Por triste que en ocasiones pueda resultar, habitamos en un mundo donde la pérdida de biodiversidad y la amenaza de extinción se han convertido en una dura realidad para un gran número de especies. 

Gran parte de los problemas que enfrentan estas especies y sus ecosistemas se deben a acciones humanas como la explotación de recursos naturales, la contaminación, la pérdida y degradación del hábitat, la caza indiscriminada o la introducción accidental de especies invasoras. Sin embargo, en medio de este panorama desafiante, existen historias de esperanza y éxito que nos recuerdan el poder de la acción humana para marcar la diferencia.

Así, a lo largo de la historia, científicos, conservacionistas y comunidades comprometidas en todo el mundo han dedicado tiempo, recursos y un esfuerzo incesante para proteger y rescatar algunas especies del mismo borde de la extinción y darles una segunda oportunidad. De este modo, gracias a programas de cría en cautiverio y reintroducción o la implementación de varias estrategias de conservación, estos esfuerzos han logrado evitar la desaparición para siempre de algunos animales emblemáticos. 

Estas historias nos desafían a seguir adelante, nos llaman a tomar conciencia de nuestro impacto en el entorno y a emprender medidas responsables para preservar la vida silvestre y sus hábitats; nos impulsan a creer que podemos marcar la diferencia de un modo positivo y nos inspiran para tratar de seguir construyendo un futuro sostenible para todas las especies que comparten nuestro mundo.

Búfalo americano

Descrito como Bos bison por el científico y naturalista Carl von Linneo en 1758 y hoy conocido como Bison bison, el búfalo americano, del cual diversas tribus nativas de América del Norte obtenían alimento, abrigo y combustible, fue considerado toda una deidad durante siglos. De hecho, así sigue siendo en la actualidad para los indios Sioux o Lakota.

Fue bautizado como cíbolo por los españoles a la llegada de estos a las grandes llanuras americanas, las cuales nombraron como “Llanos de Cíbola” debido al elevado número de estos animales que allí pastaban. Sin embargo, con el posterior asentamiento de los ingleses y debido al elevado valor de sus pieles, se produjo una auténtica matanza de la especie, situándola al borde de la extinción. Así, de los millones de búfalos que se calcula podían pastar en América de Norte, el censo de estos bóvidos herbívoros hacia el año 1890 pasaría a ser de apenas unos 750 ejemplares.

No obstante, gracias a la acción del zoológico del Bronx de Nueva York, que mantuvo una pequeña manada de supervivientes, la especie tuvo una segunda oportunidad en el Parque natural de Yellowstone y otras reservas naturales de Estados Unidos.

Hoy, se calcula que en la actualidad unos 30.000 bisontes viven en libertad en continente americano y que la población total, contando con los individuos criados en cautividad para el consumo de su carne, se acerca a los 500.000 individuos.  Poco comparado con las estimaciones previas a la llegada de los Europeos a las Américas, que hablan de entre 10 y 60 millones de Búfalos, sin embargo, una cifra más que aceptable teniendo en cuenta que se trata de una especie que podríamos tan solo haber recordado por los libros de historia. 

Bisonte europeo

Un caso parecido al del búfalo americano es el de uno de sus parientes del viejo continente; el bisonte europeo, Bison bonasus, también conocido como bisonte de las llanuras o de los Cárpatos. Durante la prehistoria, diversas especies de bisontes poblaron y se extendieron por toda Europa, sin embargo, en un prodeso que comenzó aún cuando nuestros antepasados cazaban con lanzas talladas en piedra, fueron desapareciendo, dejando a Bison bonasus como el único representante de su género en Europa. 

Resulta difícil de explicar, pero de algún modo el bisonte europeo se las apañó para agarrarse al mundo hasta comienzos del siglo XX, momento en que la situación de la especie se tornó crítica. Sería en 1927 cuando un grupo de cazadores furtivos abatió al último ejemplar salvaje en el Cáucaso. 

La esperanza de la especie, sin embargo, se refugió esta vez en una pequeña reserva que mantenía a 54 ejemplares en cautividad. Dos años después, en 1929, se puso en marcha un valioso programa de cría y conservación en el bosque polaco de Białowieża, con el objetivo de salvar a esta especie única. 

