Tras varios años de retrasos y fallos en el sistema, la empresa privada Boeing ha anunciado el lanzamiento de su nave CST-100 Starliner hacia la Estación Espacial Internacional, en una misión tripulada que promete despegar, si todo ocurre según lo previsto, la noche del 6 de mayo a las 22:34 ET (las 2:34 UCT). 

La misión se llevará a cabo en el marco del Programa de Tripulación Comercial de la NASA, una iniciativa que se oficializó en 2014 y que permite a las empresas privadas estadounidenses emprender viajes tripulados al espacio, dando fin así al período de subcontratación a la Agencia Espacial Federal Rusa (Roscosmos). Y es que, durante años, la única forma de hacerlo era a bordo de la nave rusa Soyuz, por un precio de 82 millones de dólares, ida y vuelta.

Ahora, de alcanzar el éxito, la innovadora nave reutilizable convertirá a Boeing en la segunda empresa privada, después de SpaceX, en transportar astronautas hasta la Estación Espacial Internacional: el despegue tendrá lugar desde el complejo número 41 de Cabo Cañaveral, en Florida, con la asistencia del cohete Atlas V de la United Launch Alliance (ULA), y aunque el módulo tiene lugar para siete tripulantes, en esta ocasión llevará dos.

¿Cómo es Starliner? Una nave con tecnología del siglo xxi

Los astronautas elegidos para esta misión han sido Suni Williams y Butch Wilmore, confirmó la NASA hace unas semanas. Ambos están patrocinados por la agencia estadounidense y han viajado anteriormente a la Estación Espacial Internacional. A su llegada, se acoplarán al módulo Harmony y pasarán allí aproximadamente una semana antes de regresar a la Tierra, si bien la nave tiene la capacidad para permanecer en órbita hasta siete meses.

En cuanto a sus características, el Starliner mide 5 metros de altura y 4,56 metros de diámetro. Equipado con tecnologías del siglo XXI, cuenta con una red de internet inalámbrica, un sistema sofisticado de control de crucero, que permite que los astronautas «disfruten del viaje», señala la empresa, y un pulsador que proporciona un escape seguro a la tripulación durante la fase de lanzamiento y ascenso de la misión. 

Boeing tenía previsto el primer lanzamiento del Starliner en 2015, poco más tarde de adherirse al Programa de Tripulación Comercial de la NASA en SpaceX, pero diversos fallos en el software no permitieron llevar a cabo su debut. Ahora, después de dos vuelos de prueba sin tripulación al laboratorio orbital -en 2019 y 2022-, tanto la empresa privada como la agencia estadounidense han dado el visto bueno al lanzamiento de una misión con personal y carga.

Los equipos de Boeing y la NASA han trabajado codo con codo, en el Centro de Control de Misión de la NASA en Houston y en el Centro Espacial Kennedy en Florida, para mejorar las imperfecciones técnicas y de diseño del Starliner, hasta llegar a una versión de la nave apta para realizar un vuelo tripulado hacia la Estación Espacial Internacional. 

Así, el evento se considera de gran interés no solo desde el punto de vista científico, sino también a nivel reputacional, ya que la empresa Boeing enfrenta desde hace años una crisis provocada por varios accidentes en sus aviones comerciales. Entre 2018 y 2019, dos 737 Max se estrellaron en Indonesia y Etiopía, provocando la muerte de un total de 346 personas. Y por otro lado, en enero de este año otro avión del mismo modelo sufrió la detonación de un panel de la ventana siete minutos después del despegue.

Así pues, el éxito en su acople a la Estación Espacial Internacional puede constituir una prueba definitiva de la calidad tecnológica y la seguridad de los materiales empleados por Boeing, que no solo es ya el segundo mayor fabricante de aeronaves comerciales detrás de Airbus SAS, sino que además ahora se presenta como una promesa en el ámbito de la exploración espacial. 

El programa de tripulación comercial de la NASA, una apuesta por la iniciativa privada

En 2014, el Programa de Tripulación Comercial de la NASA, el cual tenía como objetivo «desarrollar sistemas de transporte espacial que puedan lanzar con seguridad a los astronautas a la Estación Espacial Internacional (ISS) y a otros destinos en la órbita baja de la Tierra”, vio finalmente la luz. Es en ese contexto en el que la agencia espacial estadounidense firmó dos contratos, uno con Boeing (por un valor de 4,2 millones de dólares) y otro con SpaceX (por alrededor de 2,6 millones de dólares), para fomentar la iniciativa privada en este ámbito.

Como se ha mencionado anteriormente, la intención final fue y continúa siendo económica: desde entonces, el futuro de la NASA está en los viajes comerciales, con los cuales promete llevar al espacio «a más gente que nunca antes». En este sentido, las dos empresas privadas comenzaron inmediatamente a diseñar sus naves, aunque cada una siguió un camino distinto: tras el éxito de su misión no tripulada Demo-1, SpaceX hizo historia en 2020 al enviar con Demo-2 a dos astronautas a la Estación Espacial Internacional. Y desde entonces, vuela regularmente al complejo orbital.

 

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