Un brillante visionario que desafió la doctrina establecida y cambió para siempre nuestra comprensión del Universo; un genial astrónomo polaco que puso a los planetas a bailar alrededor del Sol, desplazando a la Tierra de su lugar central en el cosmos; un científico que sacudió los cimientos del saber y que estableció un puente audaz entre la ciencia y la teología, desafiando la concepción tradicional del mundo durante el siglo XVI hasta el momento presente. Como no podía ser de otra manera, nos referimos al polímata renacentista Nicolás Copérnico, cuya historia arranca un 19 de febrero de 1473 en ciudad polaca de Torum.

Copérnico nació en el seno de una familia adinerada. Los primeros años de su biografía resultan borrosos, ya que no se conservan documentos sobre su infancia. Sin embargo, sabemos que Copérnico fue el pequeño de 4 hermanos y que debido a la temprana muerte de su padre creció y fue educado al amparo de su tío materno, Lucas Watzenrode, quien le enviaría, junto a su hermano Andrés, primero a la escuela de San Juan, en Toruń, y más tarde la escuela de La Catedral en Włocławek, donde ambos se prepararían para ingresar en la Universidad de Cracovia. 

Copérnico se matriculó en la Academia de Cracovia en 1491, una de las pocas pero más prestigiosas universidades de su área geográfica, y un referente en los ámbitos de las matemáticas y la astronomía. Sus estudios aquí le proporcionarían una base sólida en la astronomía matemática y un conocimiento profundo de los escritos filosóficos y de ciencias naturales de Aristóteles, Averroes, Ptolomeo o Euclides. 

Sin embargo, Copérnico no llegaría a culminar su formación en Cracovia debido a que por influencia de su propio tío fue nombrado canónigo del cabildo de Frombork, sede del obispado de Varmia durante un breve periodo, la cual se vio interrumpida por la nueva decisión de su tutor de enviar al joven Copérnico a estudiar derecho a Bolonia en 1946.

Su estancia en Bolonia tampoco concluiría con la culminación de sus estudios. Tras  5 años donde sus intereses se hallaban más enfocados en las humanidades, Copérnico volvería a Polonia durante un breve periodo tras el cual se comprometió a estudiar medicina, para lo que en el año 1501 se trasladó a Padua, considerada entonces la meca de las ciencias naturales. Tras dos años infructuosos en el ámbito médico, con 30 años, y ante la necesidad de obtener un titulo académico, finalmente Copérnico obtendría, en cuarta Universidad que durante aquella década pisarían sus pies, la de Ferrara, un doctorado en derecho canónico en año 1503.

Tras ello regresaría a Polonia junto a su tío, del que poco a poco se distanciaría debido a su pasión por la ciencia y a la vez, su escasa ambición de posición social. Tras el fallecimiento de este se trasladaría a la ciudad de Frombork, donde fue nombrado primero canciller y después administrador de los bienes de la catedral. 

Así, sería en Frombork donde Copérnico podría, por fin, dedicarse a su gran pasión, la astronomía. Fue aquí donde ordenaría construir el llamado pavimentum, una terraza nivelada donde colocó todos los instrumentos astronómicos que había fabricado él mismo y donde pasaría el resto de su vida anotando las observaciones que le permitieron elaborar el modelo del sistema solar que cambiaría para siempre la astronomía. 

Era 1540, y hacia ya unos 30 que circulaba por Europa un breve tratado en el que, aunque sin fundamentos matemáticos, el propio Copérnico había sentado las bases de su modelo heliocéntrico del Universo, cuando aparece en la vida del astrónomo una de las figuras más influyentes de su biografía, el matemático, astrónomo, teólogo, cartógrafo y médico Georg Joachim Rheticus, quien quiso conocer personalmente al autor de Commentariolus, donde Copérnico afirmaba que «Todas las esferas giran en torno al Sol, que se encuentra en medio de todas ellas […]. 

La influencia de Rheticus, convencerá a Copérnico de publicar una obra mucho más elaborada sobre su teoría, su Narratio prima, a la cual le sucedería, en 1543, la versión completa de su obra De revolutionibus orbium coelestium o Sobre las revoluciones de los orbes celestes, publicada algunos meses después de que Copérnico hubiera sufrido un ictus que el 24 de mayo de ese mismo año desembocaría en el final de sus días. 

En Sobre las revoluciones de los orbes celestes, sin embargo, desterró para siempre teoría ptolemaica dominante desde hacía 1.500 años, según la cual el centro del mundo era la Tierra y todos los cuerpos celestes orbitaban a su alrededor. Su obra ofreció una base matemática firme que situaba al Sol en el centro del Universo. Pese a que tuvo infinitos detractores, también fascinó a los grandes matemáticos y astrónomos de su época hasta el punto de que algunos, como Galileo Galilei, incluso se jugarían el tipo ante la Santa Inquisición por su ideas. 

De hecho, cabe recordar que han pasado tan solo 31 años desde que un 31 de octubre de 1992, de la mano del Papa Papa Juan Pablo II, la Iglesia reconoció a Galileo que la Tierra se mueve alrededor del Sol y declaró oficialmente que Galileo Galilei era inocente de la acusación por la que había sido condenado en el año 1633.

Facebook Comments