A partir del Período Cámbrico, hace unos 520 millones de años, y durante casi 300 millones de años, los mares estuvieron llenos de trilobites. Pero más allá del periodo que habitaron estas criaturas en nuestro planeta, lo que resulta verdaderamente fascinante de los trilobites es que durante el tiempo que permanecieron en la Tierra, el cual fue mucho más largo que el disfrutado por los dinosaurios, sobrevivieron a dos grandes episodios de extinción masiva y dominaron los ecosistemas del fondo oceánico.

Cómo pudieron los trilobites sobrevivir a un entorno cambiante y varios cataclismos globales, es una de las preguntas que más han llamado la atención de los científicos durante mucho tiempo. Ahora no obstante, un equipo de investigadores de la Universidad de California en Riverside acaba de descubrir cómo una especie relativamente inusual de trilobites, un antiguo pariente marino de las arañas y las langostas, pudo defenderse de los depredadores y sobrevivir a un viaje lleno de baches mientras los niveles de oxígeno de la Tierra fluctuaban.

Los cuerpos acorazados de los trilobites se dividen en tres secciones: una cabeza, un tórax o sección media y una cola rígida. Existen más de 20.000 especies conocidas de trilobites y, cuando maduran, la mayoría de ellas tienen un número muy específico de segmentos en sus secciones medias. Sin embargo, en Aulacopleura koninckii, la extraña especie de trilobite al que nos referíamos con anterioridad, los científicos descubrieron algo inusual.

Al contrario que el resto de representantes de su género, cuando Aulacopleura koninckii maduró, desarrolló entre 18 y 22 segmentos en su sección media. “Mis colaboradores y yo pensamos que esta especie era muy rara. No podíamos entender por qué los cuerpos de A. Koninckii variaban tanto mientras que otros trilobites que vivieron al mismo tiempo mantuvieron un número constante de segmentos”, explica Nigel Hughes, paleobiólogo de UC Riverside y autor principal del nuevo estudio sobre este enigmática especie publicado recientemente en la revista Proceedings of the Royal Society.

“¡Ver trilobites con un número variable de segmentos en el tórax es el equivalente a ver humanos con diferentes números de vértebras!»

“¡Ver trilobites con un número variable de segmentos en el tórax es como ver humanos nacer con diferentes números de vértebras en la espalda!”, añade. Fue por ello que los investigadores comenzaron a preguntarse sobre esta anomalía, sobre cómo afectaría a la capacidad de protegerse de estos animales, y sobre por qué podrían haberse desarrollado de tal manera.

Al igual que las cochinillas modernas, los trilobites se acurrucaron en forma de bola para protegerse de criaturas parecidas a calamares, peces y otros depredadores. Cuando estaban enrollados, podían meter la cabeza cuidadosamente debajo de la cola, por lo que los tejidos blandos estaban protegidos por sus duros exoesqueletos. En el caso de Aulacopleura, no obstante, el modelado 3D mostró que la protección durante el enrollamiento estaba restringida a formas inmaduras más pequeñas con menos de 18 segmentos en el tórax.

“A medida que aumentaba la cantidad de segmentos, las proporciones del cuerpo no les permitían colocar sus cabezas bajo sus colas para estar completamente protegidos”, explica Hughes. «Entonces, ¿por qué esta especie siguió evolucionando añadiendo segmentos a su cuerpo?¿ Cómo pudo sobrevivir a los depredadores?»

Con base en sus reconstrucciones virtuales, parece muy probable que cuando se sintieron amenazados los ejemplares de A. Koninckii se enrollaron como sus parientes y simplemente dejaron que sus colas se extendieran más allá de sus cabezas, minimizando la brecha expuesta lo máximo posible. “Otras potenciales maniobras de defensa habrían dejado espacios en los costados que exponían órganos críticos”, continúa Hughes.

Era una respuesta, sin embargo, una respuesta muy pobre a la pregunta de por qué este trilobites varió en el número de segmentos en su sección media, por lo que para tratar de arrojar algo más de luz sobre la cuestión los investigadores recurrieron a su trabajo anterior.

«¿Qué hay debajo de estos segmentos? ¡Piernas que sirven de branquias!», detalla el investigador. «Y cuantos más segmentos, más área de superficie para la respiración”.

Y es que el desarrollos de estos aparatos de respiración adicionales probablemente otorgó a estos animales la capacidad de tolerar caídas en los niveles de oxígeno del fondo marino local; una adaptación, además, que excluía a otras especies más grandes, como aquellas que se alimentaban de Aulacopleura.

Así, las zonas del lecho marino que se volvieron anóxicas y que obligaron a los depredadores a retirarse a otros lugares donde el oxígeno fuera más abundante, actuaron de refugio para esta especie de trilobites, más grande, con branquias adicionales, y que pudo medrar en ausencia de depredadores.

Aprender cómo esta especie se adaptó a las presiones biológicas y físicas ofrece a los investigadores una mejor comprensión de cómo evolucionan las estrategias de supervivencia en estos animales. Y es que la forma en que se desarrollaron los trilobites alberga muchas pistas sobre cómo evolucionó por primera vez el ancestro común de los principales grupos de artrópodos modernos, incluidos insectos y arácnidos.

«Estudiar a estos animales es estudiar cómo ha evolucionado la vida en si misma”, declara Hughes. “No es tanto eso de que los mansos heredarán la Tierra, como dice la Biblia, sino los más flexibles y adaptables a unas circunstancias cambiantes”, concluye. 

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