Madrid Actualizado: Guardar

El 5 de agosto de 2021 quedará para siempre en la historia de LaLiga, también en la historia del Barcelona. El jugador más decisivo que jamás existió, un futbolista superlativo que se instaló en el paraíso a base de goles imposibles y repetidas exhibiciones, se va, así de crudo, así de simple. Leo Messi ya no es del Barça y parece que esta vez es real, que no es un farol como el del pasado verano que se quedó en el amago. Messi, que aterrizó en Barcelona a los 13 años, se quita la camiseta azulgrana con 34, triste epílogo a una historia de amor que parecía irrompible, pero nada es eterno en esta vida. Se le

 firmó en una servilleta, expresó su deseo de abandonar la entidad en un burofax y se le despide con un comunicado frío en una tarde olímpica de agosto.

«En Barcelona, a 14 de diciembre del 2000 y en presencia de los Sres. Minguella y Horacio, Carlos Rexach Secretario Técnico del F.C.B. se compromete bajo su responsabilidad y a pesar de algunas opiniones en contra a fichar al jugador Lionel Messi siempre y cuando nos mantengamos en las cantidades acordadas», rezaba ese texto, escrito tal cual, importaba poco la pulcritud en ese caso. Ahí lo importante era que un menudo chaval de Rosario, que soñaba con ser el rey del Club Atlético Newell’s Old Boys, se comprometía con el Barcelona pese a esas opiniones contrarias a las que se refería Rexach. Era bajo, muy bajo, y el club catalán asumía el costoso tratamiento de hormonas de crecimiento para que el chico creciera. Llegó a los 170 centímetros, según datos oficiales, pero no necesitó más para ser el mejor.

De Messi se ha escrito todo, tanto que a veces no se sabe qué más se puede decir o aportar. Se exhibió en La Masía, donde empezó a forjar una fuerte amistad con los Piqué y los Fábregas, y la rompió en el primer equipo, aupado por Frank Rijkaard cuando en el Barça se engordaba con las diabluras de Ronaldinho y los goles de Eto’o. En un visto y no visto, confirmó lo que él mismo vaticinó en uno de sus anuncios en el que emplazaba al personal a recordar su nombre, un nombre legendario que también ha tenido episodios oscuros como sus problemas con Hacienda que le sentaron en el banquillo.

Es casi imposible de entender cómo se ha podido torcer tanto una relación tan sólida, al menos en apariencia, si bien vuelve a aparecer el nombre de Josep Maria Bartomeu. Con él al frente del club, Messi se hartó y reclamó, exigió incluso que se le facilitara la salida porque no tenía intención alguna de seguir. Fue cuando lo del burofax, entendido al principio como un brindis al sol, pero que escondía muchas heridas. «Por medio de la presenta carta, yo Lionel Andrés Messi Cuccittini solicito que se proceda a resolver el contrato de relación laboral que ocupo actualmente en su distinguido club, amparándome en la cláusula número 24 que me permite disfrutar de esa facultad». Fue el 25 de agosto, hace casi un año ya. Ayer, el adiós fue definitivo y le dio forma el propio Barcelona con unas palabras tan vacías que daba la impresión de estar despidiendo a un cualquiera en vez de al jugador más importante de sus 122 años de historia. «El Barça quiere agradecer de todo corazón la aportación del jugador al engrandecimiento de la institución y le desea lo mejor en su vida personal y profesional».

En todo este proceso, mil historias para no dormir. Laporta estaba tranquilísimo, eso decía, y se especuló con la renovación de Messi a todas horas. Que si al término de la Liga, que si después de la Copa América, que si antes de sus vacaciones… Se le esperaba para el Gamper del domingo, donde incluso se le requería para animar a la tropa con su discurso, y ahora se especula con su futuro, disparada la rumorología. Solo hay una certeza, que es la de su ruptura con el club que le dio todo –mucho dinero también, 138 millones brutos por temporada en su último contrato– y al que correspondió hasta el final de sus días. No es el final feliz que todos querían y es lógico preguntarse quién pierde más en toda esta historia. Hay vida en el Barça sin Messi, el club sigue, pero le costará horrores llenar ese inmenso vacío.

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