Afortunadamente el programa resultó ser un éxito, y a partir de la década de 1950 se iniciaron las reintroducciones de bisontes europeos en diversas zonas de Europa, representando hoy en día un ejemplo notable de recuperación. Las poblaciones actuales cuentan con más de 6.000 ejemplares de los cuales la mayoría se encuentra en en Polonia. Gracias a estos esfuerzos, la especie ha pasado de estar en peligro crítico a ser catalogada como «casi amenazada» en la actualidad. 

Lince Ibérico

Otro de los más destacados logros de la conservación en este siglo encuentra su esplendor en la península Ibérica, donde una de las joyas más emblemáticas de la fauna española, el lince ibérico (Lynx pardinus), rozó el abismo de la extinción en la década de los 90. 

La especie enfrentó numerosas amenazas, siendo una de las más devastadoras la escasez de su principal presa, el conejo, debido a la mixomatosis, una enfermedad viral que diezmó las poblaciones de conejos en la península Ibérica.

Así, en la década de los 90, la preocupante realidad del lince ibérico se reducía a menos de 100 individuos dispersos en pequeñas y fragmentadas comunidades. Sin embargo, ante este panorama desolador, se desplegó un programa de conservación y recuperación sin precedentes. Se establecieron meticulosos centros de cría en cautividad, como el reconocido Centro Nacional de Cría del Lince Ibérico, en España, y en los cuales se llevó a cabo una labor minuciosa de reproducción. 

El fruto de estos esfuerzos de conservación se hizo palpable con el inicio de los programas de reintroducción en la primera década del siglo XXI, los cuales lograron incrementar de manera significativa la población del lince ibérico. Estos esfuerzos se centraron en la creación de corredores ecológicos, estableciendo conexiones entre las diferentes áreas de hábitat y fomentando la dispersión de los linces. Asimismo, se implementaron rigurosas medidas para combatir la caza furtiva y se llevaron a cabo campañas de concienciación destinadas a promover la protección de la especie -antaño, como otros depredadores ibéricos, considerado una alimaña- y su entorno vital.

Los resultados actuales muestran un impresionante resurgir del lince ibérico. Según los datos más recientes, se estima que más de 1.300 ejemplares de esta emblemática especie de felino viven en libertad distribuidos en varias áreas protegidas de España y Portugal. Sin embargo, el trabajo no ha concluido, ya que pese a la notable mejora de su situación, la especie sigue siendo legalmente considerada “en peligro de extinción” en el Catálogo Español de Especies Amenazadas».

Ballena azul 

Con una longitud que puede alcanzar hasta 33 metros y un peso de alrededor de 150 toneladas, la ballena azul -Balaenoptera musculus-, el coloso por antonomasia de los océanos, es el animal más grande que ha existido en la Tierra, algo que no obstante no le ha impedido acercarse peligrosamente a desaparecer. 

Estos gigantes han abundado en los océanos de todo el mundo hasta principios del siglo XX. Se calcula que antes del comienzo de la caza comercial de ballenas, algunas de sus poblaciones, como la presente en la Antártida, podía situarse entorno a los 250.000 ejemplares. Sin embargo, a lo largo de principios y mediados del siglo XX, cuando la industria ballenera alcanzó su máximo apogeo, decenas de miles de ballenas azules fueron cazadas, principalmente por su grasa y aceite, empleados para múltiples propósitos. 

Así, tras la introducción de buques factoría a vapor en 1925, modernizados con rampas a popa y otros elementos que supusieron un salto cualitativo en la capacidad de dar caza a estos gigantes, el número de ballenas azules cazadas anualmente aumentó de forma drástica.

De este modo, ese calcula que entre 1930 y 1931 estos barcos cazaron unos 29.400 ejemplares de media sólo en la región antártica. Esta situación sostenida en el tiempo condujo a que hacia el final de la Segunda Guerra Mundial su población hubiera sido considerablemente mermada, por lo que en 1946 se introdujeron las primeras cuotas que restringían el comercio internacional de ballenas, las cuales, no obstante, resultaron ineficaces debido a que no contemplaban una diferenciación entre especies. 

