La denominada cripsis, o mimetismo, es sin duda una de las estrategias de supervivencia más efectivas y sorprendentes de la naturaleza. Su función: asemejarse lo máximo posible a otras especies con las que mantienen una relación biológica para sacar el máximo provecho, ya sea alejar a un depredador o confundir a una posible presa. 

En ocasiones, el engaño permite a su portador eludir la detección: es el caso, por ejemplo, de ciertos insectos que ‘desaparecen’ literalmente entre la vegetación. En otros casos, el timador quiere que su mercancía se vea: por ejemplo, los peces pescadores abisales, cuyos apéndices carnosos ayudan a atraer a otros peces, o la orquídea pútrida, que produce flores grises y fétida, parecidas por su aspecto y olor a la carne muerta, con lo que consiguen atraer a las moscas carroñeras que contribuyen a su polinización. 

De entre todos los ejemplos, la mantis orquídea (Hymenopus coronatus) tiene el disfraz mejor elaborado para pasar desaparecida y atraer a las víctimas: se transforman en flor. Sus patas locomotoras adoptan la forma de pétalos, convirtiéndose en un reclamo perfecto para sus presas, capaces de distinguirlas de una flor verdadera. Estos insectos, descritos por primera vez en 1972 a partir de un espécimen recolectado en Ambon, Indonesia, habitan en bosques tropicales de Indonesia, Malasia, India, Tailandia, Vietnam y el sur de China. Son muy difíciles de encontrar en la naturaleza, por lo que no existe demasiada información disponible sobre su área de distribución y microhábitats, algo que lo convierte en un espécimen muy popular para criadores de insectos y coleccionistas. Se alimentan de moscas, mariposas, y otros insectos voladores que no sean venenosos, aunque para completar su dieta también ingieren frutos, como el plátano, uno de sus preferidos.

Su estrategia es tan peculiar que es única en el reino animal. Algunos animales, como las arañas cangrejo y las chinches asesinas, se camuflan entre las flores o manipulan sus señales, pero la mantis orquídea es el único animal que en adopta la forma de una flor entera, una estrategia que la convierte en una diana perfecta para los polinizadores. 

No imitan a ninguna flor en concreto

A simple vista cabe pensar que las mantis orquídeas imitan exactamente a un tipo de orquídea, pero según los científicos es muy probable que no sea así. Una investigación llevada a cabo hace años en la revista especializada Current Biology desveló que no hay pruebas convincentes que sugieren que se base en una flor específica, sino que podría darse el caso de que imiten ‘un estímulo generalizado similar a una flor’, del mismo modo que hacen algunas flores no productoras de néctar par atraer la visita de los polinizadores. Aun así,  nadie puede negar la extraordinaria eficiencia de este insecto. Según el artículo antes citado, son incluso mucho más eficaces que las flores verdaderas a la hora de atraer a los polarizadores.

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