Farsantes, charlatanes, virtuosos de la oratoria, hábiles embaucadores y maestros de la persuasión. A lo largo de historia, la crónica de la humanidad se ha entretejido con las hazañas de individuos que, con destreza insigne, han tratado de labrar su fortuna en el vasto edén del engaño. Un caso ilustrativo es el de Elizabeth Holmes, presidenta y fundadora de Theranos, quien intentó estafar tanto a la industria médica como a miles de pacientes con un prometedor dispositivo capaz de detectar múltiples enfermedades en una sola gota de sangre

Otro caso bien conocido es el de Andrew Wakefield, quien también en el ámbito médico perpetró uno de los engaños más notorios al difundir una teoría de la conspiración infundada sobre la relación entre vacunas y autismo, desencadenando un temor generalizado. 

Entre las filas de estos conocidos coloquialmente como «vendedores de humo», se erige también la figura de Jaques Benveniste, cuyas dudosas investigaciones han llevado a muchos a adquirir, literalmente, un destilado tan insustancial como los elixires de la eterna juventud o las soluciones capilares milagrosas: y es que Benveniste, además de humo, vendía agua. 

La historia de Jaques Benveniste comienza en 1935 en París, en una familia acomodada de origen judío. Su vocación era la de un piloto de carreras, una aspiración que pronto se vería frustrada por una lesión de espalda que le obligaría a reorientar su futuro laboral hacia la medicina. Fue así, que tras graduarse en medicina en 1960 en la Universidad de París y ejercerla durante algunos años, dirigió su carrera hacia la investigación inmunológica. 

A la edad de 30 años, en 1965, pasaría a engrosar las filas del Instituto Francés para la Investigación del Cáncer -CNRS- en el que se mantuvo dos años antes de trasladarse, en 1969, a la Scripps Clinic and Research Foundation, en California, donde no en vano se labró un nombre de cierto prestigio al formar parte del equipo que descubrió el PAF o Factor Activador de Plaquetas, un mediador bioquímico implicado en la respuesta inmunológica e inflamatoria del organismo. 

De vuelta en Francia, fue nombrado director de inmunología, alergias e inflamación de la Agencia de Investigación Biomédica Francesa -INSERM- en París, donde un miembro de su laboratorio sometió un remedio homeopáticamente diluido a una prueba de alergia ideada por Benveniste, obteniendo un resultado, a priori, positivo. 

La prueba, llamada desgranulación de basófilos, era en realidad muy poco original. Simplificando en extremo, según esta, y según afirmaba Benveniste, el sistema inmunitario humano podía reaccionar a un agente externo de la misma manera que ante una solución con dicho agente que había sido diluida tantas veces como para no quedar ningún rastro del mismo: algo que el investigador asoció a la llamada memoria del agua. 

La memoria del agua es una supuesta propiedad no demostrada de esta según la cual las moléculas del agua almacenan las propiedades curativas de un compuesto sometido a varias diluciones en serie. Esta conjetura, propuesta por Benveniste, es la base teórica en la que se sustenta la homeopatía

Sus resultados fueron publicados en la revista Nature en 1988, no obstante, con un gran revuelto y un notable escepticismo de la comunidad científica ante la investigación, hacia la que pronto surgirían notables críticas. 

De hecho, y pese a, sorprendentemente, publicar el artículo, la propia revista Nature sería la primera en hacer publicas sus reservas ante la investigación de Benveniste. Tanto fue  así que, en una nota al pie del mismo la revista lo acompañaría cin una nota editorial que rezaba de la siguiente manera: «Los lectores de este artículo pueden compartir la incredulidad de los muchos árbitros que lo han leído… Por lo tanto , con la amable colaboración del profesor Benveniste, Nature ha hecho arreglos para que investigadores independientes observen las repeticiones de los experimentos». 

Cabe decir que, pese a que el trabajo del investigador desafiaba algunas de los preceptos más asentados de la física y la química, en aquellos momento Benveniste aún gozaba de una gran reputación como inmunólogo, y su artículo apareció firmado del mismo modo por otros centros de Francia, Canadá, Italia e Israel.

Una vez más, no obstante, la propia revista Nature, decidió someter el estudio de Benveniste a una revisión de investigadores independientes, entre los que se encontraban un editor de la propia revista llamado John Maddox, un científico experto en exponer el fraude científico conocido como Walter Stewart, e incluso el mago e ilusionista famoso por su escepticismo, James Randi.

Su informe, uno de los más atípicos publicados en la revista, destacó por la falta de ambigüedades así como por un estilo directo y fulminante. En su apertura, por ejemplo, describió los experimentos llevados a cabo por Benveniste como «estadísticamente mal controlados, de los cuales no se ha hecho ningún esfuerzo para excluir el error sistemático, incluido el sesgo del observador, y cuya interpretación se ha visto nublada por la exclusión de mediciones en conflicto con la afirmación». 

Indefectiblemente, tras un relato detallado de los procedimientos descuidados llevados a cabo, grabaciones de vídeo y estudios supervisados de doble ciego, la revisión concluyó afirmando que el fenómeno descrito por el artículo de Benveniste no era reproducible. 

Así, Maddox, el editor de Nature, ofrecería a Benveniste no publicar los resultados de su informe si este se retractaba del artículo publicado, algo que no sucedió, y que llevo al propio Benveniste a emprender su cruzada particular contra la revista, a la que acusó de burlarse de la investigación científica y de incitar una caza de brujas contra su figura. 

Benveniste, no obstante, continuaría investigando unos años más con el beneplácito del INSERM, hasta que el 1994 una nueva revisión de su trabajo culminó en el cierre de su laboratorio. Sin embargo, era demasiado tarde: Benveniste ya se había convertido en una especie de mártir para los defensores de la homeopatía, y considerado por muchos como un poseedor de la verdad víctima de la conspiración. 

Todo ello daría pie a Benveniste, algunos años después, a explorar una idea tan rocanbolesca como la de memoria del agua, la llamada biología digital, según la cual esta memoria del agua podía ser digitalizada y transmitida a otras moléculas de agua a través de pulsos electromagnéticos o del propio Internet. 

En reconocimiento a su carrera y aportaciones, Benveniste se convirtió en la primera persona en ganar dos premios Ig Nobel, una parodia de los premios Nobel otorgado anualmente por la revista Annals of Improbable Research, y que cada año reconocen los logros de diez grupos de científicos que, según la institución, «primero hacen reír a la gente, y luego la hacen pensar». 

El primero de ellos le fue otorgado en 1991 por la supuesta memoria del agua, el otro por su afirmación de poder transmitir tales recuerdos a través de Internet, algo que no obstante, no ha evitado que hoy muchos de sus defensores sigan haciendo referencia a su primer artículo publicado en Nature, y poniendo en riesgo el la vida de miles personas con remedios homeopáticos sustentados en la pseudociencia. Una industria que cada año, solo en Europa, mueve la friolera de 1.000 millones de euros. 

Facebook Comments