En los cielos de la provincia de Guadalajara, una región en la que el río Tajo traza sus curvas serpenteantes mientras horada la roca y da forma al territorio, un escuadrón alado vuela en círculos de manera casi hipnótica.

Se trata de una bandada de buitres leonados (Gyps fulvus) que, tras detectar el olor de una oveja ya fallecida, ha acudido a la llamada. Es la hora de comer. En mitad de esa sinfonía de revoloteos y luchas encarnizadas para asegurarse un lugar en la mesa, varias notas discordantes alteran el orden establecido. Algunas lo hacen con su presencia; lo que llama la atención de otras, sin embargo, es que no se hayan unido a la fiesta.

Mientras una pareja de alimoches sobrevuela en círculos la zona donde se está produciendo el festín a la espera de su turno, los ejemplares más astutos de buitre leonado intentan levantar el vuelo a duras penas tras el atracón.

Otros, mientras tanto, mantienen acaloradas disputas sobre el reparto de carne. Es lo que tiene haber llegado en el segundo turno del día. Sin embargo, no parece haber indicios del buitre negro.

Esta emblemática especie ha vuelto a establecerse la zona casi un siglo después gracias a los trabajos de reintroducción llevados a cabo desde 2021. 

«Esta especie necesita grandes áreas forestales para poder nidificar, a diferencia de otras especies como el buitre leonado, que necesita rocas para poder hacerlo, el buitre negro hace sus nidos en las copas de los árboles. Son muy sensibles, no les gusta el ruido, por eso buscan lugares alejados de pueblos e infraestructuras. La idea es que el buitre negro se establezca en la zona y no sea solo un lugar de paso», explica Marina Mònico, bióloga de Rewilding Spain.

EL BUITRE NEGRO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA, UNA HISTORIA DE LUCES Y SOMBRAS

España es una de las grandes potencias europeas a nivel de espacios protegidos y, además, cuenta con una de las poblaciones de aves necrófagas más densas y saludables del planeta, aunque algunos de sus representantes han sufrido durante décadas las presiones del descenso de su población hasta llegar a límites cercanos a la extinción.

Una de esas especies es el buitre negro que, junto al quebrantahuesos, se habían convertido durante décadas en los centinelas de los cielos de la península Ibérica.

Según la Lista Roja de Especies Amenazadas que elabora la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), las poblaciones mundiales tanto de buitre negro como de quebrantahuesos están en descenso, localizándose en su mayoría en Asia, especialmente en Mongolia, China y Oriente Medio.

La utilización de venenos, la fragmentación de los hábitats y el uso del plomo en la caza, además de las causas relacionadas con el cambio climático, han provocado que estas especies carroñeras hayan visto reducidas sus poblaciones en España hasta límites quizá demasiado peligrosos para especies con un papel clave en la cadena trófica de sus ecosistemas.

Estos carroñeros son el último recurso de la naturaleza para dar cuenta de aquellos animales que no sobreviven en el medio natural a causa del ataque de depredadores, de enfermedades o del inevitable paso del tiempo.

Lo que hace de los carroñeros unos excelentes socios en cualquier ecosistema es precisamente su labor de limpieza y saneamiento: al alimentarse de estos restos de animales en las etapas tempranas de su descomposición, abren el camino para que bacterias y otros pequeños organismos acaben con los huesos y el animal fallecido vuelva en su totalidad a la naturaleza, evitando así la propagación de enfermedades en el hábitat.

Ahora, gracias a los trabajos de reintroducción de la especie en el parque natural Alto Tajo, liderados por Rewilding Spain y Terra Naturalis, y amparados por Nuestros Espacios Protegidos, además de la colaboración de administraciones y asociaciones naturalistas, el buitre negro vuelve a volar libre en los cielos de Castilla-La Mancha.

El fin de la reintroducción es conseguir restablecer procesos naturales que se habían perdido hace mucho tiempo. Para traer de vuelta a estos carroñeros, el proceso comienza desde los centros de recuperación para después pasar por un periodo de aclimatación de unos 6-7 meses en el terreno.

«Se han instalado varios comederos en la zona para que el buitre negro identifique que no le va a faltar comida en la zona, además de que también va en busca de presas como conejos y otros animales de tamaño pequeño. Antes de los 4 años, los ejemplares siguen en dispersión hasta que encuentran una zona en la que establecerse y buscar una pareja que durará para toda la vida, con la que hará el nido y podrá tener descendencia», añade Marina Mònico.

Una red de colaboración que trabaja para un crecimiento sostenible

Este trabajo de recuperación de la especie no se entendería sin la colaboración de numerosas organizaciones que trabajan de manera conjunta para cumplir un objetivo común: contribuir al desarrollo socioeconómico, natural y poblacional de una de las regiones menos habitadas de Europa.

