PESTAÑA j6-atleticomadrid-realmadrid-liga22/23 Crónica 4 COMPONENTE Ficha Crónica 2301638 El ambiente en el Metropolitano era más bien bosnio-herzegovino y llevó al Atlético en volandas durante el primer cuarto de hora. El 5-3-2 de Simeone tenía algo de falso, igual que su repliegue, porque en un instante, las alas, Llorente y Carrasco , volaban al ataque y el equipo se hacía punzante y ofensivo. Además, daba sensación de peligro a balón parado. Ese inicio y esa carga ambiental parecían una prueba para la parte nueva del Madrid, el eje defensivo y Tchouaméni . La respuesta la marcaba el ritmo ‘cool’ de Kroos, la tranquilidad en los pases, su serenidad anticlimática de dandy. El referente en el Atlético era Griezmann, bajando mucho a crear la jugada. Pero esos quince minutos de dominio casero expiraron como una oportunidad perdida y el Madrid apareció con uno de sus zarpazos. Tiene algo de félido bajo observación en un documental británico. Eso es la temporada del Madrid: la observación del misterioso leopardo en la sabana. Nunca se le acaba de conocer del todo. De repente, Valverde acelera la zancada, rompe líneas como si la presión de los medios fuera de papel, y la jugada, después de unas combinaciones, llega a Tchouaméni en posición de mediapunta y ahí llega, llegó la sorpresa: el 5 levantó la pelota como lo hubiera hecho Modric, y ella cayó, agradecida, como un pétalo de haiku para la llegada vertical de Rodrygo , que aparece en el área como si bajara por un tobogán; remate de primeras y gol. La finalización tuvo una velocidad de ejecución superior. A partir de ahí, el Madrid inicio una posesión con mayor control. Hubo un voluntarioso tiro de Griezmann que detuvo Courtois, pero sobre todo una posesión amplia, ancha, larga y juiciosa del Madrid que empezaba con Modric y Kroos en los laterales, de primeros hombres, como las dos sienes de su juego. Con Rodrygo en la punta había otra salida para los balones largos que añadir a la de Vinicius. Se echaba de menos a Benzema, pero el Madrid ganaba peligros nuevos. Tras ese control de efectos narcóticos, llegó otro zarpazo. Esta vez, la clarificación de la jugada, el toque maestro en la mediapunta lo dio Modric, que lanzó la carrera de Vinicius : puntera al palo y el rechace lo aprovechó Valverde, llegando a las sobras del contragolpe. Valverde igual empieza una jugada que la acaba. Por esa pareja encontraba el Madrid de nuevo otro gol, algo positivo de Vinicius en una noche mala para él. Las cuestiones previas y ambientales que no caben en esta crónica le tenían nervioso , crispado, incluso teatrero. Era, para entendernos, el Vinicius del final de los partidos, cuando está harto de bregar con los marcajes y todo se le hace personal. Esto cambió en la segunda parte, lo dejó en el vestuario. Economía del esfuerzo Tras el gol, al Atlético se le planteaba un problema serio. Si se iba a presionar, el Madrid golpearía con crueldad, pero tampoco podía esperar más. Dieron un paso adelante en un final de la primera parte corajudo, con el colectivo hacia arriba, presionante, esforzado y con Griezmann de faro. El Madrid respondió con su otra cara: el armadillo que se cierra , que se hace cofre, con Valverde remachando una banda y Mendy la otra. Así llegó el descanso, y al volver, el partido ya era otro, más tranquilo. El Madrid ha calmado este mes con su fútbol paradójico y desesperante, mezcla de toque y contragolpe, dos de los campos más sonoros de Europa: el del Celtic y el del Atlético. Aunque en el Metropolitano aún cayera algún objeto, el ambiente se había desinflado. Faltaba la reacción local. Algo más que empuje porque la presión más alta del Atlético no creaba peligro. Modric y Kroos se pasaban la pelota de banda a banda con un aire flemático, como si supieran más que todos los presentes sobre el partido y lo que estaba pasando. Simeone hizo lo que pudo: meter a Morata y a Cunha y lanzar sus naves pero la sensación era que Simeone tenía que luchar contra tres entrenadores: Ancelotti, Modric y Kroos , que repensaban el partido administrando repliegue y combinación como si impusieran una nueva economía en el Madrid, un consumo de ahorro energético. La polémica había sido el baile, y el baile no era samba, era un ‘slow’, el ‘slowly’ que diría Aute, al ritmo carrozón de Modric y Kroos. El Atlético no inquietaba y el partido se jugaba en un ámbito de consenso que sugería cierta inteligencia entre los dos: el Madrid no hería al contragolpe y Atlético quedaba bien ante su público con un dominio inane. El único contragolpe posible era de Vinicius , que intentó una lambretta sancionada por el público como una afrenta; el único peligro posible del Atlético parecía el balón parado y así llegó el 1-2, en gol de Hermoso con la espalda, sorprendido, casi sin querer. El partido cambió ahí en lo temperamental; se enardeció, hubo alguna tangana y el mismo Hermoso que metió al Atlético en el partido lo sacó al instante con su expulsión. Un manejo autolesivo de la energía.

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