Vuelve la carrera del oropel y la excitación. Miami compite con Las Vegas en brilli-brilli, botox y silicona. Pero ya nos vamos acostumbrando a ello. ¡Qué remedio! Son los tiempos de la llamada “nueva F1”, pero -que quieren que les diga-… me cuestan de digerir.

Y más cuando la cita americana llega en la misma semana que recordamos que Ayrton Senna se fue hace ya ¡30 años! Y parece que fue ayer. Tenemos los detalles demasiado frescos de aquel nefasto fin de semana en Imola.

Y el destino ha situado estos días como protagonista al mismo hombre que hizo el coche con el que se mató Senna: Adrian Newey. El genio de la lámpara. El hombre que hizo grande a Red Bull, y que ahora dejará a los de las bebidas energéticas tras diecinueve años de vinculación y éxitos con ellos. Podría irse a Ferrari -el lugar donde todos los grandes de la F1 deben estar al menos una vez en la vida- y trabajar por primera vez con Lewis Hamilton. O desembarcar en la más cercana Aston Martin donde coincidiría con el no menos apetecible Fernando Alonso. O renunciar al pastizal que le ofrecen y, a sus 65 años, dedicarse a otros menesteres que también le apetecen.

Su futuro se ha convertido en el grial más perseguido por todos en estos días, en la única presa noticiosa -junto con el destino donde aterrice Carlos Sainz el año próximo- que todos quieren cazar, ahora que los resultados de Verstappen cotizan más bien a la baja en la bolsa del interés informativo.

Que Newey pueda convertirse en el personaje mejor pagado de todo el paddock el año próximo demuestra una vez más que este es un campeonato de ingenieros. Situación que coincide con el primer GP para monoplazas “no tripulados” – la A2RL- que se ha hecho recientemente en Abu Dhabi. Me cuesta mucho emocionarme ante la perspectiva de carreras de coches teledirigidos, del mismo modo que a mi los e-Sports me dejan bastante indiferente. Debe ser cosa de la edad… pero, que treinta años después, cuando veo la imagen del casco de Senna se me siga poniendo la piel de gallina cada primero de mayo, no es por casualidad.

Y con este panorama, con “carreras” donde el máximo riesgo sigue siendo que quienes llevan el control remoto de estos coches se atraganten con las chuches que pueden zamparse mientras están por esa labor, llega incluso el falsete de Miami, la emoción de cartón-piedra de este “fake GP”… y es capaz de recordarme lo bien que lo hemos pasado con este deporte. Y lo que hemos sufrido.

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Tan nuestro, tan SEAT. SEAT Ibiza
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