¿Alguna vez te has preguntado si está más caliente la llama de una vela o la de un mechero? ¿O a qué temperatura estará el fuego de un incendio?

Sorprendentemente, aunque ambas llamas se originan por la combustión de oxígeno y lo lógico podría parecer que la temperatura fuese la misma, esto no es así.

En la realidad, la temperatura a la que se encuentra una llama depende de diversos factores y asignarle un número concreto es una tarea complicada. Sin embargo, te dejamos un truco que quizás pueda servirte: mirando atentamente el color de la llama sí es posible determinar, de manera aproximada, cuál es su temperatura. De hecho, ¿sabías que la llama roja es la más fría y la azul la más caliente?

¿DE QUÉ DEPENDE LA TEMPERATURA DE UNA LLAMA?

Todo es fuego, sí. Pero la temperatura de la llama que arde como parte de ese fuego no siempre se encuentra a la misma temperatura y, realmente, está influenciada por diferentes factores intrínsecos y externos que interactúan durante la combustión. Uno de ellos es la curva adiabática de la llama, que describe la pérdida de calor de la atmósfera circundante. Esta pérdida puede variar en diferentes partes de la llama debido a la dispersión de calor en el entorno: si el medio permite una mayor dispersión, la temperatura de la llama será más baja, y viceversa.

La presión atmosférica es otro elemento crucial que incide en ello. A mayor altitud, donde la presión atmosférica es menor, la combustión se ve afectada, lo que puede resultar en una llama de menor temperatura. Además, el porcentaje de oxígeno presente en la atmósfera va a jugar un papel determinante: un ambiente rico en oxígeno favorece una combustión más completa y, en consecuencia, una llama más caliente, mientras que un bajo porcentaje de oxígeno puede limitar la intensidad de la combustión.

El tipo de combustible utilizado es también otro factor fundamental, pues la velocidad y la violencia a la que se produce el proceso de combustión están directamente relacionadas con esa sustancia. Además, cualquier proceso de oxidación del combustible puede alterar significativamente la temperatura de llama. Por otro lado, influirá también la temperatura ambiente, ya que un ambiente más frío acelerará la transferencia de calor desde la llama, reduciendo de esa forma su temperatura efectiva.

PARA LLAMAS, COLORES

No obstante, el color de la llama es un indicador visual que ofrece pistas muy valiosas sobre la temperatura a la que se encuentra. Comenzando con el fuego blanco, la llama empieza con un tono rojo pálido que progresa hacia un rojo intenso, luego naranja, y finalmente blanco. Incluso en su fase inicial, la llama ya presenta un tinte blanquecino y alcanza una temperatura de 1.300 grados Celsius. A medida que crece, su color se intensifica, de forma que una llama blanca brillante puede llegar a arder a 1.400 o 1.500 grados Celsius.

No obstante, es el fuego azul el que es conocido por ser el más caliente, con temperaturas que llegan a superar los 2.500 grados Celsius. Cuando las llamas cambian de blanco a azul, estamos hablando de temperaturas conocidas como ultracalientes. De hecho, una llama azul puede arder a 3.000 grados Celsius, una temperatura que puede llegar a ser difícil de imaginar pero que es esencial en procesos industriales como la extracción de hierro.

Por otro lado, la llama naranja, el color más tradicionalmente asociado con el fuego, varía bastante en temperatura en función de su intensidad. Así, las llamas de tono anaranjado fuerte pueden arder a 1.100 grados Celsius, mientras que las más claras, aunque no completamente blancas, podrían alcanzar temperaturas de, aproximadamente, 1.250 grados Celsius. Aunque no parezca ninguna barbaridad, hay que darse cuenta de que el incremento es de casi 200 grados, una diferencia realmente significativa dentro de nuestra escala humana.

Finalmente, el fuego rojo, que es punto de partida de la combustión, también presenta una amplia gama de tonalidades que indican diferentes niveles de temperatura: desde las llamas apenas visibles de apenas 500 grados Celsius, hasta las llamas rojas cereza que arden a 1.000 grados Celsius. Cada cambio de color en la llama refleja un cambio de temperatura así que, aunque sea contrario a la lógica, no olvides que para las llamas el rojo no es sinónimo de máxima temperatura.

 

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