Doha

Allá afuera, en los pasillos de la bienal Design Doha, circulan los visitantes, se escucha hablar en diversas lenguas, brillan los stands: todo es vértigo en el M7, el enorme edificio que la capital de Qatar dedica al diseño, la moda y la innovación.

Pero aquí adentro, una vez transpuestas las puertas de la muestra Weaving Poems, el clima es distinto. Algo en esta exhibición obliga a detener el ritmo, llama al silencio. Toca el corazón.

En este rincón algo rústico del M7, que los organizadores de Weaving Poems eligieron dejar así –la estructura de las instalaciones está a la vista: puro y duro hormigón, nada que suavice la altura, distancia o rugosidad industrial de las paredes– la luz es tenue, el sonido suave (unos acordes con lejano eco a liturgia) y lo que se ve, suspendido sobre las paredes como si éstas fueran montañas, es imponente: alfombras, en general de metro y medio por tres metros, de diseño contemporáneo y, la vez, imbuidas de reminiscencia tradicional, hiladas con tejidos naturales y una textura tan extrañamente magnética como la voz femenina, delicadísima, que cada tanto interrumpe la música con el recitado de un poema en persa.

La muestra fue concebida por Maryam Omar, diseñadora nacida en Afganistán y formada en la Universidad de Artes de Londres, que siempre se interesó por el arte y el diseño textil, y hoy reside en Amman, Jordania.

Sin necesidad de terminología profesional, las tejedoras interpretaron los croquis, imágenes y escalas de tonalidades desarrollados por la diseñadora, y los tradujeron en piezas textiles

En 2015, Maryam comenzó a trabajar con Turquoise Mountain, una organización sin fines de lucro que impulsa el trabajo artesanal y colabora con las comunidades que lo llevan adelante en países como Afganistán, Jordania o Arabia Saudita. En este marco, Maryam impulsó el proyecto que derivaría en Weaving Poems: vincularse con comunidades de tejedoras tradicionales, llevar diseños propios, dibujos inspirados en los colores y formas de la geografía afgana, y dejar que las artesanas los tradujeran, puntada a puntada, hilo a hilo, revés y trama, en magníficas alfombras hechas con hilados y tinturas naturales.

“Amo los textiles –cuenta Maryam–. Los tejidos y los bordados tienen un lugar muy especial en mi corazón. Solíamos aprender a tejer y bordar en la escuela, tanto en los primeros grados como en las clases de arte. En casa mi madre solía tejer como un hobby, y yo seguía su trabajo cada vez que podía. En Londres estudié diseño de moda, lo que me conectó con nuevos niveles del trabajo textil. Al regresar a Afganistán y trabajar con Turquoise Mountain, fue natural involucrarme con las alfombras artesanales. Desde hace casi diez años que me aboco a esta tarea”.

Del diseño a la gráfica, de la selección de colores al tejido: Maryam cuenta que el diálogo con las artesanas no solo resultó fluido; sin necesidad de terminología profesional, las mujeres interpretaron los croquis, imágenes y escalas de tonalidades desarrollados por la diseñadora, y los tradujeron en piezas textiles que, en general, les implican unos dos meses de trabajo.

Por eso, a la hora de pensar la exhibición, Maryam quiso que el foco no estuviera solo en las alfombras, sino también –y sobre todo–en sus realizadoras. “Quería que se pudieran sentir las emociones de las tejedoras, que se escucharan sus voces, que se vieran sus manos al trabajar”.

Y así lo hizo. En el espacio de la muestra dispuso, por un lado, imágenes del paisaje afgano que, proyectadas sobre un panel central, muestran tanto el entorno donde viven las artesanas como el modo en que esa geografía se impregna en las alfombras. Por el otro, un video documental registra el paciente trabajo del hilado y, antes de eso, el proceso del teñido y selección de materiales y colores. Todo un circuito, expuesto sin necesidad de demasiadas palabras: los bocetos y dibujos de la diseñadora; el trabajo de las artesanas; las alfombras aún impregnadas del perfume de los hilados naturales.

Y los poemas que, desde unos parlantes, cada tanto inundan la muestra. Escritos y recitados por las tejedoras –esas mujeres cuyos rostros no podemos ver, siempre filmadas de espaldas o cubiertas por el velo–, aluden al trabajo realizado junto a Maryam.”Estrellas, cielos, luna despierta/los peces se han calmado en el agua despierta/las manos de la tejedora de alfombras están listas/ aunque los sueños permanezcan en sus ojos despiertos”.

Maryam explica que la poesía es un componente muy importante de la literatura y la cultura afganas. “Durante siglos los poemas han sido una gran herramienta para que la gente común expresara sus emociones –se explaya–. Tenemos un poema para cada emoción y un proverbio para cada situación”.

¿Y qué le ocurre a ella, nacida en Afganistán y educada en Londres, con el pasaje –por estos días tan dificultoso– entre Oriente y Occidente? “Mi vida se ha tejido en hebras multicoloridas, multidimensionales y multiculturales. De todas estas experiencias, llegué a la conclusión de que, pese a todas las diferencias visibles en la superficie, en lo central somos lo mismo. Tramas de una misma alfombra”

 

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