Todos tenemos sueños. Alguna vez nos hemos abandonado a la idea de tener una casa enorme, de hacer ese gran viaje, de tener ese coche… Sin embargo, la gente se extraña cuando les cuento cuáles son mis sueños. No entiendo por qué les llama la atención que sueñe con disfrutar de una vida saludable y longeva, teniendo en cuenta que entre 2030 y 2050, el cambio climático causará unas 250.000 muertes adicionales cada año. También les extraña que sueñe con poder pasar los veranos en la playa de mi infancia, si bien un aumento de la temperatura de 4ºC de aquí a 2100 elevará el nivel del mar un metro.

Tristemente, todo eso son solamente sueños. Sería una necedad pensar que la desertificación, el riesgo de incendios, la falta de agua potable, las inundaciones y las sequías no van a tocar a la puerta de los hogares españoles en unas décadas. Sin embargo, no me rindo y sigo soñando sobre todo con una cosa: ser capaz de evitar esta catástrofe climática.

Luchar contra el cambio climático ya no es solo un sueño, es una necesidad. Y hay algo que está claro: se nos acaba el tiempo. Los científicos ya no hablan de evitar el cambio climático, ahora solo podemos mitigar sus efectos. En esta lucha, los jóvenes ocupamos un papel clave, ya que las nuevas generaciones son y serán las últimas capaces de realizar un cambio. Sabemos cuál es la solución: usar energías renovables, reducir las emisiones de CO2, acabar con el Fast-Fashion, reducir el consumo de productos cárnicos… Los científicos no paran de repetir lo que hay que hacer, solo falta ponerse en marcha.

Sin embargo, muchos jóvenes piensan que ellos no pueden marcar la diferencia. Nos sentimos solos e indefensos frente a la lucha contra el cambio climático, aunque para el 76% de los jóvenes españoles, el medio ambiente es una preocupación diaria. El poder del cambio está en nuestras manos, si bien es cierto que los gobiernos, las instituciones y las empresas son los que más pueden colaborar en esta lucha, a través de acuerdos o con el cumplimiento de los objetivos establecidos por la ONU, pero la base de esa pirámide somos nosotros. Aunque no podamos obligar a las empresas Fast-fashion, a la industria ganadera o a las petroleras a que reduzcan su daño en el medio, sí podemos dejar de consumir sus productos, podemos protestar, podemos ayudar y participar en las organizaciones que los presionan para que lo hagan y mucho más. Incluso podemos ser verdaderos héroes. Greta Thumber no es la única pequeña gran activista, a lo largo de todo el mundo encontramos personas como Kehkashan Basu, que con 21 años es fundadora de Green Hope; o Christian Kroll, que tenía 26 años cuando inventó Ecosia, proyectos cuya colaboración ambiental es enorme hoy en día.

Somos el futuro del mundo, y un mundo que tiene miedo de unirse, de innovar, de hacerse escuchar o de luchar por el único planeta que tenemos, no es un mundo probable ni deseable. En nuestra mano está que mis sueños y los de todo el mundo se hagan realidad.

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