Fernando Alonso no suele ser un piloto que se guarde mucho, pero hay que saber leerle. De un tiempo a esta parte ha aprendido a hablar más con sus gestos que con sus palabras, por lo que muchas veces son los blancos que deja entre las frases lo que realmente esconde el mensaje.

Cuando acabó el GP de Canadá, el asturiano insistió varias veces en que pasar de la 2ª a la 7ª (9ª con la sanción final) posición se debió fundamentalmente a que tuvieron mala suerte y a que la fiabilidad no le acompañó. Que no entendía por qué las averías o los fallos de motor se concentraban en el ’14’, su monoplaza, y que tarde o temprano tenía que darse la vuelta a la situación.

Minutos antes, con unos elocuentes mensaje por radio, dejó muy claro que su frustración no tenía nada que ver con la mecánica.

Alpine padece un serio problema de falta de cintura. En una Fórmula 1 en la que es tan o más importante saber cuándo entrar en boxes que tener un coche competitivo, el equipo francés no ha dado la talla.

En Canadá, por citar el último ejemplo, fallaron estrepitosamente. En la citada radio se escucha cómo Karen Loos, el ingeniero de pista de Alonso, erra gravemente en la lectura de los tiempos y tiene que ser el propio piloto el que le advierte de que se está equivocando. «Saldrás 5º por delante de Ocon», le aseguraban sobre la posición en la que, en teoría, calculaban que iba a tener. Salió 7º y muy por detrás de su compañero.

No es la primera vez que Alpine demuestra que no saben cambiar de estrategia si la carrera lo requiere. Mientras Red Bull o Mercedes suelen sacar provecho de condiciones o circunstancias complicadas, como un accidente o un coche de seguridad tempranero (caso del que tuvo Sergio Pérez en la vuelta 8 de la carrera de Montreal), a Alpine le cuesta Dios y ayuda enterarse de qué va la película.

Si no saber cambiar de plan inicial es preocupante, más aún es el tiempo que tardan en reaccionar. En Canadá, Alonso empezó a perder tiempo por problemas de motor en la vuelta 20. No se dieron cuenta hasta bien entrada la vuelta 28, cuando ya poco o nada se podía hacer. La solución para evitar que Alonso no perdiera más tiempo fue frenar a Esteban Ocon, que ya era 6º seguro.

La desesperación del piloto español fue elocuente, no solo por los gritos por la radio, sino por el hecho de que tuvo que zigzaguear ya fuera de sí para evitar que Bottas le pasase. Como el delantero que manda un pelotazo a la grada después de fallar un gol cantado, Alonso mostró su enfado así. No se le puede achacar nada: no está en su mano que sus ingenieros aprendan a ver la carrera.

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