Hay que celebrar que al final no fuera nada, pero el entrenador del Manchester City, Pep Guardiola, se comporta en este vídeo como el catalán perfecto: racista, cobarde, y haciéndose luego el indignado puesto ante la evidencia de ambas circunstancias. Por ser un negro quien le sigue, Pep da por hecho que le quiere robar la bicicleta. Su reacción inmediata es bajarse y ofrecérsela. Cuando el pobre fan le dice que sólo quería una fotografía, se va sin decir nada y con cara como de dignísimo, cuando es él quien queda retratado en el vídeo. Los catalanes vamos de inclusivos, y de tolerantes, y acusamos a cualquiera de fascista, pero luego tenemos un profundo complejo con la diferencia. Nosotros creemos que es de superioridad -como cuando hablamos de «los españoles» con ese deje de desprecio- pero en el fondo es de inferioridad, como cualquier complejo. El fan del vídeo todo el rato vocifera que quiere una fotografía, y en inglés, pero a Pep le pesa más el color de su piel que lo que dice, y por eso frena y le ofrece lo que cree que quiere. Código Desktop Pep was scared for his life…😭😭 pic.twitter.com/SOT34m9om8— george (@StokeyyG2) July 11, 2022 Imagen para móvil, amp y app Código móvil Pep was scared for his life…😭😭 pic.twitter.com/SOT34m9om8— george (@StokeyyG2) July 11, 2022 Código AMP Pep was scared for his life…😭😭 pic.twitter.com/SOT34m9om8— george (@StokeyyG2) July 11, 2022 Código APP Pep was scared for his life…😭😭 pic.twitter.com/SOT34m9om8— george (@StokeyyG2) July 11, 2022 También los catalanes solemos presumir de valientes, de determinados, y «lo volveremos a hacer» es nuestro último grito de guerra. En cambio, a la hora de la verdad, Puigdemont huyó al día siguiente de declarar independencia, Junqueras se entregó a la Justicia, Lluís Llach se marchó por si las moscas a Senegal, donde tiene una casa y a un hermoso sirviente, y Pep Guardiola no tarda ni veinte segundos en entregar su bicicleta. Luego nos extrañamos de que las guerras las gane España y el Madrid las Champions. Son una cosa y lo mismo lo rápido que Pep se desprende de su bici que aquel modo de deshacerse en la semifinal del Bernabéu. Y luego está la indignación, este marcharse sin mediar palabra, en lugar de pedirle perdón al negro por la confusión y tomarse con él un sonriente retrato. Es la indignación de no querer reconocer el error y de llamarle «estilo», o «posesión del balón», cuando la realidad te ha derrotado. Yo también habría tenido miedo, yo también habría entregado sin chistar los que me hubieran pedido, pero si me hubiera dado cuenta de mi error, habría invitado al hombre a unas cervezas. Dándole unas monedas, claro, no yendo con él a ninguna parte.

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