La escalada de violencia durante la campaña electoral en Ecuador ha llegado a su culmen con el asesinato de Fernando Villavicencio, uno de los ocho candidatos a la presidencia. El acontecimiento, que ha conmocionado al país sudamericano, tuvo lugar el pasado miércoles 9 de agosto a las 18:20 horas locales (1:20 de la madrugada en la España peninsular), tras la celebración de un evento político en el colegio Anderson (Quito).

La Fiscalía ha declarado que nueve personas han resultado heridas durante el incidente, y que hasta ahora seis sospechosos del crimen han sido arrestados y otro fue abatido por parte de las fuerzas de seguridad. Además, el actual presidente, Guillermo Lasso, ha decretado tres días de luto por la muerte del candidato y 60 días de estado de excepción para garantizar que la jornada electoral, que se mantendrá en la fecha prevista, el 20 de agosto, se celebre con la máxima seguridad. 

El aumento de la violencia, tanto política como en las calles, es una de las grandes preocupaciones del país, y uno de los ejes sobre el cual se han construido los distintos relatos de esta temporada preelectoral. Con los asesinatos del candidato a la Asamblea y del alcalde de San Pablo de Manta (Manabí) como precedentes, en la cúpula del Movimiento Construye ya se hablaba de suspender la campaña por seguridad, y fue Villavicencio quien se opuso a la propuesta. Ahora, tras el último tiroteo, Yaku Pérez, Jan Topic y Luisa González, otros tres candidatos presidenciales, sí han tomado esta decisión.

¿Quién era Fernando Villavicencio?

Con un 7,5% de apoyo, Fernando Villavicencio no era el más favorecido por las encuestas entre los candidatos a la presidencia de 2023. El abanderado del Movimiento Construye fue periodista de profesión, y su convicción como político era eliminar la corrupción en las instituciones ecuatorianas mediante propuestas como realizar depuraciones del poder judicial o prevenir las prácticas de soborno.

Su posición crítica durante el mandato de Rafael Correa (2007-2017) le hizo ganar reconocimiento en Ecuador, sobre todo tras el destape de un caso de corrupción que obligó al ex presidente a refugiarse en Bélgica, donde todavía reside. Así, se forjó la reputación de «valiente», tal y como presumía el lema de su campaña, y su voto fue clave para evitar la destitución de Lasso el pasado mayo. 

Días antes de su asesinato, Villavicencio había denunciado públicamente las amenazas de muerte recibidas por parte de un grupo criminal vinculado al mexicano cártel de Sinaloa. “Esto confirma que nuestra propuesta de campaña afecta gravemente a estas estructuras criminales. No les tengo miedo”, dijo ante los medios. Con esto, las investigaciones apuntan al crimen organizado como autor de los múltiples disparos dirigidos al candidato, y el actual presidente, Guillermo Lasso, asegura en sus redes sociales que «este crimen no va a quedar impune». 

La escalada de violencia en Ecuador

Ecuador se enfrenta a una crisis de seguridad sin precedentes. Rodeado por Perú y Colombia, países que lideran la producción de narcóticos a nivel mundial, se le había otorgado el apelativo de «isla de paz». Sin embargo, en los últimos años ese imaginario ha estado más cerca de ser un mito que de corresponder a la realidad. 

El país andino es ahora uno de los principales puntos de paso de la ruta de la cocaína, que parte desde Sudamérica hasta América del Norte y Europa. Y esta condición hace que en su territorio se produzcan guerras entre organizaciones criminales rivales, que no solo operan en las calles sino también dentro de las cárceles. 

El declive que empezó en la primera década de este siglo ha ido en aumento progresivamente, hasta convertir a Ecuador en uno de los países de la región con mayores tasas de homicidio, según los datos de la Oficina de Drogas y Crimen de las Naciones Unidas. Es por ello que todos los candidatos a las próximas elecciones han orientado sus promesas a terminar con la inseguridad, que ya se ha cobrado la vida de varios líderes políticos hasta la fecha. 

En especial, Fernando Villavicencio planteó su campaña alrededor de un discurso que arremetía directamente contra las mafias del narcotráfico: «Que vengan los capos del narco, vengan. Que vengan los sicarios. Se acabó el tiempo de la amenaza», afirmaba en un acto reciente. Ahora, en cambio, sus contrincantes se mueven en un escenario de mayor prudencia, y tras emitir las condolencias, se preparan con discreción para enfrentarse a las urnas, en una jornada electoral que estará marcada por la tragedia.

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