En plena pandemia, Javier, un empleado en un laboratorio de la Ciudad de Buenos Aires, decidió que era tiempo de quebrar su rutina. Aquellos días de confinamiento parecían eternos y repetidos, se levantaba, desayunaba, trabajaba, almorzaba, trabajaba unas horas más, luego iba al supermercado, a su regreso hacía ejercicio y algunas horas más tarde se iba a descansar para después volver a empezar.

Como licenciado en Sistemas, en aquellos tiempos de encierro la vida de oficina parecía otra vida, con sus compañeros y esas otras rutinas, que los encontraban divididos en puestos de trabajo, con charlas de café ocasionales en el comedor con algún conocido, como por ejemplo Nicolás, que hacía sus tareas a dos puestos de distancia: “Nicolás trabajaba en la empresa hacía 8 años y yo hacía 6, tan solo cruzábamos palabras amenas, no habíamos generado ningún vínculo de amistad”, rememora Javier.

La pandemia había reemplazado una rutina por otra, y había también reemplazado a la vida social del trabajo, aunque fuera efímera, por una clara soledad. Por ello, tal vez, su peso comenzó a sentirse con fuerza, en especial porque el Coronavirus había boicoteado el gran plan de Javier: un viaje a Europa a visitar a su hermana y sobrinas, algo que nunca había logrado hacer en tantos años separados.

“Entonces, cuando aún en plena pandemia y haciendo home office abrieron los vuelos dentro de Argentina, resolví viajar por mi cuenta”, explica Javier. “Decidí ir solo a visitar las Cataratas del Iguazú con la idea de documentar el viaje. Pensaba viajar con mi celular y un pequeño dron para capturar imágenes”.

No lo sabía aún, pero aquella decisión de quebrar su rutina transformaría la vida de Javier por completo. Y, junto a ello, algo más grande sucedería: lo conectaría con su país, Argentina, de maneras que jamás hubiera imaginado.

Una serie de coincidencias y una transformación: “Viajar alimenta el alma, el conocimiento, ¡la vida!”

Apenas pisó Aeroparque, Javier comenzó a documentar su viaje, decidió subir una historia a Instagram contando cuál era su destino, sin calcular que aquel simple acto le daría inicio a una aventura inesperada.

Al llegar a Iguazú un mensaje aguardaba en su red social. Era de Nicolás, aquel compañero de trabajo con el que había intercambiado alguna charla en los últimos seis años. En sus líneas le comunicaba, exaltado, ¡que él estaba en camino, ése mismo día, al mismo destino!: “Lo recuerdo y me parece increíble. Los dos aislados en pandemia, sin comunicarnos, con las mismas ideas y la misma determinación, al mismo tiempo”, reflexiona Javier.

Quedaron en encontrarse en los próximos días, pero el destino les tenía preparada otra coincidencia y no hizo falta organizar un plan: los dos abordaron el mismo tren para dirigirse a la Garganta del Diablo. Esa noche salieron a cenar por el centro de Iguazú y al día siguiente realizaron una excursión en la selva misionera. Durante aquellas horas le dieron inicio a una amistad impensada, tras tantos años de conocerse. En poco tiempo descubrieron que compartían gustos similares y las ganas de disfrutar, y fue así que algo nuevo comenzó a gestarse: la idea de grabar videos de paisajes argentinos para mostrarlos al mundo.

Antes de la pandemia, Javier había conocido diversos parajes muy lindos como turista y, aun así, veía el hecho de viajar como un gasto. Pero ahora allí, en tiempos extraños, el entorno se había transformado, la naturaleza parecía emerger poderosa, sublime, diferente: “Aprendí con la pandemia que viajar es una inversión, que viajar alimenta el alma, el conocimiento, ¡la vida!”, dice conmovido.

Y para terminar con las casualidades, Javier y Nicolás coincidieron en el vuelo que eligieron para su regreso. Allí concluyeron que su nuevo proyecto debía transformarse en una realidad.

