Hay un proverbio chino que dice: “El mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años. El segundo mejor momento es ahora”. Los árboles trascienden generaciones. Si hoy plantamos un árbol, quizá mañana lo disfruten nuestros nietos. Además de ser una fuente de aire puro y agua limpia, toman el dióxido de carbono y lo transforman en oxígeno mediante la fotosíntesis, regulan la temperatura del aire, retienen los polvos atmosféricos y contaminantes. Promueven la biodiversidad, proporcionando hábitat a la fauna, nos brindan alimento y también medicinas. En términos económicos, aumentan el valor de una propiedad y, más importante, ayudan a nuestro bienestar.

En cuanto a su función social, los árboles son punto de encuentro de los niños y lugar de reunión bajo su copa. Cada especie nos brinda sus atributos estéticos a lo largo de las estaciones, sea en los bosques patagónicos o la selva misionera, hasta los parques y plazas de la ciudad o en el arbolado urbano.

Presentes en toda la historia humana, desde los egipcios y pasando por los celtas, en la Edad Media eran fuente de alimento y material de construcción y calefacción. Pero recién en el Renacimiento el árbol pasa a tener también un rol estético y no solo funcional. En la Francia de “los Luises”, el árbol formó parte del trazado de los jardines, reforzó la idea del arte topiario y fue un elemento para enmarcar los tan característicos ejes y escalas de los jardines del siglo XVII. Mucho más acá, los árboles llegaron a los laboratorios para lograr nuevos cultivares a partir de la hibridación y mutación genética. Esto permitió lograr características diferenciadas como color del follaje o las flores, e inlcuso cruzar especies distintas en busca de un atributo especial.

“El árbol empieza a ser un objeto de colección en el advenimiento de los jardines y parques ingleses. Los grandes parques conformaban colecciones botánicas y los árboles eran protagonistas”, relata Ignacio Van Heden.

Las cosas por su nombre

Podemos clasificar a los árboles según varios atributos. ¿Qué es el follaje? Incluye a las hojas, órganos fundamentales para la fotosíntesis, la evapotranspiración y la regulación de la temperatura, entre otras funciones vitales para el árbol y el ambiente. Las hojas pueden ser simples o compuestas, con bordes lisos, aserrados, dentados, etcétera. Estas características determinan sus texturas y nos permiten identificarlos. En términos prácticos, los de textura gruesa y hojas grandes son ideales para espacios amplios; los de textura fina y hojas pequeñas aportan mucho a los espacios pequeños, dando sensación de amplitud.

Por otro lado, su follaje podrá ser persistente, semipersistente o caduco. Los persistentes son aquellos en que el cambio de hojas pasa inadvertido (todos pierden las hojas en forma total o parcial). Los caducos pierden la totalidad del follaje para protegerse de los cambios de estación (en la mayoría de los casos las hojas cambian de coloración, en tonos que van del amarillo al morado, pasando por los naranjas y rojos). Y los semipersistentes pierden algunas de sus hojas (de origen subtropical o tropical, y realizan el cambio fuera del período de heladas).

Otra forma de distinguirlos es la forma de la copa, a su vez determinada por el follaje, las ramificaciones y su inserción en el tronco. Esta cualidad es clave al momento de diseñar plantaciones y su ubicación. Las formas pueden ser: columnares, globosas, cónicas o péndulas, entre otras. También hay árboles de tronco vestido, con ramas llegan hasta el suelo, o de tronco desnudo, con ramas que arrancan más arriba, como el caso de los llamados “árboles de copa”. Los hay de un solo tronco principal y otros de numerosos tallos, llamados multitroncos.

Las dimensiones se agrupan en tres categorías, denominadas magnitudes. Los de primera magnitud son aquellos que superan los 15 metros de altura; los de segunda magnitud miden entre 10 a 15 metros de altura; y los de tercera magnitud no superan los 10 metros. Esta clasificación puede variar de acuerdo con las condiciones del ambiente y otros factores.

También suelen diferenciarse por ser latifoliadas, que botánicamente son angiospermas y pueden ser tanto caducas como persistentes o semipersistentes, o coníferas. O bien las gimnospermas, con semillas al desnudo, sin flores destacadas, pero con conos o piñas como órgano femenino. En cuanto al tiempo de crecimiento, las rápidos se desarrollan entre los 5 y 10 años, generalmente se los denomina pioneros o colonizadores, y –en ocasiones– también son de vida corta. En cambio, los de crecimiento medio tardan entre 15 y 20 años en llegar al estado maduro de desarrollo. A los que tardan más de 20 años se los considera de crecimiento lento. Esto será relativo a la zona y el ambiente donde se desarrollan.

