El litio es el tercer elemento de la tabla periódica, después del hidrógeno y del helio, y, además, el primero del grupo de los metales alcalinos. Fue descubierto en 1817 por el químico sueco Johan August Ar- fwedson, quien demostró su presencia en minerales como la espodumena y la lepidotita.

De un atractivo color blanco plateado, es litio es el menos denso de todos los metales. De hecho es tan liviano que flota en el agua, y tan blando que puede ser cortado con un cuchillo. Sin embargo, la característica que en la actualidad lo convierte en un elemento tan codiciado y estratégico, es su gran capacidad para el almacenamiento de energía, ya que, en comparación con otros materiales, permite la acumulación de altas densidades de carga en un espacio relativamente pequeño.

Se trata de un elemento altamente reactivo, por lo que en la naturaleza existe únicamente combinado en la forma de minerales de litio, motivo por el que no comenzó a sintetizarse a escala industrial hasta 110 años después, durante la Guerra Fría, en la que jugó un importante papel en la carrera armamentística nuclear. Sin embargo el gran salto del litio se produjo a principios de la década de los años 90, cuando la compañía japonesa Sony sacó al mercado la primera batería recargable de iones de litio.

Desde entonces, el principal uso que se da al mineral se produce en la manufactura de baterías, donde habiendo sustituido al níquel, forma parte de cerca del 95% de las baterías de todo tipo y en toda clase de dispositivos, introduciéndose también con un éxito aplastante en el mercado de la automoción. Es por ello que su demanda ha disparado en los últimos años, convirtiéndose en un mineral estratégico de cara al cambio de modelo energético que busca sustituir los combustibles fósiles por energías renovables, donde uno de los mayores a escollos a salvar es el almacenamiento de la energía.

Así, el litio ha cobrado en las últimas décadas una gran importancia en todo el mundo, convirtiéndose en la actualidad en uno de los metales más codiciados, indispensable para la fabricación de las baterías de vehículos eléctricos, ordenadores portátiles, teléfonos y otros dispositivos digitales. Pero no todo acaba ahí, si no que este metal también se vuelve tremendamente valioso combinado con otros elementos. Por ejemplo, la aleación del litio con aluminio es cada vez más usada en aviones y trenes de alta velocidad, mientras que su mezcla con magnesio es empleada en el blindaje de vehículos pesados. El cloruro de litio, por su parte, es utilizado ampliamente en sistemas de aire acondicionado y secado industrial, y otros de sus compuestos, como el carbonato de litio, es incluso empleado en el campo de la medicina para el tratamiento de algunas enfermedades como la depresión o la esquizofrenia. Todo ello explica el incremento exponencial de la demanda de litio de los últimos años, la cual en 2020 fue de 330.000 toneladas métricas y se espera que a medio plazo, en los próximos 10 o 15 años, crezca entre un 20 y un 25%.

Sin embargo, pese a las bondades del litio, el gran reto futuro para la industria será reducir los impactos que a día de hoy genera su extracción. La minería del litio está en auge, no obstante todavía es relativamente nueva, por lo que su potencial éxito futuro, pasará por una obtención baja en emisiones y poco contaminante.

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