Aunque brilló sobre las pasarelas e hizo muchas campañas gráficas nacionales e internacionales, y Roberto Giordano la tuvo entre sus favoritas, hace doce años Julieta Spina (44) decidió dar un giro a su carrera de modelo y probarse como empresaria con Díada, un estudio boutique de marketing y comunicación especializado en moda, lujo y lifestyle. Casada desde hace quince años con Augusto Rodríguez Larreta (hermano del ex jefe de Gobierno de la Ciudad) es, además, la orgullosa mamá de Mateo (8), un hijo superdeseado que, como contará, le dio el título que le saca la sonrisa más linda y que jamás dudó que iba a tener aunque no se diera fácil: el de mamá.

Tras el shooting, Julieta se relaja sobre un amplio sillón y contagia alegría mientras hilvana anécdotas de tiempos que se fueron, pero quedaron grabadas a fuego en el corazón. Lejos de quedarse en la nostalgia, se zambulle en un presente perfecto que, jura, disfruta minuto a minuto. “De chica tomaba clases de zapateo americano, flamenco, gimnasia artística, ballet… ¡Siempre fui inquieta! Me divertía todo lo que tenía que ver con la expresión del cuerpo, entonces era la típica que los domingos bailaba frente a la familia, me maquillaba, me ponía los zapatos de mamá y me miraba al espejo. Ya sabía que quería ser modelo o actriz”, asegura.

–¿Cómo empezaste?

–Moría por los desfiles de Giordano, los veía una y otra vez, entonces a los 15 me anotaron en una agencia, Elenquitos, y arranqué a hacer publicidad. Mamá y papá me acompañaban siempre, jamás me dejaban sola. Y, como estar al día con el colegio siempre fue la prioridad, hacía malabares para cumplir con todo y jamás faltaba a clases. Entre esa agencia y la de Ricardo Piñeiro, que me representó después, conocí a Roberto Giordano.

–Trabajaste mucho con Giordano.

–Fue una persona superimportante para mí y para mis padres. En este mundo tan desconocido para nosotros, mamá y papá le preguntaban todo, confiaban. De hecho, la primera vez que viajé fue con él, fuimos a hacer una campaña a Nueva York. A los 15 empecé con sus desfiles, la ciudad estaba empapelada con mi cara, fue muy fuerte. Yo entraba a su peluquería y me entregaba a sus manos entonces, dependiendo de qué se usaba, salía más o menos rubia, con el pelo corto, con ondas…

–¿Volviste a verlo?

–Sí. Lo fui a visitar a Uruguay el año pasado. Me recibió con fotos de cuando era chica, con las producciones que hacíamos. Hablamos un rato larguísimo. Me gusta ser agradecida con él y con todo en la vida. Él me dio muchas oportunidades, fue un gran apoyo y apostó por mí. Era un tipo detallista, muy inteligente.

–Después, durante cuatro años, viviste en Europa…

–Sí, entre mis 21 y 24 y fue la mejor experiencia de mi vida. En realidad, primero estuve un tiempo en Miami y después sí, me fui a Barcelona, a Londres y a París. En esa etapa conocí a Jazmín Alcorta, que estaba en la misma que yo y hoy es como una hermana. Nos fuimos a vivir juntas, me resultaba durísimo estar sola, lejos de casa. Y también conocí a Catherine Froidevaux, que es hoy mi cuñada. Ellas fueron mi familia. En Francia, donde tenía profesor todos los días para poder manejarme con el idioma, la competencia era muchísima y las modelos, cada vez más jóvenes. Un día, en un casting, me quité un año y me dijeron que parecía más grande. Agarré mis cosas, me compré un ramo de flores y me di cuenta de que era hora de volver.

–¿Cómo fue el salto de modelo a empresaria?