En la región, asociaciones como Rewilding Spain, Terra Naturalis, Micorriza, Rumbo Rural o Nuestros Espacios Protegidos conforman una red de colaboración para dotar de información, mentoría y recursos a los proyectos que luchan por contribuir al crecimiento de la zona mientras se mantiene un equilibrio entre naturaleza y desarrollo. ¿Su objetivo? Un desarrollo sostenible que no deje a nadie de lado.

«Hay varios proyectos e instituciones independientes, pero trabajamos juntos. En una zona de 180.000 hectáreas la idea es colaborar para conseguir un futuro mejor para todos. Estamos en pleno corazón de la España vaciada, pero el hecho de que no haya mucha gente no significa que no estén pasando cosas. Hay una confluencia de liderazgos y de organizaciones que quieren hacer proyectos para conseguir un futuro mejor y combinar naturaleza con servicios y cultura», explica Ignacio Jiménez, coordinador de Nuestros Espacios Protegidos.

La reintroducción del buitre negro, unida a la llegada de especies como el quebrantahuesos, los caballos de Przewalski o los tauros, hacen que el Parque Natural Alto Tajo aumente su biodiversidad y trate de encontrar vías de crecimiento de un modo consciente y sostenible.

Recientemente, la zona ha sido identificada por los gobiernos español y regional como candidata para establecer el primer Parque Nacional del Sistema Ibérico, lo que supondría un gran avance en materia de protección de la naturaleza en la región.

Sin embargo, todavía falta mucho para que esa transición sea una realidad, como bien explica Ángel Vela, director del Parque Natural Alto Tajo. «Un Parque Nacional implica mucha mayor inversión por parte del gobierno regional y el nacional, sobre todo en personal. Entiendo que sería una buena oportunidad para la zona, pero hay que respetar todas las opiniones y la última decisión es de la gente que vive en el territorio. La caza y la pesca se verían alteradas y es el territorio quien debe sopesar entre la nueva oportunidad y la tradición«, explica Vela.

Llevar a cabo una transición hacia un modelo de gestión en el que aumente la protección de la naturaleza tendría implicaciones positivas para la flora y la fauna de la región, protegiendo de manera especial su conservación.

Por otro lado, este incremento en la protección de la naturaleza también acarrearía ciertas limitaciones en el uso de la zona: no se podría edificar, así como desarrollar ciertas actividades perjudiciales para el medio ambiente, se regularía la caza y la pesca, además de limitar el número de visitantes que podrían acceder a su interior, cediendo la gestión integral del parque al gobierno central del país.

De este modo, de llegar a producirse una transición debido al notable interés natural y científico de la zona, todos los actores implicados deberían negociar para llegar a un acuerdo satisfactorio.

Así, la transición hacia un modelo centrado en el ecoturismo sostenible y la protección de la naturaleza podría ser posible, teniendo en cuenta las necesidades de la zona y sin dejar de lado actividades tan relevantes en la región como la agricultura, la caza o la pesca.

el retorno dEL BUITRE NEGRO ABRE UNA VENTANA AL QUEBRANTAHUESOS

La reintroducción de 17 ejemplares de buitre negro, llegados desde centros de recuperación de toda Castilla-La Mancha, no solo supone una gran noticia para la biodiversidad del Alto Tajo, sino que también sirve para confirmar el éxito del programa y abrir nuevas vías para explorar la posibilidad de llevar de vuelta al quebrantahuesos, un icono de la naturaleza ibérica.

«En España el último recuento de la población de buitre negro se realizó en 2017 y se contaron un total de 2.500 parejas reproductivas. En Castilla-La Mancha ya hay dos colonias establecidas, por lo que sería un éxito que pudiesen estabecerse en esta zona. Su estatus es vulnerable en nuestro país», añade Marina Mònico, bióloga de Rewilding Spain.

Estas aves necrófagas no han sido las únicas especies introducidas en el entorno para cumplir con un papel esencial en el ecosistema, sino que también los tauros y los caballos Przewalski habitan ahora la zona. Su papel no es otro que recorrer las tierras de pasto para contribuir en la labor que el ganado extensivo había cumplido tradicionalmente.

«Centramos nuestro trabajo en la restauración de procesos ecológicos y uno de ellos es el pasto natural. Creemos que todas estas actividades de renaturalización deben tener su impacto socioeconómico para que no solo traiga beneficios naturales sino también económicos para la zona», explica Pablo Schapira, biólogo y Director de Proyecto de Rewilding Spain.

El futuro del Alto Tajo está ligado al de su naturaleza. Dotar de oportunidades al mayor desierto demográfico de Europa supondrá permitir que tanto seres humanos como especies animales puedan proliferar juntos de un modo sostenible y sostenido.

Gracias al esfuerzo de las asociaciones de la zona y las organizaciones que trabajan para la vuelta de estas especies básicas en el ecosistema, el buitre negro goza de una oportunidad para demostrar que puede asentarse en Guadalajara y convertirse en un actor principal en la región, atrayendo a visitantes para su observación y promoviendo el crecimiento de los pequeños negocios que mantienen viva la región más despoblada de Europa.

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