Su palabra se cotiza muy bajo en estos tiempos, pero el jefe de personal de la Casa Blanca Mark Meadows aseguró el domingo que no hay planes de posponer las elecciones, sino que estas se llevarán a cabo como estaba previsto el próximo 3 de noviembre. «Y el presidente las va a ganar», añadió.

Donald Trump desató todas las alarmas el jueves con un tweet en el que sugería posponer los comicios a la sombra de la pandemia, que en Estados Unidos se ha cobrado más de 150.000 muertos y no tiene visos de receder. «Serán las más erróneas y fraudulentas de la historia», vaticinaba el presidente en su ataque al voto por correo, que acababa con una de las frases que más desasosiego han provocado en toda su presidencia. «¿¿¿Posponer las elecciones hasta que la gente pueda votar de forma adecuada, segura y a salvo???».

En entrevista con el programa «Face the Nation», su jefe de gabinete quitó hierro a este tweet insistió en que la frase estaba entre interrogantes. De hecho, eran tres interrogantes, pero el país ha aprendido en estos tres años y medio a no subestimar los globos sonda que lanza en las redes sociales. Si Trump intentaba medir hasta dónde podía llegar, se encontró con una línea roja que pintaron con firmeza tanto demócratas como republicanos. Son esos últimos los que más importan, porque tienen el control del Senado y porque son el instrumento legal para las maquinaciones de Trump.

«Nunca en la historia nuestro país -a través de guerras, depresiones económicas y hasta guerra civil- se han retrasado las elecciones», recordó el líder del Senado Mitch McConnell. «Encontraremos la forma de celebrarlas el 3 de noviembre».

Nadie duda de que el presidente y su ejército de abogados buscarán otras fórmulas legales para suprimir el voto que menos le interese. Si bien la Constitución no le permite retrasarlas mediante orden ejecutiva porque es potestad del Congreso, sí podría impedirlas por el bien público en aquellas ciudades que tengan un alto índice de infección. El voto urbano es mayoritariamente demócrata y el voto por correo favorece la participación, enemiga de Trump porque depende de una pequeña base de leales.

Ese es en realidad su objetivo, minar la credibilidad del proceso electoral para poder clamar fraude si lo pierde. Cuanto más eco tengan sus acusaciones, más se afianzará esa idea en la mente de muchos estadounidenses, así que el escándalo le beneficia. De nada sirve que hasta el propio presidente y su esposa voten por correo en Florida, donde establecieron su residencia para evadir el pago de impuestos y conectar con un estado que necesita para ganar la Casa Blanca.

El voto por correo es la única manera de votar en estados como Washington y se expande en otros como Arkansas, donde su gobernador criticó el domingo que el mandatario exprese estas dudas en voz alta. «No ayuda», dijo. Era lo más suave que se podía decir. El poderoso congresista afroamericano de Carolina del Sur James Clyburn lo expresó con todas las letras. «El tipo nunca tenido la menor intención de transferir pacíficamente el poder. No creo que tenga planes de dejar la Casa Blanca. No pretende celebrar elecciones justas. Creo que planea declarar algún tipo de emergencia para seguir instalado en el poder». Si no lo ha hecho ya, tiene exactamente tres meses para idear ese plan.

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