El rorcual común meridional-Balaenoptera physalus quoyi– también conocido como ballena de aleta austral, es la segunda especie de ballena más grande del mundo después de la ballena azul. Este gigante de los mares que habita en el hemisferio sur fue cazado intensamente durante el siglo XIX, particularmente en las zonas en las que se alimentaba en la Antártida, lo que condujo a un enorme descenso de sus poblaciones. Tanto fue así que, cuando se prohibió su caza en el año 1976, se estima que aproximadamente 700.000 ejemplares habían sucumbido ante la actividad de los barcos pesqueros. Desde aquel momento, ver un rorcual común en sus áreas de alimentación tradicionales se convirtió en una rara excepción.

Sin embargo, las últimas investigaciones al respecto de la especie parecen indicar que la prohibición de su caza parece haber dado sus frutos. Ya a comienzos de este 2022 una investigación basada en el estudio de los sonidos que emiten estos cetáceos, parecía delatar su presencia en una de las zonas ricas en krill a las que estas ballenas acudieron históricamente a alimentarse en el hemisferio sur, la llamada isla Elefante. Ahora, no obstante, las sospechas de que las poblaciones de rorcuales comunes parecen estar recuperándose se acaban de confirmar visualmente, pues por primera vez desde que se restringió su caza a finales del siglo pasado han sido observadas en grandes cantidades por científicos de la Universidad de Hamburgo, en sus zonas de alimentación de la Antártida.

La evidencia se recoge en un artículo publicado en la revista Scientific Reports, que bajo el título Return of large fin whale feeding aggregations to historical whaling grounds in the Southern Ocean incluye la primera documentación en vídeo y fotografía de grandes grupos de ballenas de aleta que se alimentan cerca de la isla Elefante.

Para llevar a cabo su estudio, Helena Herr y sus colegas recopilaron datos sobre la abundancia de rorcuales comunes en la Antártida mediante un estudio en helicóptero y grabaciones de vídeo durante dos expediciones en abril de 2018 y marzo de 2019. Los autores estimaron la abundancia de rorcuales comunes en función de todos los avistamientos, tanto de individuos como de grupos de ballenas, a lo largo de 3.251 kilómetros. Así, Herr y su equipo registraron hasta 100 grupos de 1 a 4 individuos de ballenas de aleta. También 8 grupos inusualmente grandes de hasta 150 rorcuales que parecían estar alimentándose activamente. Toda una anomalía teniendo en cuenta que hasta el momento los avistamientos grupales de este tipo de cetáceos exhibiendo un comportamiento de alimentación no excedían los 13 ejemplares.

Los autores modelaron las densidades de población de rorcuales comunes en la Antártida y predijeron una población de 7.909 rorcuales comunes para el área total del estudio, con una densidad de 0,09 individuos por kilómetro cuadrado, una densidad alta en comparación con las poblaciones de rorcuales comunes en otras áreas del mundo, como el sur de California, donde es de 0,003 ballenas por kilómetro cuadrado.

Herr y sus colegas sugieren que la recuperación de las poblaciones de ballenas de aleta podría enriquecer el ecosistema marino de la Antártida a través del reciclaje de nutrientes y los excrementos de las ballenas, un fenómeno conocido como una «bomba de biológica» y, a su vez, apoyar el crecimiento creciente de fitoplancton y mayores poblaciones de krill.

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