En un giro previsible de los acontecimientos puesto que en España se ha convertido en una tradición eso de zarandear al mejor, a la semana de que las sublevadas pusieran en jaque a la selección no se sabe aún bien por qué, el Madrid apareció en determinados cenáculos periodísticos como el problema de fondo de esta crisis de laboratorio. Por fas o por nefas, bien porque Vilda convocaba a demasiadas jugadoras del Real o bien porque éstas se negaban a pedir como las del Barça la baja repentina por un contagio masivo de ansiedad, el mejor club deportivo de la historia volvía a ser a su pesar protagonista involuntario de esta película de ciencia ficción. Interpreto que a las futbolistas merengues se les estaba reclamando que dejaran a un lado sus propias ideas al respecto y, una vez anulada su personalidad, siguieran en fila de a una y a pies juntillas las miguitas de pan que iban dejando las dueñas, ¿no? Menudo disgusto se habría llevado Concepción Arenal. Las que mandan ya provocaron antes, que se sepa, la destitución de al menos otros dos técnicos, el último de los cuales ganó el triplete. Las buenas, claro, eran siempre ellas, las dueñas, y ellos eran unos cenutrios. Como ahora con Vilda, tampoco se supo nunca por qué tuvieron que dejar sus puestos de trabajo. Sincronizaron los relojes, alguien en algún lugar ordenó el código rojo, en la otra punta del mapa se pulsó el botón eyector y los entrenadores fueron expulsados hacia el espacio exterior. Nadie preguntó. Daño colateral. Parece ser que ésta vez sí hubo quien pidió una explicación y eso no gustó a las jefas. En estos últimos días he aprendido algunas cosas, por ejemplo que las tuiteras tienen la boca tan sucia como ellos si no incluso más. Daba por descontado que, al atreverme a preguntar por los motivos que tenían las dueñas para hacer otra muesca en su cinturón, sería tildado de peligroso machista. Espero que la Federación no ceda, que no se canjee honra por barcos y que no jueguen al intercambio de cromos con las futbolistas que no han cedido a la presión acudiendo libremente a la convocatoria. Libertad, qué bonita palabra. Si en España hay setenta mil jugadoras federadas, Vilda tiene sesenta y nueve mil novecientas ochenta y cinco a su disposición. Como dice Laine Hanson al final de Candidata al poder, «los principios solo significan algo si te atienes a ellos cuando son inconvenientes».

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