Obtener la nacionalidad española es un sueño para miles de inmigrantes que aspiran a vivir y trabajar en España. Solo hay que ver los últimos datos del INE: 144.012 extranjeros residentes en España la adquirieron en 2021, un 14,05% más que el año anterior. La inmensa mayoría tienen que esperar durante mucho tiempo en una situación compleja, en muchos casos de forma irregular, y pasar por trámites eternos hasta obtener los ansiados papeles.

Este proceso puede durar años, que ahora con el retraso burocrático derivado (entre otros motivos) por la situación que provocó la pandemia se ha visto incrementado. Se estima que hay 300.000 expedientes pendientes, algunos de ellos por resolver desde 2016. Por eso, casos como el de Lorenzo Brown, el jugador estadounidense de baloncesto que acaba de recibir la nacionalización exprés, ha generado tanta polémica: él ni siquiera ha pasado más de dos días seguidos en España.

Las nacionalizaciones en el deporte no es un asunto nuevo, ni mucho menos. Ya a mediados del siglo XX hubo casos como los de Alfredo Di Stéfano o Pepe Legrá que, pese a nacer en Argentina y Cuba respectivamente, acabaron defendiendo el escudo español en las selecciones de fútbol y boxeo respectivamente.

Ni es algo moderno, ni es exclusivo de ningún deporte. Rara es la disciplina que no tiene a un nacido en el extranjero que acaba defendiendo la rojigualda en competiciones internacionales, bien por derecho propio (que hayan pasado años y pasado por todo el camino), bien por decisión del Consejo de Ministros, como acaba de ocurrir con el citado Brown o con Jordan Díaz, que acaba de batir el récord de España de triple salto. Su situación tiene un cariz especial, ya que World Athletics aún no le reconoce como español y aún compite con bandera cubana a efectos oficiales.

Los estamentos federativos suelen agarrarse a la búsqueda de éxitos inmediatos o para suplir carencias que en la cantera española no hay.

Brown es un base perfecto para la selección de Sergio Scariolo, que le conoce muy bien de Toronto Raptors, en un momento donde falta este tipo de jugadores de nivel. Para los deportistas es una oportunidad también: si en sus países de origen tienen mucha competencia o son excepciones de mucho mayor nivel que el de sus compatriotas, prefieren aceptar las propuestas de sus países de adopción para brillar: son los casos de Nikola Mirotic y Serge Ibaka. Este último, bautizado como ‘Ikea‘ por el exministro José Blanco cuando fue anunciada su nacionalización: un síntoma de la desconexión entre la urgencia política y la deportiva.

El arraigo, un arma de doble filo

La presencia de extranjeros en las selecciones españolas se ha convertido, en algunos casos, en un problema. La dependencia de algunas selecciones de componentes que no son españoles y la exigencia (impuesta de manera externa o interna) de alcanzar la gloria ha resultado contraproducente en casos como el del rugby, que no una sino dos veces se ha quedado sin Mundial por culpa de nacionalizaciones y pasaportes falsos o, cuando menos, irregulares.

Las nacionalizaciones suelen argumentarse bajo el concepto del arraigo. Ibaka, como recordó Blanco en aquella famosa rueda de prensa, se había desarrollado en España, lo que explicaba en parte que quisiera ser internacional aquí. Otros, sin embargo, no lo hacen. Deportistas de la talla de Luka Doncic o Leo Messi tuvieron la oportunidad de defender las camisetas de España pero eligieron Eslovenia y Argentina respectivamente.

También hay arrepentidos, como Aymeric Laporte: esperó hasta el final a que Didier Deschamps le llamara con la absoluta de Francia y, cuando se le presentó la oportunidad de jugar la Eurocopa con España, no lo dudó. En cuanto la RFEF supo de su interés, y ante la ausencia de centrales de garantías para Luis Enrique, el Consejo de Ministros le concedió la nacionalidad al canterano del Athletic de Bilbao, al que ya llevaban tentando desde hace años.

El destino quiso que luego acabara enfrentándose a su Francia natal.

Los que toman el camino contrario

No siempre sale bien. Hay deportistas que se arrepienten de esperar a su país, como Laporte, o Iñaki Williams, que acaba de tomar el camino contrario: nacido en España y siendo vasco como el que más, ha decidido aceptar la propuesta de Ghana, el país de origen de sus padres… porque ve que Luis Enrique no le va a llamar.

Un camino similar puede tomar Miguel Ángel Salgado, hijo de Míchel Salgado. Canterano del Celta de Vigo y jugador del Paços de Ferreira portugués, disputará los próximos encuentros internacionales con la selección sub20 de Emiratos Árabes: sus padres viven y trabajan en Dubái.

Mientras tanto, otros siguen esperando

Las prisas por nacionalizar a deportistas porque pueden dar éxitos a España como país no son tales cuando son otros. Vinícius, que lleva años viviendo en España y trabaja para el Real Madrid, es uno de los que está esperando desde hace varios meses a que su expediente se tramite.

Este bloqueo hace que el Madrid no pueda fichar, ya que tiene cubierto el cupo de extrajeros, y dado que Vinícius ya es internacional con Brasil, no podrá ser nacionalizado por la vía exprés. En su caso, no se considera como una prioridad ni para la Real Federación Española de Fútbol ni para el Gobierno. Aunque sea un futbolista claramente identificado con una institución como el Real Madrid, uno de los principales embajadores de la ‘Marca España’ en el mundo.

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