Un pequeño país centroamericano está trazando el camino para frenar el cambio climático mientras, a su vez, impulsa la economía y favorece la estabilidad de sus comunidades locales. Esta pequeña nación es Belice, que pese a ser una de las grandes desconocidas de Centroamérica, alberga una exuberante riqueza natural y atesora uno de los mayores activos en la lucha contra el cambio climático, los llamados bosques de manglares costeros. 

En términos de captura de CO2, conocemos como carbono verde al capturado por los bosques y suelos de nuestro planeta. El llamado carbono azul, por su parte, es el carbono capturado por los océanos del mundo y los ecosistemas costeros. Explicado de una forma sencilla, es aquel acumulado por los organismos que viven en los océanos y que se almacena en forma de biomasa y sedimentos, principalmente en las marismas de marea, praderas marinas, y especialmente en los bosques de mangle. 

Los bosques de manglares ofrecen una gran cantidad de servicios ecosistémicos:  ayudan a formar suelos; son puntos de crianza, refugio, anidación y alimentación de muchas especies de aves y peces; enriquecen las aguas costeras; protegen la línea de costa de la erosión; sustentan las pesquerías y funcionan como pulmones acuáticos, produciendo oxígeno y asimilando CO2. 

Pero pese a todo ello, los beneficios proporcionados por los bosques de manglares nunca habían sido cuantificados, y este ha sido precisamente el objeto de un nuevo estudio llevado a cabo por la Universidad de Stanford, el cual se ha desarrollado en términos de cuánto carbono pueden almacenar estos ecosistemas, el valor que pueden proporcionar al turismo o la pesca, y la protección que pueden brindar contra las tormentas costeras y otros riesgos naturales.

Sus resultados, publicados recientemente en la revista Nature Ecology and Evolution, proporcionaron la base para afianzar el compromiso de una pequeña nación como Belice para proteger y restaurar un área de bosques de manglares equivalente al 1% su superficie para el año 2030. Una iniciativa que pretende ser un ejemplo para el resto de países del mundo, 

Una nueva mirada hacia el carbono azul

Desde hace algunos años, muchos países han estado luchando para cumplir con sus compromisos climáticos internacionales. En este sentido, las soluciones basadas en la naturaleza, como secuestrar carbono en manglares, pastos marinos y marismas, brindan una solución prometedora: ayudan a las naciones a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y también a adaptarse al cambio climático.

Sin embargo, los principales países con extensas superficies de costa han pasado por alto en gran medida estas llamadas estrategias de carbono azul. Este descuido se debe en parte a la complejidad de calcular cuánto carbono pueden secuestrar los humedales y otros ecosistemas costeros, así como dónde implementar estas estrategias para maximizar los beneficios ecológicos como económicos. 

«Estados Unidos tiene una de las costas más grandes del mundo y extensos humedales», explica Katie Arkema, científica delProyecto Natural Calpital de la Universidad de Stanford y autora principal del artículo. “Pero a partir de lo que aprendimos en Belice, nuestro trabajo ahora ofrece un enfoque que podríamos emplear para establecer objetivos de desarrollo económico y resiliencia climática basados ​​en la evidencia”, añade. 

Beneficios de conservar los bosques de manglares, el ejemplo de Belice

Trabajando junto a otros científicos, así como con los encargados de formular políticas y otras partes interesadas, el equipo de Arkema estimó el almacenamiento y secuestro de carbono a partir de los datos obtenidos en Belice y algunas parte de México. De este modo cuantificaron la reducción del riesgo de inundaciones costeras, así como los beneficios para el turismo o sectores como la pesca proporcionados por los manglares, tanto en la actualidad como en escenarios futuros. 

Entre sus conclusiones principales los investigadores encontraron que, en algunas áreas, una pequeña restauración podría producir grandes beneficios para el turismo y la pesca. También que proteger los bosques de manglares existentes resulta a corto y medio plazo más beneficioso que restaurar las zonas ya degradadas. Esto sería debido al intervalo de tiempo entre que se produce la restauración y el momento en que los bosques de manglares alcanzan la madurez para almacenar carbono y proteger el suelo de forma significativa. Otro de los objetivos del estudio consistió en identificar aquellas ubicaciones donde las estrategias de carbono azul brindarían la mayor cantidad de beneficios, así como ayudarían a reforzar el apoyo local de las iniciativas. 

Los resultados de la investigación resultan prometedores, ya que con base a los hallazgos del equipo de Arkema, los formuladores de políticas de Belice se comprometieron a proteger 74 kilómetros cuadrados adicionales de estos ecosistemas, elevando el total nacional bajo una figura de protección hasta los 155 kilómetros cuadrados. También a restaurar otros 25 kilómetros cuadrados de bosque de mangle para 2030.

«Si se realiza este esfuerzo no solo se almacenarán y secuestrarán millones de toneladas de carbono, sino que también impulsará la pesca local de langosta hasta en un 66%, se generará un turismo por valor de varios millones de dólares anuales y se reducirá el riesgo de peligros costeros para al menos un 30% de la población  afectada por estos en Belice», afirma Arkema, quien añade que su equipo ya ha empezado a trabajar con otros 10 países de Asia y América para tratar de desarrollar nuevas políticas costeras basadas en los potenciales beneficios del carbono azul. 

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