A lo largo de esta pandemia son numerosas las ocasiones en las que nos hemos preguntado por los beneficios y perjuicios del teletrabajo. Ante esta delicada situación vivida durante meses, el teletrabajo ha ofrecido a muchas personas una oportunidad sin igual para compaginar su vida laboral y familiar, es decir, hay quien ha sabido ver el vaso medio lleno. Para otras, no obstante, el teletrabajo ha supuesto una imposición. Una que por ejemplo, les ha relegado a pasar en casa más horas de las deseables y que ha acabado con una buena parte de su vida social.

Una cuestión parecida pero que ha pasado un tanto más desapercibida, e incluso a un segundo plano para nuestros políticos, instituciones y medios de comunicación, ha sido la educación o como el hecho de pasar casi un año escolar tomando clases en sus propias casas ha afectado a miles de estudiantes. Todo ello pese las reiteradas pero legitimas quejas de docentes, profesores y alumnos ante la insuficiencia de medios, apoyo u organización.

Este precisamente ha sido el objeto de estudio de una investigación realizada en los Estados Unidos que bajo el tituloStudents attending school remotely suffer socially, emotionally, and academically, se publica esta semana en la revista especializada Educational Researcher y la cual ha encontrado que los estudiantes de secundaria que asistieron a la escuela de forma remota durante la pandemia de COVID-19 sufrieron más social, emocional y académicamente que los que asistieron a clases presenciales.

«Muchas noticias han informado sobre historias individuales de adolescentes que han sufrido ansiedad, depresión u otros problemas de salud mental durante la pandemia», declara Angela L. Duckworth, profesora de la Universidad de Pensilvania y fundadora y directora ejecutiva de Character Lab. «Este estudio ofrece algunas de las primeras pruebas empíricas de cómo el aprendizaje a distancia ha afectado al bienestar de los adolescentes», añade la que también es la autora principal del artículo.

Así en una escala porcentual, los estudiantes presenciales obtuvieron una calificación más alta que los estudiantes en remoto en varios aspectos de sus vidas. Por ejemplo respecto a los niveles de bienestar social la calificación para los primeros fue de 77,2 puntos frente a los 74,8 de los segundos. En cuanto al bienestar emocional, los investigadores reportaron 57,4 puntos para los estudiantes presenciales frente al 55,7 para los estudiantes en remoto. Y en el caso del rendimiento académico las cifras variaron del 78,4 frente a 77,3 respectivamente.

Los estudiantes de secundaria que asistieron a la escuela de forma remota durante la pandemia de COVID-19 sufrieron más social, emocional y académicamente

«De forma clara esta brecha fue mayor entre los estudiantes más mayores» explica Laurence Steinberg, profesor de la Universidad de Temple. «Debemos reconocer que los estudiantes en remoto no solo están rezagados como alumnos, sino que están sufriendo como personas», continúa. «Satisfacer sus necesidades psicológicas intrínsecas, de conexión social, emocionales e intelectuales. es un desafío que no puede esperar», añade.

Para llegar a sus conclusiones los investigadores se valieron de los datos recopilados para una investigación ya en curso antes de la explosión de la pandemia. En ella, a partir de diversas variables que evaluaron la experiencia académica, la situación social, emocional y social de más de 6500 estudiantes para dar forma a lo que llamaron el Índice de Desarrollo Estudiantil de Character Lab.

«Debemos reconocer que los estudiantes en remoto no solo están rezagados como alumnos, sino que están sufriendo como personas»

Varios meses después, se ofreció a las familias del distrito de Orange, en Florida, en el cual se desarrolló el estudio, la opción de continuar con las clases de forma remota o presencial para el año escolar 2020-21. Dos tercios de los estudiantes decidieron continuar con su formación de forma remota y un tercio asistió a la escuela en persona, e independientemente de su elección volvieron a someterse a la evaluación de los investigadores.

Por ejemplo, para saber sobre el grado de bienestar social de los alumnos la encuesta incluyó preguntas sobre cómo se adaptaron a la escuela o si en esta había un adulto a quien pudieran acudir en busca de apoyo o consejo. En cuanto al bienestar emocional, los adolescentes respondieron a preguntas sobre la frecuencia con la que se sentían felices, relajados y tristes, así como sobre cómo se sentían en general acerca de su vida. Y en tanto al bienestar académico, la encuesta preguntó qué tan interesantes encontraban los adolescentes sus clases, cuán importante les parecía que les fuera bien en sus clases y qué tan seguros estaban de tener éxito con sus calificaciones.

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