César Luis Menotti no hubiera sido el mismo sin Huracán. Y Huracán, seguramente, se hubiera sentido un huérfano sin ese padre futbolístico. Aquel equipo de 1973 sigue siendo recordado como una de las más bellas expresiones que se vieron dentro de una cancha. Todo fue de la mano de Menotti, que, paradójicamente, dejó el club en 1974 y jamás regresó a dirigirlo. Fue algo así como el mensaje que entrega Joaquín Sabina en la canción “Peces de ciudad”, en la que el trovador español dice lo que para muchos se vuelve un precepto: “Al lugar donde has sido feliz… no debieras tratar de volver”. Y el Flaco, que falleció este domingo, a los 85 años, no volvió, pero lo llevó en el corazón como una insignia del más puro orgullo. Aunque siempre estuvo. Y, a partir ahora, su duende estará para siempre.

Fantasía o realidad. ¿Cómo describir a ese Huracán que daba cátedra? A decir verdad, aquel Globo fue una fantasía real. Todo empezó a construirse en 1971, cuando el presidente Luis Seijo viajó a Rosario, tentado por una joven promesa de la dirección técnica. Era César Luis Menotti, cuya única experiencia había sido como ayudante de campo de Miguel “Gitano” Juárez en Newell’’s.

Menotti, de aspecto lánguido, pero preciso y rico decir, no dudó y soltó las alas. No bien llegó, se puso a delinear el conjunto. Uno de los primeros en llegar fue Omar Larrosa, procedente de Guatemala, y que a la larga se convertiría en un jugador fundamental y goleador del equipo del campeón, con 15 tantos. Otro indispensable fue Francisco “Fatiga” Russo, un volante de buen tranco que había pasado por Central Córdoba y Tigre, y que sería el eje entre la defensa y un equipo que atacaba y atacaba. También se sumaron Alberto Fanesi, Jorge Carrascosa y Nelson Chabay, con la credencial de haber sido campeón del mundo con Racing en 1966. Claro que Huracán tenía brillo propio: en el club ya estaban Alfio Basile, Roque Avallay, Miguel Angel Brindisi y Carlos Babington.

Aquel reencuentro con sus muchachos

“Estoy convencido de que todos los equipos argentinos están capacitados para jugar un fútbol que dé espectáculo, un fútbol así, alegre, como el que juega Huracán”, decía Menotti, ya en 1973. Pero, a decir verdad, ya en 1972 desplegaba un fútbol de alto nivel, algo así como un prólogo de todo lo que vendría.

Tiempo después se completó el álbum con la incorporación de René Houseman, uno de los jugadores más importantes en la historia quemera. En las primeras fechas golearon, con un recuerdo imborrable en la 10ª, frente a Rosario Central, en Arroyito, con un 5-0 que hasta fue aplaudido por la hinchada local.

Houseman era una de las debilidades del Flaco, que siempre se respalda en una anécdota de Diego Maradona para simbolizar lo que René fue para su Huracán. “‘Dicen que soy yo el mejor, este es el mejor’, me dijo Diego. Houseman era impresionante. Un futbolista que nacía de la nada. Nunca razonó, era todo fruto de inspiración. Elegía sin ninguna ayuda lo mejor para todos. Para él, para el equipo, para la belleza, para la eficacia…”.

El equipo tenía un ritmo inalterable hasta que varias de sus figuras fueron citadas al seleccionado que por entonces conducía Enrique Omar Sívori. Sin embargo, el conjunto mantuvo la línea y se consagró campeón tres fechas antes del final, aún perdiendo (2-1) con Gimnasia y Esgrima, en Parque de los Patricios, el 16 de septiembre de 1973.

“Ese Huracán fue distinto a todo. Y a todos. Apareció para quedar en la historia como uno de los más grandes y brillantes equipos de nuestro fútbol. Por lo menos el mejor que yo vi en la Argentina. Pero no expresó una época. Ni un clima de época […] Estoy convencido de que salvó al fútbol argentino”. Un Menotti auténtico.

Siempre estuvo seguro de sus argumentos sin importarle el qué dirán. Una vez la revista El Gráfico le preguntó: ¿Prefiere espectáculo o resultados? La respuesta de Menotti fue cantada. “¡El espectáculo! Simplemente porque quien, da buenos espectáculos juega bien. Y quien juega bien casi siempre gana…”.

“Ese equipo funcionaba a la perfección. Había una gran técnica, pero siempre al servicio del equipo”, recordaría Avallay. Ganar, gustar y golear. Tres palabras que definieron a Huracán en 1973. La formación base aún en nuestros tiempo se recita de memoria: Roganti; Chabay, Buglione, Basile y Carrascosa; Brindisi, Russo y Babington; Houseman, Avallay y Larrosa. Cada uno tenía una misión trascendental. Los que se lucían fecha tras fecha. Y aquellos cuyo trabajo pasaba de a ratos inadvertido.

❤️ Hasta siempre, maestro
Nunca te vamos a olvidar

¡Simplemente gracias!#FlacoEterno 🎈 pic.twitter.com/26W2H8BdCy

— CA Huracán (@CAHuracan) May 5, 2024

Menotti incentivaba desde el discurso. Por eso para explicar el mito bien vale hacerlo desde sus palabras. Una tras otra y en cualquier ámbito. Hablar… hablan muchos. Pero él siempre dejaba algún concepto que, por meloso, nunca dejaba de contener una idea tan genuina como una pepita de oro.

“La mayor preocupación —desde que soy técnico— es que mis jugadores perfeccionen lo mejor posible sus fundamentos futbolísticos. Lo demás, incluso el adversario, me interesa pero no me preocupa”, solía repetir.

Era un entrenador con convicciones. Por eso no se rendía: “Estoy seguro de que el 95 por ciento de los jugadores argentinos coincide con nuestra idea. A todos —y ellos lo saben bien— les pagan por jugar y no por no jugar. Después vienen los distintos matices para que uno pueda hacerlo mejor que otro…”, ya en 1972 se adentraría en una ruta de la que jamás se apartaría.

Ni que hablar de las ideas más profundas de la época: “No me convence mucho eso de “imponer disciplina” en el plantel. Me suena a régimen militar y el fútbol es otra cosa… En todo caso, lo que me preocupa, es contar con gente que sea honesta y no mansa por temor a los castigos”.

Al Flaco siempre le importó el modo y desdeñó de los atajos. Fue consciente de todo lo que logró en Alcorta y Luna, y del impulso que la conquista le dio. “Salir campeón con Huracán de esa manera y con esos jugadores fue lo que me permitió llegar a la selección”.

Menotti cumplió casi todo lo que se propuso en el fútbol. Acaso le quedaron pendiente una o dos materias. “Me hubiera encantado dirigir el Santos de Doval, Mengalvio, Coutinho, Pelé y Pepe”. Pero dirigió el Huracán de Brindisi, Houseman y Babington. Un equipo de autor. Acaso, el Everest del fútbol bien jugado.

 

Facebook Comments