–Siempre quise hacer otras cosas. Primero me asocié con María Pryor en un proyecto, después empecé a trabajar en la imagen de una marca, hice radio con Ari Paluch, televisión con El emprendedor del millón… Y para el Bicentenario se me dio la oportunidad de armar con un gran equipo un superevento de moda donde grandes diseñadores representaron una etapa diferente del país. Ahí me di cuenta de que me divertía seguir en la moda pero desde atrás y creé Díada. Al principio nos dedicamos ciento por ciento a la moda, por ejemplo, hacemos Bafweek hace 8 años, donde nos gusta dar oportunidades a nuevos diseñadores. Y como funciona de manera fluida con Lautaro [Scotto], que es mi socio y amigo, empezamos a trabajar con otros clientes y sumamos lifestyle y lujo. Nos apasiona lo que hacemos. Siempre me gustó la comunicación, el marketing, el trabajo de posicionamiento de marca.

–Como entendida en el tema, ¿qué prendas serían una inversión inteligente en el guardarropa?

–Más allá de las tendencias, siempre es bueno conocerse y ver qué te queda bien y te hace sentir segura. En mi caso, vivo en jeans, musculosa y zapatillas. Y que no falten los básicos. Tengo todo blanco o negro, a veces me animo a comprarme algo de color o con estampa, pero después me cuesta usarlo. Soy monocromática.

UN CUENTO DE AMOR

–¿Cómo se conocieron con Augusto?

–A través de un amigo en común. En ese momento yo no quería saber nada, quería estar por primera vez en mi vida sola. [Se ríe]. Pero apareció, fluyó, después nos fuimos a vivir juntos y nos casamos. Él tiene dos hijos, Jazmín y Marcos [de 26 y 24 años, de su anterior matrimonio con Margarita Patrón Costas], pero siempre apoyó el querer tener un hijo.

–Que tuvo su dificultad…

–Sí. Entre intentos de manera natural y tratamientos estuve cuatro años buscando. Fue una etapa muy dura. Los tratamientos eran durísimos y cada vez que no funcionaba era una pérdida. Pero arrancábamos de nuevo.

–¿Qué te ayudó a no bajar los brazos?

–Yo sabía que iba a ser mamá, aunque no se diera fácil, no tenía dudas. Tenía una psicóloga que me acompañaba, gente que me apoyaba. Pero intentaba no contar demasiado porque no quería quedar en el problema, ni que todos dijeran “Ay, pobre Juli”, o me preguntaran cuándo iba a quedar embarazada.

–¿Qué respondías cuando te pasaba eso?

–Trataba de buscar excusas, como que estaba con mucho trabajo. Entonces me decían: “No podés priorizar el trabajo a la maternidad”. [Suspira]. Era duro. El afuera siempre te pide más. O me decían cosas como: “Te tenés que relajar y cuando te relajes vas a quedar”. Y yo pensaba: ¡pero si yo más tranquila no puedo estar! No es fácil, pero hoy hay un montón de posibilidades para ser mamá. Un día me convencí de que iba a ser seguro por tratamiento. Porque, aunque ya había hecho varios, en algún lugar de mi cabeza tenía la idea de que en algún descanso iba a quedar. Cambié de doctora y al segundo tratamiento quedé embarazada de Mateo, que hoy tiene 8 años y nos tiene locos a todos.

–¿Dejaste de trabajar en ese entonces?

–Quedé embarazada en mi primer Bafweek. No se lo dije a nadie de entrada. Y cuando nació Mateo armé un sistema para no abandonar mi trabajo. Mamá me ayudaba, igual que Augusto, que estuvo en todo. Las reuniones las armaba en casa y si de casualidad tenía alguna lejos, mamá me acompañaba, lo cuidaba a Mateo, yo salía para darle la teta y volvía a entrar. No tuve vida social por mucho tiempo, durante casi tres años ni viajé. Salía a dar una vuelta manzana para airearme. Y desde el primer día me quise ocupar de Mateo. Augusto es un padrazo y Marcos y Jazmín, unos hermanazos. Mueren por él y él por ellos.

–¿Fuiste una mamá temerosa?

–Augusto me dice que sí, yo digo que no. Entonces debe ser que sí. [Se ríe]. Ahora estoy más flexible. De más chico la crianza pasaba por mí. Y hoy, como va al colegio todo el día, lo recibo cuando llega, lo acompaño en sus actividades, en la hora del baño y jugamos mucho. Con lo que me costó, ¡lo disfruto muchísimo!

Producción: Sergio Bárbaro

Agradecimientos: Marcelo High (peinado), Vicky Stafforini, para Estefi Novillo (make up), Evangelina Bomparola

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