No estamos programados para envejecer. En nuestro cuerpo no existe ningún gen diseñado para que nuestros órganos se deterioren. El envejecimiento es, simplemente, el resultado de la acumulación de daños celulares que hacen que nuestros órganos y tejidos empiecen a fallar y que, con el tiempo, nuestro estado físico vaya menguando.

Aferrándose a esto, algunos biomédicos, criticados por parte de la comunidad científica, aseguran que la muerte de la muerte será posible cuando se encuentre una fórmula que consiga que las células permanezcan jóvenes durante más tiempo. Así, este proceso natural del cuerpo podrá revertirse y, en consecuencia, la esperanza de vida aumentará considerablemente.

La esperanza de vida aumentará cuando se encuentre una fórmula que consiga que las células permanezcan jóvenes.

Viviremos 1.000 años

Uno de los biomédicos convencidos de esto es Aubrey de Grey, tan conocido por su barba roja hasta el ombligo como por afirmar que viviremos mil años gozando de buena salud. De Grey es un gerontólogo biomédico inglés que dirige Estrategias para la Senescencia Negligible Ingenierizada (SENS, por sus siglas en inglés), una fundación financiada por mecenas que trabaja en el desarrollo de una estrategia de reparación de los tejidos afectados por el envejecimiento.

Para Aubrey existen siete tipos de daños que deben ser reparados con la ayuda de las tecnologías. Con una pastilla o una inyección de células madre se podrían reparar cientos de cosas a la vez. Así, siempre según su teoría, el cuerpo rejuvenecería y tendríamos una esperanza de vida indefinida. Desde este punto de vista, muy criticado por parte de la comunidad científica, el envejecimiento, más que un destino inevitable, pasaría a la categoría de enfermedad. Y “curable”.

Tecnología contra el envejecimiento

Hay quien va más allá y pronostica que en las próximas dos décadas presenciaremos el final de la muerte. Es el caso de José Luis Cordeiro, fundador de la Singularity University, promocionada por Google y por la Nasa, que en sus conferencias suele decir que él no piensa morirse. Las bases para una afirmación tan tajante se encuentran en el concepto de singularidad tecnológica, que defiende que el desarrollo científico y tecnológico no es lineal, sino exponencial.

En los próximos años, según Cordeiro, la terapia génica, la inteligencia artificial y las técnicas de bioimpresión estarán tan avanzadas que podremos curar con antelación las posibles enfermedades. El envejecimiento, por lo tanto, será inexistente.

Otra teoría preconiza que, en 25 o 30 años, podremos tener copias digitales del ser humano que se podrán restaurar.

Las próximas generaciones podrían llegar a vivir 120 años.

Empresas como Huawei, dedicada a la telefonía móvil, ya están explorando la perspectiva de la inmortalidad. Para Kevin Ho, presidente de la línea de productos de teléfonos móviles, en un futuro no muy lejano podríamos tener apps para chatear con nuestros familiares fallecidos, los cuales previamente habrían vaciado su conciencia en computadoras.

Al mismo tiempo, la medicina trabaja para que podamos superar los cien años de vida de media y que lleguemos a esa edad sin sufrir enfermedades cardiovasculares, cáncer, enfermedades pulmonares obstructivas crónicas, demencia senil o diabetes. De conseguirlo, las futuras generaciones no solo llegarán a vivir 120 años, sino que lo harán con una mayor calidad de vida.

De todos modos, para lograr estos avances científicos y tecnológicos harán falta muchos recursos y años de investigación. Así, serán las próximas generaciones las que comprueben qué parte de todas estas teorías se acaban convirtiendo en una realidad.

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