La agricultura desempeña un papel fundamental en la economía argentina, siendo uno de los principales motores de desarrollo. Para garantizar una producción eficiente y sostenible es crucial hacer un diagnóstico preciso de las necesidades de nutrición de los cultivos, práctica que impacta de lleno en los niveles de producción, salud del suelo y rentabilidad del sistema.

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El primer paso es un correcto muestreo y análisis para conocer las condiciones nutricionales y físicas del suelo, que es el que proporciona el agua y los nutrientes necesarios a la planta. Mediante una correcta identificación y cuantificación de estos nutrientes se pueden determinar las deficiencias y luego corregir en tiempo y forma a través de un plan estratégico de fertilización.

El análisis de suelos es una herramienta de bajo costo (tres a cinco dólares/ha incluido el muestreo) y brinda una gran cantidad de información sobre las necesidades de fertilización. Es además la manera más exacta de monitorear la salud general del suelo y es la base para la adopción de estrategias de conservación o mejoramiento. No obstante, su uso está poco difundido en el sector productivo: sólo en 2-3 de cada 10 hectáreas cultivadas se realizan análisis básicos previos a cada cultivo. Esto ocasiona pérdidas de productividad, menor aprovechamiento del agua y balances negativos de nutrientes.

Varios son los nutrientes que deben ser diagnosticados, siendo el nitrógeno y el fósforo los principales que limitan el rendimiento y la calidad de los granos en la región pampeana. En los últimos años se sumó el azufre, pensando en cerrar brechas de rendimiento. En tanto que la disponibilidad de potasio debe ser monitoreada en determinadas zonas. Por último, se registraron deficiencias de micronutrientes como el zinc en determinadas condiciones ambientales y especialmente en cereales de altos rendimientos como el maíz, siendo este mineral un elemento clave en la nutrición humana.

El análisis de suelo es una práctica de manejo fundamental para el correcto uso de fertilizantes, pero también hay nuevos indicadores, como muestreos geo-referenciados, análisis de tejidos, sensores locales y remotos y modelos de simulación, que aportan alternativas complementarias para mejorar el diagnóstico de la fertilidad y, por ende, plantear modelos de diagnósticos dinámicos. Por ejemplo, el análisis foliar puede ser utilizado para evaluar la disponibilidad y absorción de nutrientes por parte de los cultivos, y los resultados obtenidos dan información clave sobre qué elementos ajustar a través de la fertilización. En cultivos anuales, el análisis de grano (la foto final) indica si se hizo un manejo correcto de la nutrición y, por lo tanto, replantear las futuras estrategias.

La importancia de un diagnóstico nutricional preciso radica en que cada cultivo tiene requerimientos específicos según la especie o familia, etapa fenológica y ambiente. Por lo tanto, implementar programas basados en estos estudios permitirá optimizar la aplicación de los fertilizantes requeridos. Además, un correcto diagnóstico contribuye a reducir costos innecesarios derivados del uso excesivo de fertilizantes, reducir el impacto ambiental y, por otro lado, detectar fenómenos de sub-aplicación que limiten los niveles de producción.

En conclusión, contar con un buen diagnóstico sobre las necesidades específicas de fertilización es fundamental para lograr una producción agrícola eficiente y sostenible en Argentina. El muestreo y análisis del suelo junto con otros recursos hoy disponibles son herramientas vitales para identificar deficiencias o excesos nutricionales en los cultivos antes de que estos se vean afectados significativamente. Hacer un plan de fertilización sin un diagnóstico es como recorrer un terreno desconocido sin GPS.

Los autores pertenecen a la Fauba y a la Unmdp, respectivamente

 

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