Si bien nuestro planeta adoptaría la forma de una esfera perfecta en nuestra imaginación, con una distribución uniforme de la gravedad en todos los puntos de su superficie, la realidad es mucho más compleja e interesante. La Tierra tiene una forma conocida como geoide, que se asemeja a una esfera achatada en los polos norte y sur y ligeramente abultada en la región ecuatorial.

Esta peculiar forma se debe a la rotación de la Tierra, que provoca una distribución desigual de su masa y, por consiguiente, conduce a una variación en la intensidad de la fuerza gravitatoria en diferentes puntos de su superficie. Diversas regiones del planeta ejercen distintos grados de fuerza gravitacional, lo que se determina por la distribución de la masa en la corteza, el manto y el núcleo de la Tierra que se encuentran debajo de esas áreas.

Este entramado geofísico se vuelve aún más fascinante cuando lo estudiamos con la ayuda de sensores terrestres y satélites, que pueden medir las variaciones locales de la gravedad con una precisión asombrosa. Una vez recopiladas, estas mediciones se pueden amalgamar para dar una visión de cómo se vería la superficie de los océanos si solo las variaciones de la gravedad influyeran sobre ella, descartando otros factores como los vientos y las mareas.

El resultado es un modelo geodésico del planeta llamado geoide global, que proporciona una representación visual de los «altibajos» gravitacionales de la Tierra. En este modelo, los «picos» y «valles» representan áreas de alta y baja gravedad, respectivamente. Aunque es una representación exagerada de las irregularidades de la gravedad terrestre, el geoide global es fundamental para entender la estructura interna de nuestro planeta y las dinámicas de su superficie.

ANOMALÍA EN EL OCÉANO

En el vasto lienzo del geoide global, una anomalía particularmente destacada se presenta en el océano Índico. Se conoce como el Bajo Geoidal del Océano Índico (IOGL, por sus siglas en inglés), y se trata de una marcada depresión en la representación geodésica del planeta, lo que indica una anomalía gravitatoria considerable. Esta característica única es, de hecho, la anomalía gravitatoria más pronunciada de todo el planeta, captando la atención de los geocientíficos de todo el mundo.

El IOGL se extiende por una vasta región que abarca más de tres millones de kilómetros cuadrados. Esta inmensa área de baja gravedad está centrada aproximadamente a unos 1.200 kilómetros al suroeste de la punta meridional de la India. En términos geográficos, esto significa que la depresión gravitatoria más marcada del planeta se encuentra en una región bastante alejada de las costas continentales, en medio del océano Índico.

Debido a este fenómeno, el nivel del mar del océano Índico sobre el agujero es unos 106 metros más bajo que la media mundial.

LA EXPLICACIÓN DEL MISTERIO

Este extraordinario «vacío» gravitacional del océano Índico no se debe a un simple capricho de la naturaleza. En cambio, se sospecha que es el producto de una serie de procesos geológicos complejos que han ocurrido durante millones de años. 

En el corazón de esta zona de baja gravedad se encuentran columnas o plumas de roca fundida que emergen desde lo más recóndito del manto terrestre, más concretamente desde las profundidades de África. Sin embargo, esta solo es una parte del rompecabezas. 

El origen de esta anomalía gravitatoria también parece estar estrechamente vinculado a los restos de un antiguo lecho oceánico que se hundió hace millones de años en un proceso geológico conocido como subducción. Este fenómeno se produjo en la región donde actualmente se encuentran África e India, y los restos de ese lecho oceánico todavía persisten, yacen en el manto terrestre, y contribuyen a la variación de gravedad en el océano Índico.

De hecho, un estudio reciente podría haber finalmente arrojado luz sobre la procedencia de este fenómeno geológico tan intrigante. A partir de una meticulosa investigación, los científicos proponen que la peculiar baja gravedad en esta parte del océano Índico parece estar causada por la combinación de las plumas de roca fundida que ascienden desde lo más profundo de África y los restos del lecho oceánico que se hundió en las etapas tempranas de la historia geológica del planeta. Esta interpretación esencialmente une dos procesos geológicos aparentemente desconectados.

Así pues, la nueva explicación, más elegante y completa que tenemos hasta ahora, nos proporciona una ventana al interior profundo de la Tierra, tal y como refiere uno de los investigadores del estudio. A la vez que nos demuestra, una vez más, que el mundo aún esconde muchos misterios por resolver.

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