Esa visión caótica de Nápoles que directores de cine como Vittorio de Sica o Paolo Sorrentino han perpetuado, asentada en calles estrechas con infinitas hileras de ropa tendida y ruidosas motos, parece disiparse al surcar el tranquilo barrio de Chiaia, que se expande por el puerto hasta la zona de Posillipo. Construido en altura bajo las colinas de Vomero que corona el castillo de San Telmo, esta zona dulcifica el rostro napolitano con sus mansiones de estilo liberty, el parque afrancesado de la Villa Comunale y calles con anticuarios y osterias con siglos a sus espaldas. Un respiro del bullicio constante del centro de Nápoles en el que descubrir al caer el sol las mil versiones del aperitivo all’Italiana, tanto en su paseo marítimo como en la animada vía de Vico Belledonne.

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