La polémica vuelve a desatarse en la Eurocopa, siendo todo lo que ha ocurrido con los símbolos en apoyo al colectivo LGTB el principal protagonista extradeportivo del torneo. Tras los vetos a las publicidades en Rusia y Azerbayán, la capital azerí se ha convertido en el nuevo epicentro de la discordia.

En el encuentro del pasado fin de semana entre Dinamarca y República Checa, dos miembros de seguridad del Estadio Olímpico de Bakú, retiraron y  confiscaron la bandera con los colores arcoíris que un aficionado danés sacó durante el partido. 

La UEFA quiso cortar por lo sano prohibiendo que se muestren símbolos de apoyo a esta comunidad en las rondas finales del torneo, después de que Múnich pidiese iluminar con estos colores la fachada del Allianz Arena para el partido contra Hungría. 

No obstante, el organismo presidido por Ceferin se defiende y asegura que «la UEFA no ha dado nunca consignas a los empleados del estadio de Bakú o de cualquier otro estadio a confiscar banderas arcoíris». «El aficionado en cuestión estaba muy ebrio y algunos aficionados locales comenzaron a ser agresivos con él. Los empleados intervinieron y, a pesar de su estado, permitieron a dicho fan seguir», añaden.

Azerbaiyán descriminalizó las relaciones entre parejas del mismo género en el año 2000, pero Human Rights Watch señaló en 2017 que miembros del colectivo LGBT fueron víctimas de violencia policial, arrestos y torturas. 

Desde Dinamarca, ya se han abierto iniciativas para que otros aficionados que estuvieron presentes en las gradas puedan dar testimonio de lo ocurrido tanto en el estadio como en otras ocasiones.

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