La estratosfera, o lo que es lo mismo, la capa situada entre los 10 y los 50 kilómetros de altura de la atmósfera, contiene alrededor del 90% del ozono que rodea nuestro planeta. Esta alta concentración resulta fundamental, ya que este gas conformado por 3 moléculas de oxígeno (O3) es el encargado de filtrar casi la totalidad de la radiación ultravioleta procedente del sol.

Pero la concentración de ozono en la estratosfera no es constante, sino que puede variar temporal, espacial y estacionalmente. Por ejemplo, el agujero de la capa de ozono de la Antártida, es decir, la disminución de la concentración de este gas en el continente helado, no es estático, sino que fluctúa de forma que entre agosto y octubre aumenta su tamaño y volviendo a la normalidad en diciembre.

¿Qué provoca la destrucción de la capa de ozono?

Las causas de esta variabilidad llevan estudiándose durante décadas y entre las que más contribuyen a la destrucción del ozono pueden destacarse algunas naturales como la actividad volcánica, la solar o de los vientos estratosféricos, y otras provocadas por la actividad humana, como la emisión a la atmósfera de compuestos con cloro, bromo o yodo en su composición. Algunos de estos compuestos son los ya archiconocidos como clorofluorocarbonados o CFC´s, los cuales, como su nombre indica, están compuestos por cloro flúor y carbono, y cuyo uso se ha ido restringiendo paulatinamente durante las últimas 4 décadas gracias a la firma del Protocolo de Montreal.

Algo menos conocido, no obstante, es el dato revelado ahora por un equipo de internacional de científicos liderado por el Instituto de Química Física Rocasolano -IQFR- del CSIC.Y es que según el último estudio de la institución, publicado en la revista PNAS bajo el título The influence of iodine on the Antarctic stratospheric ozone hole, las emisiones de otro halógeno, concretamente el yodo procedente de los océanos, ha contribuido desde 1980 y en un promedio del 10 %, a la formación del agujero de la capa de ozono que se genera en la Antártida entre los meses de septiembre y octubre.

El yodo procedente de los océanos, ha contribuido, desde 1980 y en un promedio del 10 %, a la formación del agujero de la capa de ozono que se genera en la Antártida entre los meses de septiembre y octubre

Los resultados ponen en contexto la importancia del yodo, destacando que se trata del tercer halógeno con mayor capacidad destructiva de la capa de ozono. “Tradicionalmente se ha relacionado la destrucción catalítica de ozono estratosférico en la Antártida con las emisiones antropogénicas de otros dos halógenos, el cloro y el bromo», explica Alfonso Saiz-Lopez, investigador del IQFR-CSIC y coordinador del estudio. «La contribución de las emisiones oceánicas de yodo al agujero de ozono no se había tenido en cuenta debido principalmente a que durante décadas se pensó que las cantidades de yodo que alcanzan la estratosfera eran despreciables», continúa. «Sin embargo, mediciones recientes han demostrado que cantidades significativas de yodo se inyectan a la estratosfera en las regiones tropicales”, añade.

Los resultados, obtenidos con un modelo climático global para el periodo 1980-2015, revelan que el yodo ha contribuido un 10% de promedio en la destrucción del ozono en la baja estratosfera de la Antártida, reduciendo hasta 4% la columna de ozono que se extiende en esta capa de la atmósfera. Además, un nuevo esquema de la química atmosférica de los halógenos desarrollado en el propio IQFR-CSIC, muestra que las emisiones de yodo en la estratosfera tropical, y su posterior transporte al polo sur, pueden adelantar o retrasar la apertura y cierre estacional del agujero de ozono entre tres y cinco días.

“La contribución del yodo a la formación del agujero de ozono sobre la Antártida ha sido obviada desde el descubrimiento de este fenómeno».

“El yodo, a pesar de encontrarse en la estratosfera en cantidades mucho menores que el cloro y el bromo, controla la destrucción de ozono causada por halógenos en la baja estratosfera Antártica durante el verano y principios del otoño, cuando la reactivación heterogénea de reservorios de cloro y bromo, típica de la primavera austral, no está activa”, explica Saiz-Lopez.

Yodo y ozono, una relación de gran potencial destructivo

Los sondeos realizados en el hielo han demostrado que las emisiones de yodo procedentes de los océanos han aumentado en las últimas décadas. A pesar de ello, Carlos A. Cuevas, investigador del IQFR-CSIC y autor principal del estudio, destaca que “la contribución del yodo a la formación del agujero de ozono sobre la Antártida ha sido obviada desde el descubrimiento de este fenómeno. Este trabajo, no obstante, demuestra que es necesario que se considere en los modelos actuales junto al cloro y el bromo para realizar evaluaciones más precisas de los impactos de los halógenos en la destrucción de ozono estratosférico en la Antártida”, añade.

Y es que en un contexto de calentamiento global y de aumento de las emisiones oceánicas de yodo, cabe esperar que la contribución relativa de este halógeno a la destrucción de ozono estratosférico aumente en el futuro, cuando las emisiones antropogénicas de cloro y bromo disminuyan aún más debido a la implementación del Protocolo de Montreal.

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