Propagación y multiplicación

Los árboles se propagan principalmente a partir de semillas. Cada especie tiene una época de recolección y siembra. En ocasiones, las semillas necesitan un tratamiento previo (la estratificación o la escarificación) para estimular la germinación; otras veces se siembran directo. Estas prácticas están relacionadas con el modo en que se produce la germinación en la naturaleza.

En cambio, los cultivares –con características diferentes a la especie, como color de follaje o forma– necesitan el empleo de otras prácticas de propagación, como los gajos o estacas, los injertos o los renovales de raíz. Muchas veces estos cultivares son estériles y no producen semillas, por lo cual el único modo de obtener nuevas plantas es a través de la reproducción asexual.

¿Cómo comprar?

Los viveros venden los árboles a raíz desnuda, en terrón o envasados. A raíz desnuda son más económicos y solo pueden ofrecerse en los meses fríos. Es más riesgoso que el terrón, en el cual el árbol va con el sustrato envuelto en un tejido plástico que le permite tolerar un período de almacenamiento hasta el momento de plantar. Los árboles envasados pueden haber sido criados en envase o tratarse de ejemplares a raíz desnuda o terrón envasados. Es clave el período que estuvieron envasados para evitar problemas de raíz (el “enrulado” o “rodete”), por permanecer mucho tiempo en el envase. Cuando las raíces salen por debajo o notamos la presencia de líquenes o musgo en el envase sabremos que lleva demasiado tiempo allí. Los árboles se comercializan tanto por altura como por circunferencia del tallo a un metro del suelo. También por el tamaño del envase, pero es una medida relativa determinada por el productor al momento de envasar.

¿Cuándo plantar?

El mejor momento para plantar árboles es, generalmente, durante el período de inactividad. En el caso de los de hoja caduca, desde que pierden sus hojas hasta el momento que se reinicia el flujo de sabia en primavera. Las coníferas, en período de frío. En el caso de las especies sensibles al frío, el momento ideal se da cuando ya no hay riesgo de heladas o a fin del verano. Las palmeras, por su parte, es mejor trasplantarlas en pleno verano, con mucho calor.

Debe también tenerse en cuenta si los árboles están a raíz desnuda, en terrón o envasados. Estos últimos permiten la plantación en cualquier época del año. Al momento de empezar la plantación, el tamaño del pozo deberá ser de 1,5 a 2 veces el diámetro del terrón o envase. Respecto de la profundad, será la misma medida del envase o, en el caso de suelo compactado o arcilloso, unos centímetros más para remover la base y estimular el arraigue de las raíces. Al momento de la colocación en el pozo, tener cuidado de no romper el terrón y siempre plantar unos centímetros por encima del nivel del suelo, ya que se acomoda al compactarse.

Todo árbol recién plantado debe llevar unos tutores para una mejor fijación y evitar el movimiento después de la plantación. La cantidad de tutores y el tamaño dependerán del ejemplar, aunque se recomienda que sean mínimo dos. Realizar las ataduras de modo que no lastimen la corteza. Los arboles nuevos necesitan agua adicional durante los primeros dos años. La cantidad varía según el clima y el tipo de árbol. Siempre son mejores los riegos profundos y bien espaciados que los riegos cortos todos los días. En ocasiones es necesario realizar poda de reducción de copa para compensar el corte de raíces, siempre buscando mantener la forma y estructura naturales.

¿Dónde plantar?

Cada árbol tendrá sus finalidades, tanto estética como funcional. Dar color con su follaje dorado en lugares oscuros o dar sombra próxima a la casa podrían ser dos factores diferentes para su selección. La distancia de plantación entre árboles no es algo predeterminado, ya que en la naturaleza no hay parámetros exactos. La distancia estará relacionada más con la función y el diseño que con un fundamento fisiológico. Está comprobado que los árboles, al estar plantados cerca, se desarrollan más rápido y resisten mejor en grupo las condiciones ambientales.

Manejo

El manejo de los árboles ya implantados es muy sencillo o incluso nulo. No es necesario podarlos. Solo es necesario el control de plagas o enfermedades y las podas de formación o de ramas secas.

 

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