No sería hasta 1966 que la Comisión Ballenera Internacional otorgó protección legal a estas especies, marcando un punto de inflexión crucial en su destino. A partir de ese momento, la población de ballenas azules ha mostrado una lenta recuperación, y según los datos más recientes, se estima que su población mundial se encuentra en torno a los 10.000 individuos.

En la actualidad los esfuerzos de conservación se centran en establecer áreas marinas protegidas e implementar medidas de monitoreo y control de la caza ilegal. Si bien sus poblaciones actuales muestran una mejoría en comparación con los números alarmantes del pasado, aún queda mucho por hacer para garantizar la plena recuperación y conservación de esta icónica especie marina, que pese a todo, aún cazada por algunos países y debiendo de enfrentar amenazas como la pesca accidental o la colisión con barcos, aún se encuentra clasificada por Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como especie en peligro de extinción.

Oso panda gigante

El del oso panda gigante –Ailuropoda melanoleuca– es un caso bastante peculiar, pues hay quienes piensan que, de hecho, esta icónica especie asiática se habría extinguido -o se encontraría en camino a la extinción- aún sin la particular contribución de las acciones humanas.

Y es que si bien es cierto que los osos panda gigantes se enfrentan a una serie de desafíos para su conservación, algunos de ellos están más relacionados con su reproducción y habilidades físicas -en último término, con su propia biología- que con los factores externos que condicionan la supervivencia del conjunto de especies de un ecosistema.

Por ejemplo, una de las principales dificultades que enfrentan estos animales es su baja tasa de reproducción. Se trata de animales torpes en la cópula hasta el punto de necesitar ser asistidos cuando se trata de su cría en cautividad. Además, destaca en ellos un escaso interés por el sexo, pues, según se ha comprobado, son algunas de las criaturas con menos libido de reino animal. 

A todo ello hay que añadir que las pandas hembra son fértiles solo durante un corto período al año, de entre 24 y 72 horas; tienen dificultades para concebir y, además, una vez que logran quedar embarazadas, el porcentaje de éxito en el parto y la supervivencia de las crías es bastante bajo.

Otro desafío para los osos panda es su torpeza natural. Aunque su aspecto adorable y su comportamiento juguetón los hacen adorables para muchas personas, su torpeza, francamente, puede resultar un gran obstáculo para su supervivencia en estado salvaje. Debido a su estructura corporal y sus patas cortas, los pandas son menos ágiles y menos eficientes en la búsqueda de alimento en comparación con otros animales. Esto puede dificultar su capacidad para encontrar suficiente alimento, lo que se suma a los problemas de conservación que enfrentan, entre los que cabe citar la caza furtiva, o la desaparición de su principal fuente de alimento, el bambú, cuyo escaso valor energético motiva que requieran de grandes cantidades del mismo. 

Pese a todo, la recuperación de las poblaciones de osos panda es uno de los logros más notables en el campo de la conservación. Uno de los hitos más importantes en este sentido tuvo lugar en la década de 1980, cuando se establecieron varias reservas naturales y parques nacionales en China para proteger su hábitat. Estas áreas protegidas proporcionaron un entorno seguro para los osos panda y ayudaron a frenar la degradación de su hábitat.

A todo ello hay que sumar la posterior implementación de diversos programas de reproducción en cautividad, en los que cuales a través de técnicas de reproducción asistida, como la inseminación artificial, se logró aumentar la tasa de reproducción de los pandas en cautiverio y su posterior reintroducción en la naturaleza. 

Así, con el paso de los años, los resultados han sido muy positivos. Se calcula que en el año 2004, el censo oficial de osos panda en China registró una población de aproximadamente 1.596 individuos en estado salvaje. Esta cifra significó un aumento significativo en comparación con décadas anteriores y brindó esperanza para la supervivencia de la especie. Dos décadas después, en 2022, la población de osos pandas en estado salvaje ha crecido hasta los 1.864 pandas, un 16,3% más con respecto al año 2003. 

Todo esto motivó que en 2016 el estado de conservación de los osos panda pasara de estar clasifica «en peligro» a «vulnerable» en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza; pero aunque los datos son alentadores, los conservacionistas advierten de que aún queda mucho por hacer. 

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