Desde tiempos remotos, existe una enfermedad que ha causado auténtico pavor entre distintos pueblos del mundo. Siendo objeto de miedo, estigma y malentendidos, la historia de la lepra se remonta, de hecho, a milenios atrás.

Tanto es así, que la lepra es una de las enfermedades más antiguas conocidas por la humanidad. A menudo considerada una maldición o castigo divino para diferentes culturas, lo que contribuía al estigma social relacionado con la lepra, se han encontrado evidencias de ella en registros y textos médicos de las civilizaciones egipcia o china, e incluso formando parte de numerosos relatos bíblicos. 

Posteriormente, durante la Edad Media, la lepra se convirtió en una enfermedad particularmente temida en Europa. Las personas afectadas por ella eran marginadas y a menudo obligadas a vivir en colonias separadas conocidas como leprosarios, es decir, comunidades aisladas donde los enfermos de lepra eran mantenidos al margen de de la sociedad.

Todo esto cambiaría, no obstante, con los estudios de un médico noruego conocido por descubrir en 1873 la bacteria Mycobacterium leprae, el agente causante de la lepra. Su nombre era Gerhard Henrick Armauer Hansen, motivo por el que esta terrible enfermedad también es conocida como el «mal o la enfermedad de Hansen». 

La historia de Gerhard Henrick Armauer Hansen comienza el 29 de julio de 1841 en Bergen, Noruega, en el seno una familia de clase trabajadora. El pequeño Gerhard fue el octavo de una familia de 15 hermanos que, según se dice, tras pasar una traviesa infancia bajo la autoridad de un padre estricto, acabaría estudiando medicina en 1859, en la entonces llamada Universidad de Christiania, ciudad hoy conocida como Oslo, donde se tituló con honores en 1866. 

Después de completar su pasantía, se desempeñó como médico comunitario durante dos años en Lofoten, un pequeño pueblo pesquero noruego, tras los cuales regresaría a su Bergen natal en 1868, una época en la que Noruega era probablemente el país más afectado por la Lepra del momento, y en el que se calcula que 2 de cada 1.000 noruegos padecían la enfermedad. En Bergen, además, se establecería el Centro Noruego para Investigación de la lepra y 3 hospitales destinados a tratar a los afectados por la enfermedad. 

Fue en este contexto, precisamente, que Hansen conocería a los doctores Daniel Cornelius Danielssen y Carl Wilhelm Boeck, el primero de ellos considerado la mayor autoridad respecto de la enfermedad en todo el continente europeo. Pese a ello, Danielssen, al igual que la gran mayoría de la comunidad médica en aquel entonces, era un firme defensor de que la Lepra era una enfermedad de carácter hereditario, una idea comprensible ya que el largo periodo de incubación de la lepra enmascaró durante mucho tiempo su carácter contagioso y bacteriano. 

Y es en este aspecto en el que precisamente encontramos la genialidad del científico noruego, pues en un momento en el que el concepto de contagio aún era poco entendido, Hansen fue el primero en proponer la idea de que la lepra era una enfermedad de carácter infecciosa, idea que entraba frontalmente en conflicto con la doctrina dominante.

Por ello Hansen recibiría duras críticas negativas, más a pesar de la férrea resistencia que encontró ante una propuesta tan desafiante, continuó investigando para probar su teoría. Fue así que un año más tarde, en 1869, el propio Hansen publicaría su primer trabajo describiendo las alteraciones en el tejido leproso valiéndose un equipo muy limitado y una de técnica de tinción de bacterias muy rudimentaria, por lo que, consciente de sus limitaciones técnicas, viajaría para continuar su formación en histología a la ciudad de Viena, en la que pasó los años siguientes. 

Su gran éxito llegaría llegaría 4 años más tarde, en 1973, momento en el que finalmente, a la edad de 32 años, concluyó con éxito su intento de identificar la sustancia infecciosa en el material leproso: una bacteria que fue bautizada como Mycobacterium leprae.  

Así, la investigación de Hansen desecharía para siempre la idea de que la Lepra era una maldición de dios para castigar a los hombres con sus pecados. De hecho, su trabajo, visto en perspectiva, podría calificarse como uno de los más innovadores de todo el siglo XIX, pues fue el propio Hansen, de hecho, el primero en sugerir que los microorganismos pueden causar enfermedades humanas.

Hansen fue el primer científico en sugerir que los microorganismos podían causar enfermedades humanas.

Pese a todo, en aquel momento el descubrimiento de Hansen seguiría rodeado de un halo de escepticismo durante algunos años. Su investigación, debido a la naturaleza Mycobacterium leprae no cumplía los postulados de Robert Koch, mediante los cuales un microorganismo debía poder ser aislado para luego ser inoculado en un animal y producirle la enfermedad. Esto llevó a Hansen a tratar de inocular la enfermedad en una mujer sin su consentimiento, una práctica carente de toda ética que supuso gran revés en su carrera y que mantuvo a Hansen en litigios legales durante algunos años. 

Entre tanto, en 1879, un joven bacteriólogo alemán llamado Albert Neisser, quien luego sería famoso por descubrir la bacteria de la gonorrea, trataría de apropiarse el descubrimiento de Hansen. Tras un conflicto legal, y pese a todo, con el apoyo de sus colegas de profesión, Hansen sería finalmente reconocido, no obstante, como el descubridor de los bacilos que provocaban la enfermedad de la lepra, lo que a su vez abrió los ojos al mundo ante la teoría del contagio.

En 1895, todo desembocaría en una nueva ley que permitía a las autoridades sanitarias dejar que los leprosos vivieran en aislamiento preventivo, lejos de la parte no afectada de la comunidad, lo que condujo a una disminución rápida y constante de la enfermedad de la lepra, primero en Noruega, y más tarde en toda Europa. 

Su vida acabaría en 1912 debido a una enfermedad cardíaca que más tarde se demostraría relacionada con la sífilis. El recuerdo de Gerhard Henrick Armauer Hansen, sin embargo, al margen de las polémicas que protagonizó, es el de un hombre que compartió el destino de otras grandes mentes adelantadas a su tiempo, admirado por sus coetáneos, dueño de ideas que encontraron oposición, críticas mordaces y falta de reconocimiento, pero cuya fuerza se sustentó y se acabó imponiendo gracias al método científico. 

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