La naturaleza y la música han estado vinculadas desde tiempos inmemoriales. Se podría decir, de hecho, que, sin recibir clases de teoría musical, algunos animales como el jilguero europeo o las ballenas poseen la habilidad natural de crear melodías emocionantes.

No es de extrañar que, con esto, hayan sido numerosos los músicos que se inspiraron de los sonidos de la fauna y la flora para crear las composiciones más majestuosas de la historia: Las cuatro estaciones, de Vivaldi, o la sonata Claro de Luna, de Beethoven, son buenos ejemplos de ello. Aunque diferentes entre ellas, ambas nos invitan a conectar con los elementos más patentes de la naturaleza: la alternancia cíclica de las estaciones del año, o la magia de la luz solar posándose sobre nuestro satélite.

Ahora, se suma a estas piezas una nueva, compuesta por el científico y músico Hiroto Nagai. Titulada Cuarteto de cuerda n.º 1 «Presupuesto energético polar», se diferencia de otras sinfonías inspiradas en la naturaleza por su carácter realista, y no idealista. Y es que, gracias a su conocimiento en ciencia geoambiental, el compositor ha logrado crear música utilizando datos de observación de la Tierra de las regiones polares. 

Este innovador proceso, que se conoce como «sonificación de datos», se ha popularizado en el último tiempo, con ejemplos como la melodía del campo magnético terrestre elaborada por la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en ingles), o la de un agujero negro supermasivo, creada por la NASA. En esta ocasión, sin embargo, el compositor ha querido ir un paso más allá.

UNA MELODÍA que evoca eL CAMBIO CLIMÁTICO

El nombre de la pieza compuesta por Nagai hace referencia a «la entrada y salida de energía física en la superficie de la Tierra que se origina en la radiación solar», explica el estudio, publicado en la revista Cell. Así, la información que más tarde se convirtió en notas musicales fue proporcionada por el Servicio de Cambio Climático de Copernicus de la Comisión Europea y el Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Medio Plazo. 

Como si de un juego se tratase, tras recopilar los datos desde 1982 hasta 2022 en distintos puntos de Groenlandia, el Ártico noruego y la Antártida, clasificados en distintos indicadores meteorológicos -precipitaciones, radiaciones de onda corta y larga, temperaturas y espesor de las nubes-, el autor del proyecto asignó a cada valor un sonido

Con esto, adquirió una partitura llana sobre la cual pudo ir construyendo su obra musical, y es que el objetivo de Nagai no era, como lo hicieron la ESA y la NASA anteriormente, sonificar los datos. Él buscaba, ante todo, aplicar su entusiasmo musical para poder crear una pieza que transmitiese emociones y que, a su vez, despertase conciencias. 

Para ello, la pieza fue sometida por el compositor a un proceso que él mismo llamó «musificación», que consiste en ejecutar arreglos musicales a las notas obtenidas para obtener finalmente una partitura dinámica; es decir, con estructuras armónicas, con contrastes de tensión y relajación y con variaciones de volumen, entre otros. 

De la visualización a la «musificación» de datos

El resultado: un cuarteto de cuerdas -compuesto por dos violines, una viola y un violonchelo- de 6:28 minutos de duración que se estrenó en la Universidad de Waseda en Tokio. Además, Nagai organizó la grabación en vídeo del proyecto para que la música estuviese acompañada de la visualización de datos. De esta forma, a medida que avanza la canción es posible conocer tantos las variaciones meteorológicas a las que hace referencia, como los arreglos musicales ejecutados por el compositor para agregarle musicalidad

Lo cierto es que, aunque presenta momentos de mayor distensión, se trata de una composición inquietante y, en ocasiones, perturbadora. La incorporación de técnicas musicales como el tremolo o el staccato evocan sentimientos de emergencia, algo que coincide con las aspiraciones del compositor al idear el proyecto. 

Mientras que, en línea con el boom del big data experimentado durante la última década, la visualización de datos es ya un elemento fundamental en la divulgación de información sobre el cambio climático, ahora la «sonificación» -y con más énfasis, la «musificación» a la que se refiere Nagai- presenta la oportunidad de comunicar conceptos científicos complejos a través de un lenguaje que apela a las emociones y que, además, es universal: la música. 

Así, obras como la de Hiroto Nagai abren la puerta a una nueva forma de crear conciencia sobre una problemática que nos concierne a todos. Y a su vez, hacen evidente la delgada línea que separa la ciencia del arte, si se tiene en cuenta la capacidad de ambas disciplinas para movilizar a la humanidad en pos de un mismo objetivo.

 

Facebook Comments