crcampnou-kSXD--620x349@abc.jpgEl Camp Nou es uno de esos estadios con mística, en el que uno espera «que pasen cosas», como dijo Guillermo Amor antes que el Barcelona consiguiese remontar un 4-0 contra el PSG en 2017. Sus más de 99.000 butacas, espoleadas tanto por lo deportivo como por lo político, han sido testigos de hitos futbolísticos, como Johan o Leo, y de derrumbes tan sonados como el que provocó Fernando Torres en 2012, que apeó al Barcelona en semifinales de la Champions y enseñó la puerta de salida a Pep Guardiola del club catalán. El viejo edificio también es sabio, y sabe lo que es un Barça- Real Madrid, el partido de partidos, un poco venido a menos en los últimos tiempos por la ausencia de protagonistas, como Cristiano, o el ocaso de sus estrellas, como Messi. Tampoco ha ayudado que ambos equipos, teóricamente, ya no estén a la vanguardia europea, ahora protagonizada por la «nueva escuela alemana» de los Tuchel y los Flick, reforzados por la última final de la Champions League. Amparados en la melancolía y personificados en adolescentes como Fati, Pedri, Rodrygo o Vinicus, Barça y Real Madrid se vuelven a encontrar este sábado en un clásico desvirtuado por las derrotas en Cádiz y Getafe, que llega antes de tiempo según los analistas y que poco ponderará en la ruta hacia el trofeo liguero. Pero sigue siendo un clásico,y nada menos que en el Camp Nou donde, según las estadísticas, su césped y sus gigantescas dimensiones ya no ayudan tanto a los catalanes como antaño. El balance histórico liguero en el estadio cuando se enfrentan ambos equipos es de 90 partidos, traducidos en 50 victorias para el Barcelona, 20 para el Madrid y 20 empates. Unos datos reforzados por la imbatibilidad del equipo culé en Champions League cuando juegan como local, donde no pierden desde 2013, cuando el Bayern ganó 3-0 en el Camp Nou, histórico 7 a 0 en la eliminatoria. Sin embargo, en los clásicos más recientes, la cosas cambian. En la última década, entre partidos de Liga, Copa del Rey y Supercopa, el Real Madrid ha conseguido espantar al miedo escénico con cuatro victorias, siete empates y seis derrotas, con un balance de goles de 26 a favor por 33 en contra, con un Barça que solo ha ganado el 37,5% de los partidos. Un cambio de paradigma refrendado por Zidane, que solo ha perdido dos partidos contra el Barcelona como entrenador del Real Madrid, ambos en el Bernabéu, lo que le impone la condición de hombre imbatido en el Camp Nou. También Messi se ha resentido en su propia casa. Pese a ser el máximo goleador de la historia de los clásicos, con 26 goles en 43 partidos en todas las competiciones, es más eficiente mientras mira a los ojos al enemigo en Madrid, quizás cuando es la provocación la que motiva y no la obligación de corresponder a tu gente. De esas 26 dianas, 15 fueron en la capital. El delantero, ahora más rehén que líder, no anota en un clásico desde mayo de 2018 y su última asistencia contra el Real Madrid fue en diciembre de 2017. Quizás lo que ha convertido al fútbol en el gran fenómeno de masas sea el no saber lo que va a pasar. Quién no ha mascullado el «gol» de forma pesimista y prematura, mientras el delantero rival se aproxima a la portería para luego mandar la bola al aparcamiento. «Menos mal». En el clásico más atípico de los últimos años, sin público y con pocas expectativas, y aunque sea a través del televisor exclusivamente, todas las previsiones caducarán nada más empiece el partido, como siempre han hecho. Pero con ellas en la mano, el Real Madrid viaja a Barcelona un poco más tranquilo.

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