Diego Costa vuelve a estar en el ojo del huracán. El (volcánico) icono del fútbol español, su ‘bad boy’ favorito, estaba a un paso de volver a la Liga. O eso parecía. Había llegado a un acuerdo con Raúl Martín Presa , el presidente del Rayo Vallecano (club en el que ya militó hace 10 años como cedido), acuerdo que incluso llegó a anunciarse de manera extraoficial. Pero tras una negociación por libre, como la de Falcao el año pasado, sin reparar en si era del gusto o no del entrenador. Y resulta que Andoni Iraola no lo quiere. Con un rechazo tan rotundo que amenaza con dimitir si finalmente el fichaje se produce. Así se lo confirman a ABC tanto fuentes del club, del entorno del técnico y del propio futbolista. «Sin comentarios», fue la escueta respuesta oficial del Rayo cuando ayer se le preguntó por la situación del fichaje. El jugador espera, pero recela («tengo que pensar bien lo que quiero hacer», aseguró a Cope la semana pasada a la salida de un restaurante). Iraola se planta ante el fichaje impuesto, sin contar con su opinión, de un jugador mayor, que corta la progresión de los jóvenes y que lleva tiempo sin jugar. El presidente duda entre cumplir su palabra (ya estaban todas las condiciones pactadas y cerradas) o ceder a la fuerte negativa de su entrenador. Iraola o Diego Costa, ese es el dilema. El delantero (33 años) lleva sin equipo desde que el pasado enero finiquitase su vinculación con el Atlético Mineiro de la liga brasileña. Desde entonces se entrena en Madrid en solitario. Martín Presa cree que firmar a Costa, al que ya le había dado su palabra, tiene tanto matiz futbolístico como de mediático o marketing. El jugador, pese a llevar siete meses sin competir, siempre ha sido un portento de cara a la portería rival (149 goles en 394 partidos desde que desembarcó en Europa), además de estar especialmente entonado durante su etapa en el Rayo, donde sumó 10 dianas y cuatro asistencias en solo 16 encuentro de liga. Más allá del césped, el jugador ha pasado por varios de los mejores equipos de Europa ( Atlético y Chelsea) e incluso llegó a disputar el Mundial de 2014 con España en Brasil. Un currículo que le da una tez galáctico, un fichaje muy similar al que ejecutaron los madrileños el año pasado con Radamel Falcao . En el otro lado de la moneda, Costa siempre ha sido un jugador con tendencia hacia los deslices extradeportivos o a las virulentas rivalidades durante los partidos. Un fichaje con sus pros y sus contras que ha pasado de cerrado a dinamitado en solo unos días. El último barullo de un jugador acostumbrado a vivir rodeado de ruido. La senda del guerrero Costa ha acumulado tantos goles y grandes actuaciones como baches y salidas de tono, personaje peculiar donde los haya, que a ratos parecía ser uno de los elegidos por el dios fútbol y que en otros se acercaba al de ente descentrado, maldito e incomprendido. Cuenta la leyenda que cuando llegó al vestuario del Chelsea, después de que los londinenses pagaran al Atlético 38 millones de euros en 2014 por sus servicios, lo primero que hizo el hispanobrasileño fue dirigirse al capitán John Terry y decirle en un inglés macarrónico: «Me voy a la guerra, ¿vienes conmigo?». Una frase que define a la perfección al jugador, pues ha sido su fogosa percepción del fútbol el hilo conductor de su dilatada carrera, 16 años en la élite desde su fichaje por el Braga en 2006 hasta el pasado enero, cuando se convirtió en agente libre después de haber solicitado la rescisión de su contrato con el Atlético Mineiro por no haberse adaptado al equipo, en palabras del director deportivo de los brasileños. Noticia Relacionada Fútbol estandar No Las estrellas sin equipo Rubén Cañizares En el mercado figuran agentes libres de gran potencial que siguen sin encontrar club para esta temporada Son varias las anécdotas que rodean a Costa, muchas de ellas expuestas de manera pública en su biografía ‘El arte de la guerra’, escrita por el periodista Fran Guillén. Desde sus barbacoas cuando estaba en Albacete (2009), donde, según los presentes, ponía pornografía a todo volumen en los altavoces para desconcertar a sus vecinos, hasta los kilos de más que mostraba cuando llegaba a Los Ángeles de San Rafael, base habitual del Atlético en sus pretemporadas: «Echadle la culpa a mi madre, cocina demasiado bien». Acciones sin demasiada malicia que, sin embargo, en muchos tramos de su carrera, se vieron sepultadas por actuaciones mucho más explosivas. Especialmente criticado durante su paso por la Premier League (2014-2018), donde se encaró con Steven Gerrard durante un partido en 2016 contra el Liverpool, uno de los intocables de la competición por su estatus de leyenda como capitán del equipo más famoso de Inglaterra junto al Manchester United. Incluso llegó a morder, aunque ligeramente, al centrocampista del Everton Gareth Barry la temporada siguiente. Una forma de ser que, como él mismo confirmó, le pudo perjudicar a la hora de acudir con España a la Eurocopa de 2016. «Si no fui a la selección por mi carácter no voy a volver porque no voy a cambiar», dijo en 2018 antes de viajar con el resto del equipo al Mundial de Rusia. O con él o contra él, en Diego Costa no cabe el término medio.

Facebook Comments