competitivo. Ese entrenamiento y aprendizaje se aplica a todas las situaciones de nuestra vida, y, por tanto, podía enfocarse en entrenar el ser más felices.

El control inhibitorio

Desde la Unidad de Cognición y Ciencias Cerebrales del Consejo de Investigación Médica de Reino Unido han decidido comprobar experimentalmente si se pueden emplear los mecanismos de control inhibitorio para mejorar la salud mental. Este control se define como la habilidad para dejar de hacer una acción automática para sustituirla por una racional. Esta acción puede ser un pensamiento, un comportamiento o una emoción, pero sea cual sea, la persona no quiere realizarla más.

La doctora Zulkayda Mamat planteó durante su doctorado que el control inhibitorio se puede entrenar. Por ello, ideó un experimento que puso en práctica durante el confinamiento por COVID19. En este contexto, los niveles de ansiedad de la población aumentaron significativamente, por lo que la doctora trató de encontrar un método para aprender a lidiar con esos momentos tan duros. Para ello, reclutaron a 120 personas de 16 países y, con los datos recogidos, intentaron llegar a la conclusión de si era beneficioso para la salud mentar practicar la supresión de pensamientos nocivos.

El entrenamiento para ser más feliz

En el estudio, pidieron a los participantes que pensaran situaciones que podrían producirse en su vida en los próximos dos años. Entre las situaciones tenía que haber 20 miedos o preocupaciones, 20 esperanzas o sueños, y 36 acontecimientos rutinarios. Cada uno tenía libertad total para elegir sus situaciones, pero sí que había una regla: los miedos o preocupaciones tenían que ser de ese momento y les tenían que haber asaltado en más de una ocasión.

Una vez elegidas las situaciones, debían nombrarlas con una única palabra, algo que inequívocamente pudiesen asociar al recuerdo. También debían escribir un detalle. Como ejemplo de un pensamiento negativo; la situación sería visitar a los padres en el hospital como consecuencia del COVID-19, la palabra clave podría ser «Hospital» y el detalle específico «Respiración».

Una vez los voluntarios habían identificado las situaciones, se programaron 3 sesiones de 20 minutos en días diferentes. En las sesiones se les mostraban en total 12 palabras clave relacionadas con los miedos y 12 con las esperanzas. Tras esto, se les pedía que trataran de evitar imaginar el evento mientras miraban a la palabra del miedo, pero sin distraerse, si no intentando bloquear activamente el recuerdo. Como control, a un grupo de voluntarios les dieron las palabras de las situaciones cotidianas en vez de los miedos.

Cuando les mostraban las palabras de las esperanzas, se les pidió a los participantes que imaginaran la situación de la forma más vívida posible. Además, los participantes debían comentar sus sentimientos al respecto. Para analizar los cambios en la salud mental, se realizaron cuestionarios antes y después del entrenamiento, así como un control a los 3 meses para observar los efectos a largo plazo.

¿Pero esto funcionó?

Los voluntarios del estudio notificaron que los eventos que les provocaban ansiedad se volvieron mucho menos vívidos y les rondaban menos la cabeza tras el entrenamiento. En general este entrenamiento aumentó la felicidad de los voluntarios, pero especialmente dentro de un grupo que había reportado sufrir algún tipo de estrés postraumático. En ellos, el hecho de entrenar la supresión del recuerdo del evento traumático les ayudó a que no les afectara en su vida diaria y, sobre todo, no se observó un “efecto rebote”.

Tanto la Dra. Mamat como su supervisor encuentran este hecho esperanzador, porque muestra los beneficios de entrenar la supresión de pensamientos. También piden prudencia hasta que se realicen más estudios, ya que 120 personas pueden parecer muchas, pero la cabeza de cada uno puede requerir una terapia específica. Por ello es muy importante acudir a un profesional que valore las necesidades de cada uno antes de comenzar una terapia concreta.

Sin embargo, los resultados son muy interesantes, y aportan una base sólida para construir más estudios al respecto. Al final puede que, con el entrenamiento suficiente, suprimir aquellos recuerdos dolorosos sean algo beneficioso y, en vez de enfrentarse a ellos, podamos irlos olvidando hasta que no nos afecten. De momento, y por culpa de este artículo, seguiremos pensando en ese elefante rosa, con su trompa y sus patas que se posan en el suelo cual pilares.

Facebook Comments