Diferentes sensaciones pero un nuevo resultado negativo. El debut de Sampaoli trajo algo de fuego al Sevilla, que consiguió adelantarse tras un inicio prometedor, pero se fue diluyendo con el paso de los minutos y acabaron convertidos en presa ante un Athletic mucho más incisivo en el tramo final. COMPONENTE Ficha Crónica 2301665 Patada de Sampaoli al avispero. El argentino, en su vuelta al banquillo del Sevilla, optó por agitar el once en busca de que cayese alguna respuesta, obligado el técnico a airear el viciado ambiente generado en los últimos días de Lopetegui al cargo del equipo. Dmitrovic se hacía con el puesto de portero titular por las molestias de Bono y debutaba, al fin, Marcao en el centro de la defensa, lesionado el brasileño desde que llegó el pasado verano como sustituto de Diego Carlos. La novedad más sorprendente, la titularidad de Óliver Torres en el centro del campo, que hasta la fecha había tenido un papel muy irregular en el club andaluz (ni siquiera está inscrito en la Champions). Ni cinco minutos tardó el Pizjuán en implosionar. Fue Torres quien puso la primera piedra del nuevo Sevilla de Sampaoli. Tras una buena combinación entre el Papu y Montiel en la banda derecha, y un leve toque de Dolberg en el área, el centrocampista llegó desde segunda línea y anotó el primero para los andaluces. Éxtasis sevillista tras unos meses de oscuridad. Los locales mostraban una intensidad que parecía perdida, irrecuperable, y el Papu , desde la banda derecha, era el encargado de apretar el detonador. El Athletic estaba noqueado y no conseguía ni una posesión decente. Mientras, Sampaoli, ajeno a la felicidad de su afición, se paseaba por la banda, envuelto en tatuajes y con actitud de guarda de prisión. Su trance era tan intenso que incluso se chocó con el linier en alguna ocasión. Tras el volcánico inicio, el partido cogió algo de poso. Los vascos comenzaron a estirarse gracias a los hermanos Williams y Berenguer tuvo en sus botas el empate tras un buen disparo cruzado, aunque los andaluces eran los patrones del enfrentamiento, famélicos en los balones divididos e impulsados por una grada que protestaba y celebraba en todas y cada una de las acciones. Solo Nico, purasangre ambidiestro del regate, intimidaba a los locales con sus diabólicas danzas desde la banda izquierda, mientras Unai Simón , con muchos apuros, intentaba que la renta de los andaluces no se ampliase antes del descanso. Buena gestión del partido por parte del Sevilla tras los primeros 45 minutos, explosivo al principio y taimado en el nudo. Tras la reanudación, los pupilos de Sampaoli continuaron con el plan de su líder. Arriesgaban, quizás en demasía, durante la salida de balón, dirigidos todos los ataques hacia la banda derecha del Papu, muy entonado el delantero argentino en su toma de decisiones. En el otro bando y ante la incapacidad de tejer jugadas por el centro, el Athletic, que percibió ciertas dudas en Dmitrovic, comenzó a bombardear el área andaluza con centros y disparos lejanos en busca de que la diosa fortuna les dedicase una sonrisa. Crecían los vascos en el partido, la posibilidad del empate era real, y ante la amenaza, el técnico sevillista optó por reforzar la banda izquierda con el toro Acuña y con José Ángel, una suerte de doble lateral que mandó a Telles, lateral izquierdo, al centro del campo. Sampaoli edificaba su fortaleza antes del asalto final. No tuvo mucho éxito porque, tras un despiste generalizado de la defensa local, Nico Williams estuvo a punto de amarrar el empate, la más clara para los de Valverde, que a base de arreones iban haciendo retroceder a sus rivales, obligados a la más cruda de las supervivencias en el último tramo de partido. Con el duelo algo roto, y cuando parecía que el Athletic se quedaba sin ideas, Vesga , tras un rechazo en la frontal, hizo el empate con un bello y preciso disparo a la derecha de Dmitrovic. Los de Bilbao, que tuvieron varias ocasiones para hacer el segundo, frenaron la euforia, devolviendo a la afición sevillista a la difícil realidad que vive esta temporada. A ratos se mejoró la puesta en escena, pero el resultado, volvió a ser el mismo.

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