Ver a la Argentina con otros ojos y comprender sus diferencias: “El cambio de costumbres es un punto siempre presente”

Los primeros viajes fueron documentados y subidos a un canal de YouTube, que poco a poco sumó adeptos. Javier, al igual que Nicolás, ya no veía a su país de la misma manera. Ahora todo surgía ante él mágico, querido como nunca y lo colmaba de agradecimiento. A medida que los paisajes se sucedían, en él crecían cada día más las ganas de mostrar la grandeza de Argentina.

En las travesías no solo decidieron capturar las maravillas visuales, sino que también se dedicaron a documentar los recorridos, la transición de un punto a otro, y a las personas con sus propias costumbres en el camino: “Argentina es enorme, no maneja una sola cultura sino varias, y el cambio de costumbres es un punto siempre presente”, reflexiona Javier.

“Pienso, por ejemplo, lo diferente que es Córdoba en sus hábitos respecto a Buenos Aires, a pesar de estar cerca, ni hablar si vamos a Salta o Jujuy”, continúa Javier, quien junto a Nicolás nombró a su iniciativa Exploranding y con su visión recorrió lugares impactantes como la puna con sus postales inolvidables en los Salares, el Desierto del Diablo, el Cono de Arita; también Catamarca para visitar el Volcán Galán y el campo de Piedra Pómez; Tucumán, desde donde llegaron hasta Santiago del Estero en 4×4; asimismo recorrieron el sur y los Glaciares, así como Córdoba en un viaje inolvidable: “Y ya estamos pensando en otros destinos”.

Lo más grande de Argentina: “Esa cena no la olvidaremos más”

Desde aquel día en que Javier decidió en plena pandemia hacer clic en un pasaje a Iguazú, su vida cambió para siempre. El destino lo unió a Nicolás en una serie de coincidencias y juntos emprendieron una odisea cuyo objetivo es mostrar a la Argentina en toda su majestuosidad. A pesar de sus trabajos de tiempo completo, los días ya no son una sucesión de rutinas sin sentido, sino que hay un objetivo que alienta la unión de una nación y el agradecimiento, y celebra lo más grande del país: su calidad humana.

“Tenemos tantas historias que hablan de esa grandeza. Nos pasó en Tolar Grande, un pueblo minero de Salta al que llegamos al mediodía, con la altura del lugar, el cansancio del recorrido desde la ciudad de Salta. Llegamos muertos de hambre, el pueblo es muy pequeño, apenas existen dos restaurantes y el lugar donde nos alojamos es un hospedaje municipal. Llegamos a los dos `restaurantes´ y nos dijeron que no había comida porque toda estaba destinada a reservas de los trabajadores mineros. Nos fuimos a recorrer los alrededores, nos olvidamos de reservar para la noche, y cuando llegó sucedió lo mismo. ¡Estábamos muertos de hambre!”, relata Javier, quien en todas sus travesías recibe el apoyo de su novia, Eti.

“Pasamos por una casa particular con un cartel que decía `Comedor Mimi´, preguntamos si podían cocinarnos algo y una señora superhumilde nos recibió en su propia casa. Hacían 8 grados bajo cero durante la noche, estábamos con frío y ella nos recibió, nos dio una sopa que fue inolvidable, comimos una milanesa con arroz que tampoco la vamos a olvidar más y un excelente postre, ¡una manzana! Esa cena quedará en nuestra memoria para siempre”, se emociona.

“Esta es la historia de cómo de una casualidad surgió algo muy lindo. Hoy hacemos videos, y en Instagram, con Exploranding, publicamos contenido que lo hacemos todo por nuestra cuenta, sin buscar sponsors, sin canjes, ni nada por el estilo. El simple agradecimiento de la gente por compartir los lugares que visitamos nos llena y nos sigue empujando a seguir. No somos ni filmmakers, ni influencers, no estudiamos marketing, cada paso que damos es un total aprendizaje, cada viaje que hacemos nos suma a nuestras experiencias. Nos enorgullece cuando la gente agradece por las recomendaciones, por las propuestas. Por mostrar nuestro país”.

“Porque hay mucho por recorrer, mucho para contar a nivel de lugares, a nivel cultural. Cada viaje fue una experiencia distinta que nos enseñó mucho y nos cambió, sin dudas, muchos de nuestros puntos de vista. Capturar lugares inhóspitos de Argentina no tiene precio”, concluye.

* Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com

 

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